martes, 14 de febrero de 2012

En defensa de la Normal...

LA SUERTE ESTÁ ECHADA. (279)
15 FEBRERO DE 2010

Bobby García.

La Normal Urbana. La piel que nos cinceló.

Pienso que es indiscutible la tesis de que los maestros viejos fueron producto de esa sociedad “vieja” que vibraba con la bondad, la verdad, la honestidad y el amor a su profesión. Eran –o somos- muy amigos de la moral, de la axiología, pues. Seguramente que toda regla tiene su excepción. Seguramente que hay maestros de la nueva guardia que también hacen la excepción de la regla. Pero no solo en el magisterio se respiraban los aires bondadosos de la ética y sus valores, no, la vieja sociedad tenía muy plantada la tesis de la honestidad, la amistad y la responsabilidad.

Soy de los viejos maestros que nos forjamos a golpe de sacrificios y pobrezas. Cursamos la educación secundaria y parte de la Normal en el viejo edificio que nos cobijó por muchos años y que hoy es una sala de espectáculos o algo así. Queda a espaldas del Instituto de la Juventud y de un estacionamiento público. Recuerdo los días que pasaba mirando hacia la nevería que estaba un lado… creo que se llamaba La flor de La Paz. En aquella época se empezaba a vender las famosas leches malteadas… ¡Nunca pude comprar una! Habíamos un centenar de casi niños y jóvenes que vivíamos en el internado de varones (donde hoy está El Águila) y diariamente pasábamos por la plaza central para llegar a la escuela. No tengo idea en qué año el edificio que hoy ocupa la Normal Urbana, albergó a los estudiantes. Lo que sí recuerdo es que un día los estudiantes del internado fueron llevados al nuevo, que es el que actualmente funciona. A un grupo nos mantuvieron en el internado viejo y todos los días llegaba un autobús amarillo y nos trasladaba a la Normal. Algunas veces me fui a bañar al nuevo internado. ¡Era un primor bañarse pues había regaderas y pisos con mosaico! Me recibí en 1958 y recuerdo que se comentó que “era la primera generación que se recibía en el nuevo edificio”. No sé si sea cierto. Lo cierto es que no olvido la cancha que sirvió de escenario para la clausura. Es la misma cancha que hoy sirve para muchas ceremonias. En 1958 era una cancha solitaria pues aparte de los salones, que estaban de la entrada a la izquierda, ¡no había nada!, era un llano impresionante. En aquella época jugaba béisbol y pichoneábamos en el enorme campo que está un lado. En la ciudad había dos ligas de béisbol: la Paz Cortés y la del Santuario. Yo jugaba con Los Aguiluchos, comandados por Nechí Cota. Cada 5 de febrero había un juego de estrellas y como yo era estrella siempre estaba seleccionado. En una jugada –que todavía me duele- realicé una enorme barrida en el home y el brazo derecho se me fue para atrás, sentí que todo el miembro se entumía. Terminó el juego y me fui al internado con un raro dolor en el hombro. En la noche levanté la cobija para sacudirla y el brazo me quedó para arriba y batallé para bajarlo. Desde entonces perdí la facultad de jugar. Un día Toño Sandoval, cachanía muy buen beisbolista me dice: Bobby, allá, en aquellos mezquites vive un viejito y soba. Vivía frente al internado nuevo. Fuimos, me sobó y casi me desmayo de dolor. Nunca volví y tampoco volví a jugar con los aguerridos Aguiluchos. Pero en aquellos tiempos la Normal era un pequeño edificio con su enorme campo de béisbol y su cancha solitaria. Creo que ahora es de futbol. La casita del sobador desapareció y la Normal fue creciendo en aulas y departamentos. Cuando dejé de jugar la hice de “ampáyer” detrás del home, en juegos de la Normal. Un día bateaba el querido maestro Chale Moreno, mi gran profe de Educación Física. Le lanzan una curva, la deja pasar y lo poncho. Se enojó mucho pero yo era el “ampáyer” y… ¡Alégale al “ampáyer”!... Hoy son otros tiempos pero la Normal Urbana nos tatuó en el alma el pundonor, el coraje y el amor al magisterio. En cualquier escenario la defendimos y la defendemos, la sentimos y la queremos… ¡Y cómo no!, si nos hizo amantes de lo bello y la grandeza. Mi correo: raudel_tartaro@hotmail.com

PASEMOS EL RUBICÓN: Se fue llenando de aromas de gis y pizarrones, de nuevas huellas, nuevas sonrisas, nuevas miradas y nuevos amores juveniles. Nacieron pasillos y más aulas, la biblioteca, nuevas áreas administrativas, nuevas ceremonias de aniversario en la vieja cancha que hoy está encerrada entre cemento. Pero es la misma que abrazó mi incertidumbre de nacer al magisterio sin saber qué haría. Y de un día para otro la mutilan y le fincan departamentos que no son de la Normal. Y hace poco dijeron que en su cuerpo plantarían nuevas oficinas de la SEP. ¡Y tanto espacio que hay en la SEP y en otras partes!. El espacio de la Normal no debe ser mancillado ni una pulgada más… Alea Jacta Est.   

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