jueves, 16 de febrero de 2012

El hechizo de la liviandad



JACOBO ZABLUDOVSKI
14 Febrero 2012
Cualquiera diría que las puertas de Los Pinos son obra de Ghiberti.

Vista la perenne sonrisa de doña Josefina, la mujer más cercana a la Presidencia en la historia de México, uno piensa que se sacó la lotería, su esposo le mandó un ramo de tulipanes o de plano confunde las puertas del baptisterio de Florencia con las rejas cantadas por Herminio Kenny. Posiblemente, alguna desviación mística la hace considerar esas puertas que Miguel Ángel creyó dignas de abrir el paraíso, semejantes a las de Pandora que, si llega, encontrará en la oficina del Poder Ejecutivo. Acaso está segura de que ahí un blanco diván de tul arrullará su exquisito abandono de mujer.
La cita del gran Agustín me la sugiere su rostro alabastrino. Más congruente con la enorme responsabilidad a la que aspira sería un semblante invadido por la palidez de una magnolia que la sonrisa Colgate, dientes de perlas, labios de coral, impresa en su cara como denominación de origen desde que su PAN la hizo candidata. Una serie de reuniones intrascendentes y una polémica con Cuauhtémoc sobre la maternidad de una frase antigua y manoseada (“Un México para todos”), distraen su pensamiento de problemas cuya solución queremos ver planteada con el respeto que merece un pueblo adulto y la seriedad obligada por el desastre, basado en cifras, capaz de borrar no la sonrisa, sino la esperanza a quien conserve restos de ella.
El número de pobres creció en México a 52 millones en 2011. El jueves, junto a la carcajada fotográfica de doña Josefina, se publican los datos del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social. Al número de pobres, más de 50 millones, se agregan 3.2 millones, cosecha de la ineptitud y el despilfarro. Uno de cada dos mexicanos vive en la miseria. Más mexicanos pobres y en peor pobreza. Coneval: “Creció la población que carece de acceso a la alimentación, la cual aumentó 4.2 millones entre 2008 y 2010, así como se redujo el ingreso real de los hogares”.
“De la población indígena más de 40% padece mala nutrición, agravada por sus condiciones de marginalidad y exclusión… la desnutrición de niños indígenas duplica el promedio nacional… el poder adquisitivo del ingreso laboral cayó entre 2008 y 2010 y no ha retomado el nivel previo a la crisis”, afirma Coneval y agrega: “El PIB per cápita fue sólo de 2% anual, muy bajo para las necesidades económicas de la población”.
Otras noticias documentan el optimismo: “Según datos oficiales, de diciembre de 2006 a septiembre de 2011 hubo 47 mil 500 asesinatos relacionados con el crimen”. Cada día desertan del bachillerato 3 mil jóvenes, obligados por la pobreza extrema. “El Gobierno de Estados Unidos pone en alerta a sus ciudadanos que viajan a México por los serios problemas de violencia y crimen organizado que vive el País, causa del aumento de turistas norteamericanos asesinados”. Son algunas noticias tomadas al azar entre muchas otras evidentes y sintomáticas.
Los tres candidatos a la Presidencia de México disponen de cuatro meses y medio para convencernos. Si quieren lograr nuestro voto deben recurrir a algo más que la cosmética y ofrecernos soluciones basadas en la realidad dramática del País. La señora Vázquez Mota, en esta primera semana de precandidata, se ha dedicado a probar que su extracción clasemediera, cualidad a su favor, no se limita a lo económico y social y abarca también lo intelectual.
En medio de la tempestad, quien aspira a conducir la nave debe explicarnos cómo la dirigirá cuando ocupe el puente de mando, llamarnos a trabajos concretos, a unir nuestros esfuerzos con argumentos proporcionales al peligro y no contagiarnos de cierto hastío, pavo real que se aburre de luz en la tarde.
Sus dos contrincantes, expuestos sus programas y fijadas sus metas, nos dicen cómo pretenden llegar a ellas. Doña Josefina suele irse por las ramas cuando se trata de definir el destino de los recursos naturales, de la educación laica, de los derechos de los trabajadores, del combate sin demagogias contra la pobreza, de la lucha contra la diferencia entre los pocos riquísimos y los muchos paupérrimos, de la emigración de los hambrientos, de la falta de oportunidades para los jóvenes, de la corrupción impune y creciente, de la inseguridad y la guerra desastrosa contra el crimen, entre otros asuntos más merecedores de su atención que los triviales consumidores de su tiempo. El nivel adonde quiere llegar la obliga a revisar su propuesta a ciudadanos hartos, fatigados, escarmentados, sobrevivientes de la injusticia.
Tal vez le cuesta trabajo elevarse sobre la desértica mediocridad de su partido, azul como una ojera de mujer. 

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