DF, OTOÑO DE1982.- Declinaba el cocktail party que siguió a la ceremonia de premiación del Certamen Internacional de Poesía Plural 1982.
Ya bien envinadillo, y con el diploma correspondiente a la "mención
honorífica" del concurso ganado por el poeta hondureño, Edgar O` Hara,
enrollado en la bolsa trasera del pantalón, devolvía al mingitorio la uva
reciclada en un fluido ámbar y espumoso, cuando a mi lado
apareció la recia figura de uno de los jurados: Alí Chumacero.
-Gracias por la mención, maestro- le dije a manera de saludo, mientras me
sacudía mi sonrosado e incircunciso miembro.
-Yotelodiyotelodiyotelodi -respondió de corridito, alborozado,
el autor de "Palabras en reposo".
-Gracias, POETA -acerté a decir, un tanto sorprendido por la familiaridad
con que la Alí se dirigía al entonces veinteañero aficionado a la literatura, quien por vez prime ra establecía contacto personal con la enigmática figura del gran poeta mexicano que -en un caso parecido al de Rulfo- no había vuelto a publicar otro libro desde 1956.
-Qué gracias ni que la chingada !Vamos a celebrarlo! !Vámonos!-
ordenó el Presidente del Jurado Calificador y...fuímonos.
Con el híper exquisito cuarto vate sudcaliforniano, Javier Manríquez, uniéndose al
grupo, salimos del salón contiguo a Reforma 18(sede de Excélsior), y
abordamos el destartalado VW del Jesús Collins (un psiconalista lacaniano
miembro de la celula coyoacanense, Sigmund Freud, del PC, también paisano bajapeninsular), y por iniciativa de Alí realizamos una escala estratégica en un "aguaje" de la siniestra colonia Guerrero, donde adquirimos varios pomos con sus respectivas cajas de sodas y botanas.
Luego enfilamos rumbo a la Portales, a la casa del Collins. El anfitrión levantó
a la forzada anfitriona, y el copeo se reinició mientras en el horno crujían varios
pares de codornices.
El Manríquez, erudito, literaturo de a deveras, profesional de la pala
bra, estaba arrobado, subyugado por la aureola literaria y la viril figura
de Alí..
El Penny Manríquez quería meter a huevo a Alí en una conversación emi
nentemente literaria: ¿Por qué dejaste de escribir? ¿Compartes el des
garramiento de Rulfo? ¿Cuántas cuartillas le recortaste a Pedro Páramo?
¿Qué te parece Paz en TV? ¿Te gustan lo Espigos? ¿Qué me dices de la
poesía de Montes de Oca? ¿Te sabes de memoria el Responso del Peregrino?
¿Recuerdas alguna de Amado Nervo?
Y Alí, de espaldas a la trivia:
-Eso vale madre; lo único importante es la mujer: la mujer, la mujer,
la mujer...!A mi se me hace que ustedes son una bola de putos!-, gritó con
su inmarcesible acento nayarita, y esa sonrisa pícara impulsando la copa
para decir salud con los tres desconocidos, que pronto, poco antes del
amanecer, se multiplicarían con la llegada de los sobrevivientes del
Café Concert: el músico Daniel Tuchmann y un elenco internacio
nal de alarido: Oscar Chávez (primo hermano del poeta Eduardo Lizalde), Jorge Buenfil, el Chino Rossi, y varias "tortitas" encandiladas por el fogón del
escenario cantonovero en boga, entre las que se distinguían por su sensualidad, las morritas chihuahenses Gabriela Roel y Lorena
Villatoro, que ya hacían sus pininos en el teatro y el cine
independiente.
Y la luz del alba avivó la hoguera de la fiesta y llegó de nuevo la
noche y con ella otras botellas y otros amigos, todos definitivamente
"fronterizos", borderlines, siempre al filo de la navaja de la vida.
Y el gran Alí seguía en su sitio, presidiendo la fiesta, de traje azul,
impecable, jovial, pleno en su embriaguez, recordando, ahora sí, a Rulfo, a José Carlos Becerra y su parentesco literario con Claudel y Perse; a la revista
Tierra Nueva, a González Durán, José Luis Martínez y Leopoldo Zea, pero
también a la puta de a cinco centavos que a principios de los años trein
ta, lo hiciera hombre allá en Guadalajara.
Al tercer día, Alí se despidió de la maltrecha tripulación, y abandonó la
nave del capitán Collins. Metido en ese elegante traje azul, que en ningún pliegue -ni en el nudo de la corbata -delataba las horas que había servido como piyama, Alí iba fresco y sonriente: tenía que presentar un libro en el Fondo de Cultura Económica.
1997.- Quince años después, en una cantina del centro histórico de Tepic,
muy cerca del busto de Amado Nervo y de la Fundación Cultural Alica,
institución convocante del Premio Nacional de Poesía Alí Chumacero, tuve oportunidad de recordarle al autor de Losa del Desconocido, aquella fenomenal juerga.
-!Pero cállate la boca! Del Fondo me fui con una amiga y se le perdí una
semana a mi mujer! -presumió Ali, flanqueado por Dionisio Morales, Alfonso
Chumacero(hermano del poeta homenajeado), el pintor Miguel Angel Saldaña, y unas suculentas sobrinas que se dejaron venir de Acaponeta a saludar al célebre tío, y a conocer a los premiados..
Y Alí volvió a hablar de su tema favorito: La mujer, las mujeres.
Y a recordar sus primeras gonorreas, su familiaridad con el condón
mucho antes del boom del Sida; a la puta de a cinco centavos que lo hizo
hombre en la Guadalajara de los años treinta; a aquella inolvidable
amante de Morelia, quien 50 años después lo buscaría y lo encontraría
durante un encuentro literario en Zacatecas; sus relaciones peligrosas
con hijas de poderosos funcionarios públicos; y, claro, al gran amor de
su vida: Lourdes, la musa del Responso del peregrino("Mi mejor poema"),
La mujer que le aguantó todo y celó a su hombre hasta el final.
Esta vez, aquel joven poeta bajacaliforniano con el que Alí se había topado en el baño de Reforma 18, llevaba bajo el brazo otro diploma: el del Premio Nacional de Poesía Alí Chumacero.
CASA DE CITAS: "Yo, pecador, a orillas de tus ojos/ miro nacer la tempestad." Alí Chumacero
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