domingo, 24 de agosto de 2008

EL ECO DE LA SANGRE: DE JESUS A NATALIA


ENSENADA.-Escribo estas líneas en el estudio que fuera de mi padre y ahora lo es de mi hermana Gema, la generosa anfitriona que ya tiene un buen rato lidiando con la más pequeña de sus sobrinas, la encantadora y tremenda Natalia, primogénita de mi hija Liza, por quien he accedido a la insólita condición de Amoroso Abuelo(AA), que ha empezado a asimilar aquello de que los nietos se llegan a querer más que los hijos.

Después de un arribo ensimismado y desdeñoso desde su nativa Tijuana, desafiando el mal tiempo, Natalia se ha deschongado totalmente en la sala, desde donde llegan sus cánticos y sus arengas, mientras AA intenta aislarse y darle seguimiento a la versión estenográfica de una extensa entrevista que el periodista radiofónico y declamador, Adrián Ojeda Escamilla, sostuvo con Jesús López Gastélum, pocos meses antes de la muerte del maestro, político, periodista y poeta, nativo de Santa Rosalía.

¿Nativo de Santa Rosalía? Sí y no. No porque la historia real dice que López Gastélum nació en Los Angeles, California, un 10 de mayo de 1927. Sí, porque más allá de las circunstancias y las contingencias del nacimiento, están las raíces afectivas y emocionales, la educación sentimental, que constituyen la verdadera filiación del hombre y de su personaje.

Por ello, quien fuera uno de los columnistas más leídos y polémicos del medio periodístico bajacaliforniano, fronterizo y peninsular, campeón nacional de oratoria en 1961, poeta laureado, fundador de escuelas primarias, secundarias y normales, diputado, efímero funcionario estatal, no duda en reiterar lo que siempre dijo: “Nací en Providencia...en Ranchería... un campamento minero devastado y borrado del mapa por el ciclón de 1933.”

Y de aquí a San Luciano, otro grupo minero fundado alrededor de una escuelita primaria de la que mi abuela, la maestra Juana Gastélum viuda López, fue la primera directora, y donde el futuro autor de La Bufadora y California del Sur, cursaría casi toda esta etapa escolar al tiempo que tomaba el Tiro Williams como el escenario predilecto de sus juegos infantiles.

“Bajar al fondo del tiro a ver la faena, fue una de las experiencias definitivas de mi vida”, detalla el entrevistado con una voz decantada por la enfermedad hepática terminal, en una impactante regresión a los timbres de la infancia y la adolescencia.

San Luciano llegó a ser uno de los mejores grupos mineros de toda la región con una infraestructura industrial de vanguardia. Como complemento al prodigio tecnológico del William, estaban los funiculares, las “maravillosas canastillas voladoras” que transportaban los tesoros de la entraña peninsular.

Incluso había un sitio de taxis que conectaba con Santa Rosalía y urbes aledañas. Don Antonio Santiago, Saiza, el Pepe Luis, el Chema, el Joropedito y Jerez, son algunos nombres de aquellos pioneros del transporte público terrisureño que el memorioso JLG no podía dejar de evocar en los umbrales de la muerte que lo alcanzaría un tres de mayo de 1998.

Como tampoco pudo olvidar el de su maestro de sexto: Carlos Arnaut, el Chale, de Todos Santos, en la escuela Benito Juárez, de Santa Rosalía,
pues tras cada nombre, habita un personaje, palpita un mundo de anécdotas, vidas y más vidas entrecruzadas con la propia en una síntesis del espíritu de una época.

Concluida la escuela primaria, de regreso a San Luciano, el destino le tenía preparada una sorpresa, un giro que lo llevó al encuentro de su vocación.
En una de sus visitas al campamento minero, el ex presidente Lázaro Cárdenas, a la sazón comandante en jefe de las operaciones militares del Pacífico-quien siempre llegaba a comer a la escuela o al sindicato- , le preguntó a la directora qué pensaba hacer con el jovencito de 13 años.
Como toda respuesta, la maestra empezó a llorar. Era muy difícil imaginar el futuro desde aquellos confines geográficos y económicos.

“No se preocupe, Juanita, va a ser maestro como tú”, sentenció Cárdenas.
Sería el mes de septiembre de 1940 cuando el general subió a su jeep al pequeño Jesús y lo llevó a inscribirse a la normal rural de San Ignacio, aunque el nuevo aspirante magisterial no tuviera la edad mínima exigida por las autoridades educativas.

“En San Ignacio confluíamos –explica quien por más de tres décadas fuera el autor de la cotidiana columna Punto y Raya-los que habíamos cursado sexto grado, y los egresados de las escuelas complementarias o experimentales agrícolas de San Jacinto y San Bruno. Fueron cuatro años de formación como maestro y como hombre. Los cuatro años más felices de mi vida con todo y
los frijoles con gorgojo, ración de 60 centavos diarios, overoles, zapatos de minero. Ahí tenías que joderte desde las cinco de la mañana. Teníamos huerta, ganado, marranos, gallinas, dátiles para curtir, hacíamos jabón. En San Ignacio aprendí a tocar la guitarra y me integré a la orquesta de la normal. Tocar en los bailes y las serenatas fue siempre una experiencia fascinante.
“Mi debut magisterial fue a los 17 años, en La Paz... gracias al buen criterio de don Franciso J. Múgica, entonces gobernador del territorio, que consideraba que los jóvenes deberíamos ir a los centro urbanos, mientras los mayores, con mayor experiencia, a la zona rural. En La Paz estuve en la escuela 18 de Marzo, la más importante, atendiendo a los grupos de cuarto y quinto, pues el sexto lo tenía acaparado Luis Savín. En 1948 regresé a Santa Rosalía, a la Antonio F Delgado, donde trabajé hasta que me vine al norte, en 1954.
“Ya venía cesado por el general Olachea Avilés, porque no apoyé al grupo que defendía a la Compañía del Boleo y en cambio formamos un frente amplio de mineros, maestros, alijadores, deportistas, del cual yo era vicepresidente, y Elizondo, quien luego, junto con el Chato Bastidas, se vendió a Olachea, el presidente. Me cesaron y luego tuve que salir por piernas porque me acosaron. Me ponían vigilancia en el callejón de la Calle 12, no sin antes haberme tratado de seducir con tentadoras ofertas: una diputación federal y hasta un ofrecimiento de Olachea de ser mi padrino de bodas.
“Afortunadamente, la esposa del mayor Torre, representante de Olachea en Santa Rosalía, la maestra Rivera, era muy amiga de mi madre y le dio el pitazo: el temible Exiquio estaba en camino con órdenes superiores de eliminarme como lo habían hecho con otros luchadores sociales. No había tiempo que perder y me comuniqué con Lorenzo López González, que era el secretario particular de Braulio Maldonado, flamante gobernador del Estado 29, y fundador de la Dirección Cívica y Cultural, hoy Secretaría de Educación y Bienestar Social (SEBS). Cuando Lorenzo me dijo, vente, tomé mi fordcito 46 y me vine. Por órdenes de Braulio me devolvieron mi plaza, con todo y los diez años que había trabajado allá en el Sur.”

Y a todo esto...¿dónde andará Natalia, la bisnieta más joven del ex guitarrista de la orquesta sanignaciana? Parece que sigue con sus cánticos y danzas. Voy a ver y luego seguimos platicando. El viernes: los tres grandes del magisterio sudcaliforniano y el músico de las manos ocupadas.








MAESTROS DE MAESTROS

Acosado y cesado por el gobernador del Territorio, general Agustín Olachea Avilés, por andar de revoltoso formando un frente amplio en apoyo a los trabajadores mineros de la Compañía de El Boleo, el joven maestro egresado de la Normal Rural de San Ignacio, Jesús López Gastélum, decidió burlar la vigilancia militar de la Calle 12, y al volante de su fordcito 46, remontar la brecha peninsular rumbo al Estado Norte, que por ese entonces estrenaba gobernador constitucional: el josefino Braulio Maldonado Sández, enemigo jurado de Olachea, y quien por medio de su secretario particular, el maestro paceño Lorenzo López González, fundador del sistema educativo de Baja California, le había prometido la reintegración de sus derechos laborales.

Sigue corriendo la cinta que contiene la extensa charla que poco antes de su muerte, la víspera de su homenaje en Santa Rosalía, JLG sostuviera con el periodista y declamador, Adrián Ojeda Escamilla:
“Lo más productivo en mi carrera profesional fue aquí. Desde fundar jardines, primarias, secundarias, y la normal estatal, de la que fui doce años director fundador a título gratuito, hasta la promoción del deporte en todas las áreas.
Fui presidente de las asociaciones estatales de básquetbol, béisbol, voleibol, atletismo estatal y federativo del básquetbol nacional. En el campo cultural presidí también el Ateneo de Baja California y el Colegio de Literatura. Parte fundamental de mi formación profesional, fueron los cursos de actualización y especialización en la ciudad de México. Elegí el campo de la literatura, y tuve grandes maestros como Arqueles Vela. En estos viajes a la capital también entramos en contacto con figuras políticas de la estatura de Lombardo Toledano y la obra literaria de grandes poetas como Octavio Paz. A Lombardo lo seguíamos a donde se parara. Era un gran orador.”.

En los años setenta, como parte del grupo político de Milton Castellanos, el maestro cachanía incursionó en la política electoral y fue diputado local priísta y presidente del Congreso Estatal, sin dejar de escribir su columna cotidiana en el periódico El mexicano, desde donde sostuvo un encendida y perdurable polémica con el entonces director del diario La Voz de la Frontera, Jesús Blancornelas.
Luego, en el sexenio de Xicotencatl Leyva Mortera, sería un efímero subdirector de la Secretaría de Educación y Bienestar Social (SEBS).

“Xico me habló para que yo fuera el titular de la SEBS- explica don Jesús-, pero a la hora de la hora me quedé en la subsecretaría, y ahí estuve dos años, hasta que me cansé de ser una figura decorativa, y le dije, mira, yo no tengo vocación para esto, yo sé trabajar y conozco mejor que tú y que tu secretario este sistema. Y me vine a Ensenada, a reanudar la función de inspector, hasta la jubilación.

“Aunque seguí militando en el PRI, hasta que me corrieron sin avisarme del consejo político estatal, al que pertenecía por haber sido diputado.
No les gustaba el sentido crítico de mis artículos. El periodista mató al político militante, y qué bueno porque yo tenía, tengo, una idea más noble de la política. Ahora no pertenezco a ningún partido político, aunque simpatizo con el PRD, con algunos enfoques del cardenismo”, puntualiza el autor del extenso y emblemático poema-discurso, Estado 29(algunos de sus versos se encuentran en el mural del Ayuntamiento de Tijuana), magistralmente recreado, junto con California del Sur, La Bufadora y la Musa de Cachanía, por el arte declamatorio de Alán Gorosave.


LOS PERROS POR SU NOMBRE.

Pero de lo que más le gusta hablar a JLG es del nativo Sur. “Resido en Ensenada, pero vivo en Santo Rosalía”, solía decir y se lo repite a Adrían, en lo que sería su último testimonio de viva voz.

Poderosa es la nostalgia, que aclara la memoria y va desgranando los nombres de los antiguos compañeros de aventura magisterial y existencial:
El líder sindical, poeta y orador, Miguel Liera Ibarra, su pareja artística, Chuy Villegas, los músicos Luis Alamillo y Jerónimo Ahumada, los Pedrín de San José del Cabo, el ejemplar maestro Armando Murillo, relevo de la madre en la dirección de la escuela Héroes de Nacozari, de San Luciano, entre tantos y tantos otros.
Y cómo olvidar aquel Primer Encuentro de Escritores de la Península de Baja California, de 1967, auspiciado por el gobernador terrisureño, Hugo Cervantes del Río, su amigo, a quien había conocido en un certamen nacional de oratoria.

Rubén Vizcaíno Valencia encabezaba a las cruzados fronterizos y Jesús Castro Agúndez, a los sureños. Don Chucho Castro, un maestro de maestros:

“Para mi Jesús Castro Agúndez es el número uno del magisterio sudcaliforniano por su carácter formador, y en ese mismo nivel colocaría a Lorenzo López, por creador, por inquieto, por visionario, por haber concebido todo este sistema desde el jardín de niños hasta la universidad, sin un presupuesto y a veces con la contra del gobernador. Lorenzo era todo un líder. Otro maestro de maestros sería Alfredo Green González, de San José, hijo fuera de matrimonio de Ildefonso Green. Los tres fueron fundadores de la Normal de Todos Santos, y estuvieron presentes en el cambio de la Normal Regional Campesina, a la Normal Rural de San Ignacio, que es a donde yo entré, y en otros muchos movimientos fundacionales.

“Yo ya no conocí en el aula a Chucho Castro ni a Lorenzo ni a Green.
Ellos ya estaban en México, en otros niveles de la SEP. Chucho Castro era de los que si te veía fumando tenías que meterte el cigarro en la boca y tragártelo, porque si no te daba un patadón o un chingadazo que para que quieres. Era un hombre muy grande y muy fuerte. Tiraba ocho metros de bala. Y luego se iba a los ranchos a caballo, le valía madre que no hubiera brecha. Chucho Castro conocía a los perros por su nombre. Fue de ese tipos de maestros misioneros, a diferencia de Lorenzo, que era el tipo inquieto, gestor, que sabía pelear sus propuestas y concretar sus ideas. Era también cantador, tocaba el violín, la guitarra y bohemio a morir, como todos nosotros, un tipo muy humano.”

EL MUSICO DE LAS MANOS OCUPADAS.

Adrián, el entrevistador, vuelve a centrar a su personaje en el tema personal, íntimo:

-¿Y usted fue muy noviero, maestro? – sondea el periodista.

“Noviero no, no porque como era músico tenía las manos ocupadas. Donde se hacían los noviazgos era en los bailes y yo estaba tocando mi instrumento. Además, para mi noviazgo significa amor, por lo que te puedo decir que yo nada más tuve dos novias: una en La Paz y otra en Santa Rosalía, con quien finalmente me casé. Eso fue todo”, concluyó el poeta antes de emprender su último viaje, el de la despedida, a la Santa Rosalía de sus amores, donde una escuela primaria, unos juegos florales y una placa en la barra de una cantina, conservan su nombre.

CASA DE CITAS.-“Beso la frente niña de mis hijos para beber sus sueños/ y estalla incontenible mi propia tempestad/ La aurora acaba de saludar mis lágrimas/ y siento que amanece en mis raíces, en mis raíces...” Jesús López Gastélum, Las Raíces.

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