"Las armas nacionales se han cubierto de gloria", es una de esas frases que nos dieron patria desde la escuela elemental. El general Zaragoza había derrotado al ejército francés de Napoleón III en la batalla de Puebla. Esos fuertes de Loreto y Guadalupe. Tan milagrosos como las vírgenes epónimas.
Pero, supimos después por nuestra cuenta, la hazaña de Zaragoza no significaba el fin de la guerra.
El acoso invasor apenas empezaba. Y también la epopeya juarista.
A la vuelta de un año viene otra arremetida, ya con Maximiliano y Carlota cruzando el Atlántico hacia su nuevo imperio mexicano, y sin zaragozas que le entren al quite. El Héroe de Puebla, ya había muerto de tifoidea en septiembre de 1862, cinco meses después de su histórico triunfo militar.
Con las avanzadas del ejército más poderoso de la época a las puertas de la capital, el "Inmortal Indio de Guelatao"- otro lugar común en los concursos de oratoria secundarianos-, se ve obligado a replegarse con su gabinete y los archivos de la nación a bordo. Enfila hacia el norte. Queretaro, Guanajuato(visita ritual a la casa de Miguel Hidalgo), San Luis, Saltillo, Monterrey...Chihuahua.
El ejército republicano se desmorona, se dispersa. El Benemerito in progress se convierte en comandante en jefe de una guerra de guerrillas. De Chihuahua, la capital, tiene que seguir su marcha trashumante para refugiarse en Paso del Norte...y de allí, al desierto.
El cacique y gobernador Terrazas, y los más cercanos colaboradores que acompañaban al presidente en su mítica carroza, José María Iglesias, ministro de Hacienda, y Sebastián Lerdo de Tejada, de Gobernación, le aconsejaban cruzar la frontera.
Juárez, el impasible, que había rechazado las ofertas de Maximiliano de instalarlo como presidente de la Suprema Corte de Justicia, y de respetar la Leyes de Reforma, se negó.
Indio terco, decían los Miramón y los Mejía, villanos favoritos de los libros de texto.
Juárez preguntó si las montañas que estrechaban el horizonte seguían siendo territorio mexicano. Así era. Y la República siguió el rumbo de la sierra. La futura Sierra de Juárez. Donde desapareció por varios meses.
¿Dónde andaría Benito? En Europa, y en las filas invasoras, no tenían la menor duda: había huido hacia el país vecino..
Ignacio Manuel Altamirano describe este drama en una carta a Juárez en 1865: “Cuando aparecieron falsos rumores en el extranjero de que usted había abandonado el territorio nacional, respondí a quienes dudaban con una sonrisa de valentía y de desprecio: es más fácil que la tierra abandone su eje que este hombre la República..(…)..¿Pero dónde se encuentra?- me preguntaban-. No sé el nombre del lugar donde se encuentra-respondí-, pero se halla en la República, trabaja por la República y morirá por la República.”.
Cuando la guerrilla juarista empezó a minar al desgastado ejército francés, un barril sin fondo para las finanzas del imperio que esperaba una victoria rápida, Don Benito empezó a remontar sus huellas hacia la ciudad de México.
Al rebasar la frontera del estado que había resguardado la integridad republicana, Juárez exclamó:"!!Ah, Chihuahua!!!"
Por su universalidad, la frase debió haber sido titular de primera plana de los principales diarios del momento. ¡!Ah, Chihuhua!! Otra expresión fundacional, exclamativa, que revela otras connotaciones de la mexicanidad más allà del mito de Aztlán, el Aguila devorando la serpiente- y viceversa-, y el estilo Jalisco…que cuando pierde, arrebata..
"!Que viva Juárez!!", grita ahora con euforia y angustia fronteriza el migrante michoacano Juan Gabriel, honrando a la ciudad que lo acogió desde niño, la antigua Villa de Paso del Norte, rebautizada como Ciudad Juárez por el régimen del todavía liberal Porfirio Díaz, en 1888. La ensangrentada Juaritos…
Y si los gringos festejan el 5 de mayo, es porque sí tuvieron que ver con la derrota del ejército imperial francés en esa fecha.Una vez concluida la Guerra Civil, el presidente Andrew Jonhson- sucesor de Lincoln, asesinado el 15 de abril de 1865- envió 100 mil hombres a la frontera para presionar la salida de los soldados franceses de territorio mexicano, y apuntalar sus exigencias diplomáticas.
Además, buena parte del arsenal inutilizado en la posguerra fue derivado a los republicanos juaristas.( Se portaron mejor los gringos en este brete que los latifundistas del Bajío, abastecedores del gobierno juarista: los paisanos de Fox subieron los precios de producto básicos en los momentos críticos.)
JUÁREZ EN EL GYM...
Las horas más ansiadas eran las de Educación Física, pues nos trasladábamos a los campos de la Casa de la Juventud, recién inaugurada por el presidente Adolfo López Mateos, donde nos esperaba la extrovertida figura de Anselmo Romero, la primera imagen que del pensamiento subversivo, de izquierda, tuvimos quienes ya mostrábamos interés por el tema político.
Anselmo era el otro extremo ideológico del Establishment de la Morelos, encabezado por el Tablita y el Macanita, obviamente fervorosos defensores del régimen de la Revolución Mexicana, entonces en la etapa álgida del “desarrollo estabilizador”, sin las crisis económicas y morales que luego se harían recurrentes y terminales.
Entre ejercicio y ejercicio, Anselmo nos hablaba de otras revoluciones: la soviética, la cubana, la china, y de las guerras imperialistas en Indochina y Latinoamérica. Castro, el Che(todavìa ministro cubano), Mao, Trotsky, pero sobre todos ellos, uno muy nuestro: Benito Juárez García, el Benemérito de las Américas.
Estos eran los nombres propios que el profesor de Educación Física pronunciaba con una familiaridad que pronto hicimos nuestra, a la vez que empezamos a leer revistas como Sucesos y Siempre!, periódicos como El Día, y a escuchar Radio Habana por onda corta.
Anselmo era el otro extremo ideológico del Establishment de la Morelos, encabezado por el Tablita y el Macanita, obviamente fervorosos defensores del régimen de la Revolución Mexicana, entonces en la etapa álgida del “desarrollo estabilizador”, sin las crisis económicas y morales que luego se harían recurrentes y terminales.
Entre ejercicio y ejercicio, Anselmo nos hablaba de otras revoluciones: la soviética, la cubana, la china, y de las guerras imperialistas en Indochina y Latinoamérica. Castro, el Che(todavìa ministro cubano), Mao, Trotsky, pero sobre todos ellos, uno muy nuestro: Benito Juárez García, el Benemérito de las Américas.
Estos eran los nombres propios que el profesor de Educación Física pronunciaba con una familiaridad que pronto hicimos nuestra, a la vez que empezamos a leer revistas como Sucesos y Siempre!, periódicos como El Día, y a escuchar Radio Habana por onda corta.
Quizás sin proponérselo, Anselmo asumía el Gimnasio en el sentido griego.
La raíz etimológica de gym, significaba y significa desnudez. La gymnasia, entonces, sería el movimiento armónico, librador, holístico, de los cuerpos y las psiques al desnudo.
El gimnasio platónico, no era solamente el espacio para el despliegue del músculo y la sacudida visceral, somática, sino también para el ejercicio de las potencias de la inteligencia, el instinto creativo en las artes y en las ciencias.
Anselmo exponía y preguntaba. Te invitaba a subir a la Palestra, otro concepto herencia de la cultura griega, que como el gimnasio derivó de la cultura física a la cultura integral del cuerpo y del alma: del escenario de las competencias luchísticas, al foro del debate intelectual, la expresión artística y la difusión de la cultura.
Cronista de su tiempo, sabía imprimirle a sus estampas históricas la carga dramática que se nos regateaba en las aulas con los tediosos dictados por parte de mentores perezosos y anquilosados.
Entre todas las estampas del amplio repertorio anselmista, me quedo con una que vuelvo a escuchar como si estuviera bajo la sombra de los tabachines o en el dog out de los mágicos campos de la Casa de la Juventud:
El retorno de Margarita Maza de Juárez al país, a la patria salvada por su amado Benito, el Presidente Benito Juárez García, convertido en la figura universal del momento, al lado de Lincoln, por su épica resistencia itinerante, republicana, a la invasión francesa de Napoleón III, y su triunfo final sobre el usurpador Maximiliano, fusilado en el Cerro de las Campanas, luego de sortear, implacable, impertérrito, tremendas presiones internacionales, y el muy personal ruego de las esposas(una de ellas embarazada) e hijos de Marimón y Mejía..
Durante el exilio en Nueva York, la familia Juárez había perdido dos hijos, muertos por complicaciones respiratorias propiciadas por la falta de calefacción, y otras carencias producto de la modestia económica, el decoro republicano asumido por Juárez, seguido al pie de la letra por su embajador en Washington, Matías Romero, con el mar de fondo de la Guerra de Secesión estadounidense.
Margarita y familia llegaron a Veracruz bajo la amenaza de secuestro de Antonio López de Sana Ana, quien se había pertrechado en una fragata en esas aguas. En carrozas, siguieron su apoteótica marcha hacia Orizaba. En un carruaje jalado por mulas iba el equipaje, y en la carroza grande iban los ataúdes de Toñito y
Pepito.
Luego de pernoctar en Puebla, que como todo México había echado sus campanas al vuelo, la mañana del 23 de julio de 1867, la primera dama del momento ecuménico, Margarita y familiares, vivo y muertos, enfilaron rumbo a la Ciudad de México.
El presidente Juárez, Benito, fue a tan esperado encuentro en el pueblo de Ayotla, elegido para evitar los tumultos de una patria alborozada, y los flashazos de la prensa mundial, sobre todo de la Europea.
El Benemérito llegó en su emblemático carruaje negro, estrenando levita y un bastón de mando obsequio del pueblo zacatecano al paso de su marcha triunfal hacia la capital de la República restaurada. Bajó del carruaje con la prestancia de un hombre enamorado, y con un ramillete de flores en las manos camino hacia Margarita, todavía escoltada por el ejército Republicano, quien también fue hacia su hombre, el Gran Hombre.
En los últimos metros Juárez aceleró el paso, trotó, corrió. Margarita y Benito se fundieron en un abrazo, para luego postrarse ante los cuerpos de sus hijos muertos en el exilio neoyorquino, y besar su frente embalsamada.
1 comentario:
Amigo: Transcribo la carta que Victor Hugo enviara a los poblanos en aquellos turbulentos días.
"HABITANTES DE PUEBLA:
Tenéis razón en creerme con vosotros,
Francia no os hace la guerra, es el IMPERIO.
Estoy con vosotros, vosotros y yo combatimos contra el imperio, vosotros en vuestra Patria y yo en el destierro.
Luchad, combatid, sed terribles y si creéis que mi nombre os puede servir de algo, aprovechadle, apuntad a ese hombre a la cabeza, con el proyectil de la libertad.
Valientes hombres de México resistid.
La República está con vosotros y hace ondear sobre vuestras cabezas, la bandera de Francia con su arcoiris y la bandera de América con sus estrellas.
Esperad, vuestra heroica resistencia se apoya en el Derecho y tiene en su favor la certidumbre de la justicia.
AL ATENTADO CONTRA LA REPUBLICA MEXICANA, CONTINUA EL ATENTADO CONTRA LA REPUBLICA FRANCESA.
Una emboscada completa la otra.
El Imperio fracasará en esa tentativa infame, así lo creo y vosotros venceréis, pero ya venzáis o seáis vencidos, la Francia continuará siendo vuestra hermana, hermana de vuestra gloria y de vuestro infortunio y yo ya que apeláis a mi nombre, os repito que estoy con vosotros, si sois vencedores , os ofrezco mi fraternidad de ciudadano, si sois vencidos, mi fraternidad de proscrito".
Víctor Hugo
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