miércoles, 27 de agosto de 2008

LA LECTURA CONTRA EL OSCURANTISMO



Después de los desfiguros europeos de Fox Mandino-inventor de ese gran escritor llamado José Luis Borgues, en la propia sede de la Real Academia de la Lengua-, seguramente el tema de los libros como ventanas hacia otros mundos menos bochornosos, se convirtió en una prioridad histórica de instituciones como el Ayuntamiento de Hermosillo, ciertamente de filiación panista.

El caso de Fox es paradigmático y abarca a buena parte de nuestra clase política, más allá de las diferencias partidistas. Y si no, habría que preguntarles a los vecinos sudcalifornianos, hoy por hoy gobernados por un grupo político rupestre y rapaz, que se dice abanderado de la Revolución Democrática, cuando toda revolución democrática implica necesaria y previa o paralelamente, una Revolución Cultural.

Por lo demás, el analfabetismo funcional y regresivo- el que nos lleva a una etapa anterior a la escritura, explica Federico Campbell, uno de los escritores mexicanos que más han insistido en el tema- , parece ser el signo de los tiempos.
El marketing, la lógica del mercado, sin muchos contrapesos en los países periféricos, y el desarrollo vertiginoso de la tecnología mediática, se han combinado para instalar la dictadura de una subcultura audiovisual produciendo lo que Giovanni Sartori llama Homo Vídens, el ser humano que se alimenta intelectual y emocionalmente mediante la imagen sonorizada.
Quienes hemos incursionado en la academia en diferentes centros de educación media y superior, hemos podido registrar nítidamente esta terrible realidad. Nuestros jóvenes estudiantes no leen, son ágrafos, alérgicos a la cultura escrita y en consecuencia su nivel de redacción es precario.

Quienes actualmente estudian “para comunicólogos”, tienen como modelos del éxito profesional a personajes como Paty Chapoy y Adal Ramones. Pocos, muy pocos, aspiran a integrarse a las heroicas huestes del periodismo escrito, mucho menos a esa añagaza del periodismo cultural, que no produce utilidades constantes y sonantes ni prestigios instantáneos.
Vemos a nuestros jóvenes navegando en la vacuidad del anonimato de la Generación X, atrapados en las heladas aguas del cálculo egoísta de una posmodernidad que se materializó como un promontorio de ruinas vanguardistas y naufragios ideológicos.
La era neoliberal, la entronización del mercado como la nueva deidad-motor de la Historia; el tiempo de la usurocracia globalizada y globalizadora, ha traído aparejada al desastre económico del que hablaba Viviane Forrester, la degradación de los valores humanísticos de los cuales el libro, como reflejo de la actividad del espíritu y de la inteligencia, es baluarte y emblema.
Todo ello al tiempo que los poderes ejecutivos de las grandes corporaciones transnacionales devoran lo que queda de las soberanías nacionales y con ello la diversidad y el peso específico de las culturas.
Vivimos la paradoja de un tiempo en que el desarrollo tecnológico, particularmente el del campo
mediático, nos está sumergiendo en un oscurantismo que tiene como telón de fondo la guerra, la nueva guerra contra el terrorismo, término definido, desde luego, por los presuntos dueños del sentido de la vida y de las palabras, quienes ahora, en calidad de víctimas a partir del 11de septiembre(el del NY 2001, no el de Chile 73), se lanza a una cruzada en nombre de la Justicia Infinita, que en el fondo no es mas que la insistencia de seguir cambiando Blood for Oil, sangre inocente por petróleo- en este caso del Caspio-, el combustible de una siniestra y agónica hegemonía imperial.

A principios del siglo pasado(Zurich, 1916) Hugo Ball, el fundador del Cabaret Voltaire, santuario del movimiento Dadaísta, contaba los avatares de la crisis existencial, espiritual, de conciencia, que la primera guerra mundial provocó en la juventud europea, cuando los valores relacionados como el honor , la valentía, la templanza heroica, el instinto romántico desfogado en la batalla cuerpo a cuerpo, se desvanecieron al entrar en juego instrumentos bélicos hasta entonces desconocidos que aniquilaban masiva y anónimamente.


El Cabaret Voltaire, recuerda Ball, fue punto de encuentro de muchos jóvenes europeos, particularmente alemanes, que huyendo del frente de batalla buscaron en la exacerbación del instinto poético, en la sinrazón de una sensibilidad desbordada hasta la perversión y la impudicia, en la espontaneidad creativa y recreativa del histrión , una razón para seguir vivos, un refugio interior ante la barbarie de su tiempo.
Casi un siglo después, la industria de la guerra ha vuelto a reactivarse y a poner en juego un arsenal bélico de una sofisticación no desprovista de una terrible belleza(Esos deletéreos murciélagos B-52 y aquellos misiles “inteligentes” y “cortamargaritas” sobre los montes de Tora –Bora y las ruinas de la antigua Babilonia ).

Seguramente muchos Cabaret Voltaire deben estar fundándose en diferentes puntos neurálgicos de la Aldea Global-aquí en Hermosillo tenemos desde hace rato centros como el Luna Dance y el Pluma Blanca- como una reacción contra el oscurantismo de las potencias gerenciales confabuladas con el analfabetismo y la rapacidad políticas; como una respuesta a la insensibilidad y el utilitarismo usurocrático, del que ya
Ezra Pound, el trastornado poeta gringo encerrado en la torre de Pisa por su “colaboracionismo” con el fascismo mussoliniano, había dado cuenta en su polémicos “Cantos”.


La facultad de leer-más allá de los letreros de tránsito y las cartas de los restaurantes-no se agota en los libros; necesitamos aprender a leer el espíritu de la época, los signos de nuestro tiempo que parecen confirmar la visión del Dante de la Divina Comedia:”¿Se han acaso cerrado las puertas del Futuro?”

Regresar al libro, al espíritu de la letra, a la cultura humanística, significa reivindicar la obsesión de Sísifo: Reinventar cotidianamente la esperanza, la utopía del futuro, pues no hay porvenir sin esperanza.

Por lo pronto, y ya de salida rumbo al Luna Dance, a la presentación de un libro, repitamos con los dadaístas en medio de la orgía poética:

“Todas las palabras pronunciadas o cantadas aquí, demuestran que este tiempo no ha tenido éxito en su propósito de hacerse respetar”.

*Fragmento de una intervención en un ciclo sobre el tema realizado en febrero del 2002, en Hermosillo, Sonora.

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