Por José Luis Vázquez Ceja
El Faro Viejo de Cabo Falso, ubicado en el único finis
terrae del mundo, el pasado sábado 5 de mayo cumplió 107 años de estar
anclado en ese pedazo de duna blanca y de haber lanzado sus primeros destellos de luz al mundo, fecha
coincidente con la gloriosa Batalla de Puebla, en la cual nuestros gobernantes nativos
exaltaron el heroísmo del ejército mexicano, que al mando del general Ignacio
Zaragoza, derrotó al invasor ejército
francés al mando del general Charles F. Latrille de Lorencez, más nunca el Faro Viejo de Cabo Falso mereció
mención alguna, aún cuando los discursos
de tales conmemoraciones lanzados desde la
explanada de la plaza León Cota Collins en Cabo San Lucas seguramente
retumbaban hasta el propio Faro Viejo. Quizá esta coincidencia de fechas sea la razón por la que nuestros
gobernantes desde siempre no sólo han marginado en el discurso sino en los
hechos al único bien cultural e histórico con que cuenta Cabo san Lucas.
El Faro Viejo de Cabo Falso: un Paisaje Cultural de Valor
Universal
El gran reto de ciudadanos y gobernantes no sólo es
rescatar y conservar el Faro Viejo sino realizar los estudios para proponer su
inclusión, como Paisaje Cultural, en la Lista Indicativa de Bienes de
Patrimonio Mundial. Existen al menos seis aspectos que permiten afirmar lo
anterior:
1.Vale subrayar que Los Cabos es una comunidad que desde
sus orígenes ha venido construyendo testimonios que le dan identidad, en los
cuales se enlazan estrechamente la cultura y la naturaleza.
2. La Organización de las Naciones Unidas para la
Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) después de una reunión de
expertos celebrada en abril de 2001 en la sede de la Comisión
Mexicana de Cooperación con la UNESCO (Conalmex)
se obtuvo la reciente Lista Indicativa de Bienes de Patrimonio Mundial donde México amplia la visión de su
Patrimonio al proponer sitios de Valor Universal en otras importantes categorías,
como son los Paisajes Culturales, categoría en la que bien pudiera entrar el
área de Faro Viejo- Cabo Falso, ya que, entre otros componentes, tenemos la
interacción permanente entre el hombre la naturaleza que ilustran la evolución
de Cabo San Lucas y San José del Cabo en el curso del tiempo
3..El valor universal excepcional viene desde el
nacimiento mismo de la Península hace 15 millones de años; después el
asentamiento, en esa zona de Cabo Falso, de un grupo de los Antiguos
Californios, los Pericués; luego, como
el único finis terrae del mundo, que fue y sigue siendo punto de referencia geográfico y marítimo de explotadores
y navegantes por los Mares del Sur, hoy,
Océano Pacifico.
4. La presencia del Faro Viejo está en la bitácora de
innumerables viajes legendarios, como el realizado por el Premio Nobel de
Literatura 1962, John Steinbeck y su amigo el biólogo marino Ed Ricketts, en
1941; pero, sobre todo, fue entraña y forma parte de la vida de miles de
pescadores y sus familias de Cabo San Lucas y San José del Cabo, para quienes
la aventura era parte de la vida diaria.
5. La conjunción
de razas y espíritus en la construcción y cuidado del Faro en el Cabo
Falso representan de manera ejemplar como se fue poblando todo el sur de la
Península.
6. El paisaje de mar y tierra en Cabo Falso adquiere
valores particulares con los significados, los sentidos culturales heredados
por la historia, la geografía, la ciencia, los mitos, las referencias
arqueológicas y antropológicas, los usos, su resistencia al ambiente y la
identidad del mismo pueblo que lo vive y lo disfruta.
Ubicación y construcción del Faro Viejo
Visitar a la superpoblada ciudad de Cabo San Lucas, uno
se da cuenta que está conformada por dos Cabos. El primero es el cerro que
protege su centro histórico, la dársena
y termina en el legendario Cerro del Vigía hasta el famoso Arco. El Segundo, es
el Cabo Falso, ubicado a no más de 15 kilómetros del centro de Cabo San
Lucas, acantilado de 20 metros de altura
que está en las inmediaciones del cerro de Las Hermanas. Cabo Falso es la punta
de tierra más al Sur de de la Península, es el punto de transición entre el
Océano Pacífico y el Golfo de California.
Después de servir durante más de tres siglos como punto
de referencia de los navegantes de los mares del Sur y del intenso tráfico de
barcos estadounidenses, franceses y de otras nacionalidades, en 1896, la secretaría
de Comunicaciones, durante el gobierno de Porfirio Díaz, ordenó la construcción del faro en las dunas
de Cabo Falso. Para ello, contrató al
ingeniero Joaquín Palacios Gómez, quien después de visitar el Cabo Falso para
determinar el lugar exacto, elaboración de
planos y la asignación de 17 hectáreas para su construcción y áreas de
salvaguarda y protección:
El Ingeniero
Palacios Gómez Inició los trabajos de construcción en 1904 y quedaron terminados
a principios de 1905. Y, desde el 5 de mayo, fecha de su inauguración, fue
vigía y testigo del ir y venir de barcos de todas las nacionalidades, muy
particularmente, durante toda la primera Guerra Mundial.
Después de medio siglo de destellos, luces y esperanzas
de vida, la linterna francesa del Faro Viejo fue desmontada e instalada en la torre construida
en el cerro Las Hermanas. A partir de
entonces, el Faro Viejo quedó como un
atractivo turístico pero también empezó su galopante deterioro por el intenso tráfico
de motos y vehículos, que más pronto que tarde no sólo destruyeron las dunas y
otros bienes arqueológicos sino el
entorno paisajístico, que era a su vez su única protección natural.
El constructor del faro y los guarda-faros.
En esta continuidad hecha de mitos,
imágenes, relatos y costumbres, además del paisaje único y ondulado de las
dunas de arena coronadas por zarzas y rastreadoras, persiste en la memoria de
no pocas familias de Cabo San Lucas y San José del Cabo así como el recuerdo vivo de sus antepasados, de
aquellos valientes y estoicos hombres que construyeron y cuidaron el Faro de
Cabo Falso. Nunca importó la distancia ni las soledades. Así fue como
llegó desde Madrid, España, hasta el
Cabo Falso, conocido como el fin de la tierra, antes de 1900, el ingeniero
Joaquín Palacios Gómez, acompañado de su esposa Petra Magro y sus hijos Joaquín y
Roberto. Inmediatamente
después fueron llegando a este páramo
los primeros guarda-faros a cuidar el parpadeo nocturno lanzado hacia los
horizontes para marcar las rutas de regreso a casa de navegantes y pescadores.
Cómo no recordar y honrar a Don Rafael Tomás Sandoval Mantecón y Don Agustín
Payén y Marcos Payen Sandoval, a Néstor Herrera, el guarda-faros que acompañó
al Faro Viejo a lanzar sus últimos destellos hacia los horizontes antes de pasar
la linterna a la torre del cerro Las Hermanas.
El sustento constitucional y legal del Faro Viejo.
No sólo como símbolo, tradición y herencia sino
constitucional y legalmente el Faro Viejo y las 17 hectáreas de las que fue
dotado por la secretaría de Comunicaciones son patrimonio del pueblo de Los
Cabos y no a la empresa inmobiliaria Bansi S.A de C.V. Además
de las Leyes Federal sobre Monumentos y Zonas Arqueológicas, Artísticas e Históricas
y General de Bienes Nacionales, que en espíritu son las custodias del Faro
Viejo, tenemos un principio constitucional que nos hablan que “ El derecho de propiedad no es divino ni
natural ni inherente a la persona o grupo sino un derecho que la Nación otorga
a cada uno de sus hijos y los hace responsables de ello”. Esto es, todos somos propietarios porque la Nación
nos ha hecho tales y su Estado,
representado por órganos y gobernantes, que todos nosotros como
ciudadanos (pueblo) elegimos, nos reconoce como tales.
Este principio constitucional refiere que para los
mexicanos el subsuelo y sus riquezas son y deben ser propiedad de la Nación.
Igual que los monumentos nacionales, históricos y los inmuebles públicos no
pueden ser propiedad de los particulares. En consecuencia, el Faro Viejo de
Cabo Falso es un bien que pertenece a la Nación. Un bien que no sólo fue
construido en terrenos nacionales y con recursos del gobierno federal sino que
su utilidad pública y simbolismo, lo convierten en imagen y memoria del pueblo
de Los Cabos. Dar cabida a un régimen de
propiedad privada en el Faro Viejo no sólo estaríamos negando nuestros
fundamentos constitucionales sino cambiando su altísimo valor histórico por el redituable
precio especulativo del comercio inmobiliario, que sólo beneficia a nos
cuantos.
Conclusión
A ciento 107 años de
distancia, respetuosamente sugerimos a
nuestros gobernantes, particularmente a los que tienen la fortuna de gobernar
Los Cabos, en colaboración con los gobiernos Federal y Estatal y las
organizaciones y ciudadanos interesados,
que el G-20 no sólo debe verse como una oportunidad económica y
turística sino cultural. Luego,
entonces, empecemos con la tarea de proponer al Faro Viejo y las 17 hectáreas
de que fue dotado cómo un “área natural protegida” o de “parque nacional”,
como parte de una solución integral. Ello, abriría posibilidades no sólo de rescatar y salvaguardar el Faro
Viejo y los médanos de arena sino tener
acceso a las playas, proteger sitios de anidación de la tortuga Laúd,
localización y estudio de sitios arqueológicos, como concheros, entierros y
talleres líticos de los Antiguos
Californios, entre otros.
Lo anterior también abriría la posibilidad, como ya
indicamos párrafos arriba, en buscar la inscripción del Faro Viejo- Cabo Falso
en la Lista Indicativa de Bienes de patrimonio Mundial, en la categoría de
Paisajes Culturales. Ello, como bien lo señala la organización Semilla del
Orgullo, crear circuitos turísticos
culturales y ecológicos, donde estuvieran integrados el Museo de Historia
Natural de Cabo San Lucas, el Museo Marino de San José del Cabo, el Pabellón Cultural de la República, el Estero
de San José del Cabo, Antiguo Muelle de la Empacadora Pando, entre otros espacios
recreativos y culturales.
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