Por: Héctor Santiesteban Oliva
Tiene mucho tiempo que en nuestra sociedad se encuentran
preocupantes diferencias entre el saber abstracto, teórico y el saber
pragmático, es decir, aquel que puede aprovecharse en el día a día. En no pocas
ocasiones los universitarios son considerados como portadores de un
conocimiento especulativo, pero carentes de competencias prácticas. Lo cual es
cierto en cierta medida, pero, por el otro lado, hay excesos evidentes también
del lado de la practicidad resuelta que llega hasta el cinismo. Para
ejemplificarlo referiré la historia de aquel Presidente Municipal que hizo
público llamamiento para ocupar el puesto de tesorero en su administración. Llegaron
muchos aspirantes, quienes fueron formados en espera. Desde dentro, el alcalde
los iba llamando y despachando. La pregunta era “¿cuántos son dos más dos?”
uno, dos, tres y hasta diez contestaron que “cuatro” siendo despachados cortés,
pero tajantemente. Llegó finalmente uno que contestó: “¿dos y dos? Tres para
usted y uno para mí”. Quedó contratado.
Uno puede preguntarse cómo es que no hay
doctores académicos dirigiendo la universidad, sino profesores con intereses en
la cosa pública, en liderazgo, en partidos.
Somos una universidad con muchos recursos en
el profesorado, pero postrada por ese servilismo al poder administrativo
interno y externo. Tanto al interior como al exterior de la institución muchos
consideran que para ser rector, se tiene que ser antes político y administrador
que sabio académico. Y así estamos. Y así vamos quedando llenos de operadores
políticos que velan por intereses de grupo en lugar de hacerlo por la sabiduría
y la ciencia.
Empezando por el mismo rector en funciones, Mtro. Gustavo Cruz .
Difícil resulta imaginar que haya estado durante su sabático trabajando como
Secretario Particular del Diputado Arturo de la Rosa Escalante. Menudo proyecto
académico. Siendo no Doctor, sino
Maestro, bien habría podido utilizar ese tiempo para sus estudios doctorales.
Uno pensaría que estaría mejor utilizada esa oportunidad si hubiera intentado
aprender un idioma, hacer una especialidad, escribir o editar un libro. Pero no
fue así, y en este querido México en que las mañas pueden más que las maneras, hételo
de rector con un apoyo gubernamental inexplicable. ¿Inexplicable? No del todo.
La memoria de las relaciones parece explicar muchas cosas.
El Lic. Adrián de la Rosa Escalante es hermano
del diputado de marras, Arturo de la Rosa Escalante, exjefe del Rector en funciones, Gustavo Cruz;
es también expresidente de la Junta Local de Conciliación y Arbitraje, y ahora
ejerce, aunque cesado, como Abogado General de la UABCS. Bien bastaría para
recusarlo el hecho de que habiendo sido juez sea ahora parte; pero si además es
hermano del ex (acaso actual) jefe del Rector, ya parece escandaloso. Por
cierto ¿Cuántas veces tuvo que tratar con la esposa del rector cuando ésta era
Secretaria General del Sindicato universitario?
El Dr. Dante Salgado es otro caso. Él llegó a
la universidad cuando venía de ser operador político de Antonio Manriquez
Guluarte y ya en ella estuvo operando como facilitador de Jorge Alberto Vale
Sánchez, cosas que al parecer le abren las puertas de una carrera como profesor
universitario definitivo tanto a él como a su esposa. Ha ido tejiendo a lo
largo de estos años una red de clientelismo al interior de la universidad que
incluye varias personas e instancias. De manera que el espíritu universitario
deja lugar a la pusilanimidad convenenciera.
Por lo que parece, los tres puestos
principales de las autoridades universitarias están copados por operadores
políticos. Eso ya es relevante de suyo. Pero ¿cómo se refleja eso en sus
funciones?
Primeramente tenemos una vocación connatural
para el trapicheo y el tráfico de influencias. Cuentan con un lenguaje, una
semiótica entera, para entenderse mejor con las esferas más convenencieras de
la vida social y política del Estado, logrando apoyos mutuos y pactos en lo
obscuro con cierta regularidad y certeza. Esa es la pequeña gran diferencia en
contraposición con un académico nato. También lo es el clientelismo rampante,
el formar cuadros que les deban favores, el contar con apoyos interesados y
controlados.
Otro rubro en donde se deja ver el “espíritu
operativo” es el hecho de que durante las últimas semanas se han venido
verificando al interior de la universidad una serie de acosos laborales, que
van desde el entorpecimiento de trámites, escamoteo de expedientes, baremos
diferenciados para estímulos, amagos de despido, discriminación en pagos,
extrañamientos formales con causales fabulosas y algunas otras lindezas que
prefiero no referir para no cansar a los lectores.
Si creemos que así vamos a avanzar algún día
en la educación más alta de este nuestro Estado, estamos perdidos, o bien, pensamos
como el alcalde del cuento.
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