viernes, 27 de marzo de 2009

POEMAS CONTRA LA VIOLENCIA...Tengo dolor de país.



Vedran Smailovic.
El cellista de Sarajevo.
http://en.wikipedia.org/wiki/Vedran_Smailovi%C4%87



poemas contra la violencia
(poemas contra la violencia)

“Tengo dolor de país…”
María Mercedes Carranza
(Poeta colombiana. 1945-2003)

“No hay ningún mal
que pueda sernos ajeno”
José Emilio Pacheco

“les pido a todos:
a voz de cuello griten
para que cese la guerra”
Canción infantil china del siglo xii



Introducción

El arte en general, y la literatura en particular, ha denunciado las atrocidades cometidas por los hombres a través de la historia. Sólo basta con hacer una relectura de los poemas chinos, babilonios, egipcios, aztecas, mayas, incas y, en los últimos siglos, a la literatura libanesa, vietnamita, coreana, palestina, iraquí, bosnia, eslovaca, iraní, la de los países africanos, así como la salvadoreña, nicaragüense, chilena y los pueblos nativos americanos, por mencionar algunos.

Nosotros no podemos, ni debemos, ser ajenos a los acontecimientos actuales como son los miles de secuestros, asesinatos y ejecuciones que se han venido realizando en los últimos años en casi todas las ciudades de nuestro país: Ciudad Juárez, Tijuana, Navolato, Tampico, Rosarito, Morelia, Nogales, Reynosa, Torreón, Culiacán, Chihuahua, Monterrey, Ciudad de México, Mazatlán, Querétaro, Lázaro Cárdenas, etcétera.

Si bien no detendrán las balas, sí creemos que los poemas sirven como sensibilizadores, denuncias, testimonios, manifiestos y advertencias de lo que acontece en nuestras vidas cotidianas. La literatura, al igual que otras actividades como marchas, encuentros, protestas, análisis, son oportunidades de manifestar nuestra oposición a la muerte encapuchada y criticar las incapacidades de nuestros representantes gubernamentales para detener esta enorme ola de violencia.

Esta es, pues, una invitación a participar, con poemas, en un movimiento contra la violencia y la impunidad en las calles de nuestras ciudades.

Editor: Roberto Castillo Udiarte.

Antecedentes:

A finales del mes de Enero del 2003, la señora Laura Bush invitó a la Casa Blanca al poeta y editor Sam Hill para participar en un simposio sobre poesía, intitulado Poetry and the American Voice, y que serviría de apoyo patriótico para los bombardeos planeados por el presidente Bush al pueblo de Irak. Sam Hill, como respuesta, organizó una página electrónica, Poets Against the War, donde invitaba a los poetas a escribir poemas y manifiestos contra la guerra y, en unas cuantas semanas, la respuesta fue una participación de casi 11, 000 poetas con aproximadamente 13, 000 poemas. El resultado, además, fue una antología de casi 200 poetas en el libro Poets Against the World, publicado en el mismo 2003 y dedicado a la señora Laura Bush.

Coincidentemente, en Colombia, a principios del mismo 2003, la promotora cultural y poeta María Mercedes Carranza, convocó a un concurso de poesía, Descanse en paz la guerra, invitando a poetas y no poetas a escribir textos contra la violencia y la muerte cotidiana provocada tanto por militares, terroristas como por narcotraficantes. En este caso la respuesta fue de casi 7, 000 poetas con más de 30, 000 poemas. María Mercedes, desafortunadamente, se suicida en su natal Bogotá el verano del 2003 y no alcanzó a mirar el alcance de su propuesta. Sin embargo, tanto la propuesta de Sam Hill como de María Mercedes han crecido y existen en el mundo varios organizaciones de escritores contra la guerra y la violencia cotidiana a civiles.

Tengo dolor de país… es también una propuesta que se hermana con las anteriores para testimoniar la presencia de la poesía como una manera de protesta, denuncia, testimonio y crítica contra la violencia y muerte cotidianas en nuestra calles.

Links
http://www.poetsagainstthewar.org/
http://www.arquitrave.com/Ajuste_de_Cuentas/mameca.html


Cómo participar con poemas:

Mandar un poema que no exceda, preferentemente, el equivalente a una cuartilla, en Times New Roman a 12 puntos, y que incluya título, nombre de autor/a, edad (si así lo desea) y lugar de procedencia, a johnytecate@hotmail.com.



Poemas:



Sobre la ciudad y la violencia

para Berta A. y Karina V.


Vivo en una ciudad arrullada de noche
por ominosos cantos de sirenas.
Vivo un tiempo de plomo,
un estupor amargo y cenagoso.

La infame pestilencia del miedo y de la pólvora
se acuna en un jardín de infantes.
En la frontera de gases lacrimógenos,
a un niño lo golpean balas de goma en la mejilla.
En la universidad asaltan a una maestra en su oficina
y un extraño persigue a una asustada joven.
Hay alerta de bomba en la alcaldía.
Sitian los hospitales y las avenidas.


En el tejado de mi casa
dos grandes cuervos se mueren de la risa.

Alfonso García Cortez
Playas de Tijuana

* * * * *
Los rehenes

…el viento del crimen a la altura del delirio.
Rodolfo Hasler

es la hora de escribir un poema acerca del mundo de diagnosticar las formas en que amedrenta con su odio y deslava el rostro de la sinrazón para justificar mil malabares políticos, es hora de escribir que estamos al acecho de ladrones, de gangsters, de capos del poder y la avaricia ante la falta de libertad y la zozobra y su mezquina relación con pretendida entelequia, es hora de callar lo escrito, aquello que no tiene razón en la sobremesa; congestionadas las entropías mediáticas ante verdades telúricas y tan llanas; es hora de nombrar en lo oscuro la íntima ejecución de los días, la denuncia, el porvenir y la esperanza con un silencio atroz que no deje dudas; es hora de contar metrallas, muertos, a los que corren de ver la película en las calles y al desnudo dilucidar acaso en la espesura de ciertas e inexplicables densidades; es hora de escribir un poema acerca del mundo, de éste y no del otro bordado de metáforas ya no podemos escapar, no hay letras de salva, somos rehenes de la impunidad que nos cohabita.
Elizabeth Cazessús.
Tijuana, Baja California

* * * * *
Las llaves de la noche
(elegía)

el sol va a caer otra vez
y en el desierto ulula el viento solitario
y aún nadie sabe dónde viven
cuáles son sus nombres
a quién pertenecen esas zapatillas
de quién son estos bolsos sin dinero;

el sol va a caer otra vez
se irá dejando una estela de vergüenza
un manto de coraje y estupor
Una rivera de lágrimas y sangre
y aún nadie sabe quiénes son los asesinos
qué rostro horrible tiene el verdugo
cuántos son los enanos que le ayudan;

el día dará paso a la oscuridad
y nadie querrá salir de sus habitaciones
de sus túneles y fosas
todos duermen para descansar el cuerpo
Aunque el desierto esconda huesos rotos
bajo su arenisca se seque la carne
y se calcine la mirada de inocencia.

¿de qué está hecho este país
que deja que mutilen a sus hijas
y arroja al meandro a sus princesas?
¿quiénes están muy campantes en la cúpula
cuáles son sus nombres y dónde viven
que permiten que sus hijas sean violadas?

el sol se irá dejándonos perplejos
y aún las fauces trituran otra mano
se pisotea la luz sin prueba alguna
y se macera la esperanza sin dejar rastro
mientras se destaza el pecho que nos alimenta
se hace rito de criminal el muslo desnudo
y se blasfema sobre la fertilidad del vientre

cae el sol huyendo de la tiniebla
y las ciudades son ahora más viejas y decadentes
los oficios no sirven y el dinero se pudre
los frutos de la tierra son veneno
y nadie podrá cantar o bailar ni amar
y nadie dormirá en paz ni tendrá sueños
mientras la carne grite por justicia

¿quiénes son los jueces que se burlan
el oficial indiferente ante el exterminio?
¿quién cava las fosas y arroja cal a los cuerpos?
¿quién recibe el dinero que esconde la daga,
bendice la tierra que escupe la osamenta?
¿quién voltea la mirada y sigue con su vida
mientras se pudre el espíritu en la ignominia?

¿quién forjará las llaves de la noche
y mostrará el camino de los muertos?
¿quién encenderá los cirios de la verdad
y señalará al turbio asesino?
¿quién se alzará en contra del genocidio
y dará dignidad a la obrera mancillada?

cada muerta un cardón de espinas en la frente
cada víctima un alarido en la soledad
cada cuerpo inerte una bofetada a la conciencia
cada violación una burla a la herencia
cada desaparecida una lluvia de sangre en tu mesa
cada mutilada una pesadilla sin final
cada muerta es nuestra muerte.

Tomás Di Bella
Mexicali, Baja California

* * * * *
Entrega

Hoy más que nunca quisiera que hubiera héroes, como los de la infancia, que nos defendieran de los malos: el Santo, Supermán, el Hombre Biónico, la Mujer Maravilla, el Hulk, Kalimán y su inseparable Zolín, el Batmán. La ciudad se ha vuelto puras heridas; corren ríos de sangre inocente. Cada vez es más común caminar entre ruinas de balas y sangre. Ya no es un buen lugar aquí. Calles habitadas por el miedo y la zozobra, vacías como domingo al amanecer. Sirenas que lloran de tarde, al anochecer. Pasos prohibidos que transitan la ciudad y hacen alarde de fuerza, siembran miedo, reptan como bestias de pantano. Intento acomodar los pedazos de ciudad que tengo en la mente, las memorias de cada época que he pasado por aquí, los mapas existentes y los que ni siquiera están pensados. Ciudad nostálgica a veces, que avanza a pesar de los monstruos y de las bestias que vomita cada noche. Quiero vivir en mi ciudad como cuando tenía 10 años y andaba en bicicleta; quiero seguir recorriéndola tomada de tu mano y caminar sin prisas; quiero estruendos de amor, no de balas.

Mónica Avila
Tijuana, Baja California
* * * * *

La calle de la paz
para Elías Ramírez.
Esta calle es mía. Aquí jugué a las escondidas, fui cabra en las montaña, descansé en la acera después de volar, y comí helados en las tardes de verano. La camino todos los días; voy de paseo, al trabajo o de visita. Esta calle es de ilustres, de hombres y mujeres que llegaron para habitarla, de personas que trabajan y luchan, desde alba al ocaso. Aquí no caben los asesinos, ni los delincuentes o traidores. Aquí sólo estamos los que queremos vivir, y aunque vuelen las balas, no lograrán que las ventanas y puertas cierren su paso al sol de las mañanas, ni al calor de las tardes, mucho menos al fresco de las noches. Esta calle es mía. Porque existe para mí, para tí para todos y es la calle de la paz.

Lizeth García
Tijuana, Baja California

* * * * *
Strangers in the night

Nadie sabía de sus infancias en las calles de la luz,
de sus amores y desamores en la secundaria,
de sus fiestas de cumpleaños y las primeras veces
que fumaron a escondidas en la esquina del barrio,
de cuáles eran realmente sus comidas favoritas
o dónde compraban sus ropas y sus cigarillos;
nadie sabía de sus sueños y pesadillas de terror
ni de su gusto por divertirse bañándose en el mar,
del placer de jugar al fut o al básquet en la colonia,
de las bromas pesadas con los amigos más íntimos
y del agacharse al regaño verbal de sus madres
o su gran alegría cuando visitaban a la vieja agüela;
muy pocos imaginaban la música que escuchaban
o los libros que ya habían leído por puro gusto,
o de los insomnios eternos con la preocupación
por el padre en la cama 15 del hospital general;
nadie siquiera sospechaba que unas horas antes
ellos habían sido secuestrados en esta ciudad y,
sin embargo, los impunes comandos del miedo
los arrojaron sin sombras en la orilla de la noche.

Róber Castillo
Playas de Tijuana

* * * * *
Respuesta

Los silbidos de las balas se apoderan del aire, la angustia de no saber exactamente por qué nos toca a nosotros, se siembra en el corazón. Caras de pequeñitos que no se explican qué es lo que sucede, por qué irrumpen hombres desconocidos y cubiertos del rostro a sus espacios infantiles, quedan grabadas en la memoria de papel. “El tocadero” esté de nuva cuenta en esta ciudad, porque nos puede tocar en cualquier momento, en cualquier lugar, sin deberla ni temerla, por el simple hecho de transitar por algún lugar común y por razones cotidianas. El hierro vuela y alcanza a cualquiera. Los juegos de policías y ladrones dejaron de serlo, son una cruda realidad que supera a las fantasías infantiles, mientras que en este mismo escenario, la línea entre estos dos bandos está dibujada tenuemente, ya no se sabe quiénes son los “buenos” o quiénes son los “malos”. El hierro vuela dejando el espanto en los ojos de quienes viven aquí. Ya no quiero escuchar calamidades que arropan el alma de dolor; ya no quiero saber que esta ciudad es una trinchera del maleante. Quiero caminar de nuevo, sin el miedo, sin los convoyes que circulan por las calles, tratando de ofrecer una seguridad que ya se esfumó. Quiero, de nuevo, recorrerla tranquilamente de noche y de día, sin silbidos que lleven la muerte.

Lizeth García
Tijuana, Baja California

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