lunes, 27 de abril de 2009

CECILIA SOTO:LA TÍA ELISA Y LA INFLUENZA...DEL NUEVO EXCÉLSIOR

27-Abr-2009
La densa concentración urbana de muchas de nuestras ciudades ayuda al contagio.

La vida amorosa de la tía Elisa siempre estuvo rodeada de un aura de misterio romántico. Había enviudado a los dos años de matrimonio, nunca más se casó y tuvo una hija de su fugaz experiencia matrimonial. Intrigada por lo inusual de una viudez tan temprana, le pregunté quién había sido su esposo, qué hacía y por qué había muerto tan inesperadamente. De sus respuestas sólo recuerdo que había sido soldado y murió en Chihuahua, en 1918, por la epidemia de influenza española. Desde entonces, cada vez que tenía que estudiar o leer sobre la Primera Guerra Mundial y la epidemia que causó más muertes que esa conflagración, sentía que se trataba de algo personal y que, detrás de las estadísticas de casos fatales, había historias tan tristes y penosas como la de la tía Elisa.

Lo que más llamaba la atención en el caso de las víctimas de la epidemia de aquellos años era que todas fueron adultos jóvenes y sanos, entre los 20 y los 44 años —como el tío que no conocí—. En el caso de la actual epidemia en México, dos de los datos que más intrigaron a las autoridades sanitarias fueron que la enfermedad no ocurría en invierno, como año con año, y afectaba a adultos jóvenes, fuera de las edades más vulnerables a este tipo de enfermedad: niños y adultos mayores.

¿Cuál podría ser la diferencia fundamental entre estos grupos de edad con el potencial de aumentar la gravedad de esta epidemia? La diferencia básica radica en la maduración y fortaleza del sistema inmunológico de esos grupos. En los niños, el sistema inmunológico se está desarrollando, fortaleciendo y probando día con día. Por ejemplo, los padres de niños con enfermedades alérgicas, es decir, vinculadas al sistema inmunológico, aprenden que sus hijos se enfermarán muy seguido como hasta los 12 años. Después se “curarán”, aparentemente sin causa directa alguna. Su sistema inmunológico está fuerte y pujante y los defiende de manera eficiente. Si los padres tienen la suerte de tener una vida larga y ver llegar a sus hijos a los 40 años o más, verán que regresan las alergias, el asma y otras manifestaciones de un sistema inmunológico que muestra menos fortalezas que en la flor de la vida. Por ello, para las políticas públicas se pone una especial atención a los infantes y a los adultos mayores. Desde 1993, unos estudios sugirieron que uno de los factores agravantes de la epidemia de influenza española que causó la muerte a entre 20 millones y 50 millones de marzo de 1918 a junio de 1919, la mayoría adultos jóvenes sanos, fue precisamente su juventud y su fortaleza. A esto se le ha llamado “tormenta de citocinas”. No soy especialista en la materia y esta información es sólo una hipótesis sobre uno de los factores que intervienen en la actual emergencia de salud.

Las investigaciones indican que cuando se presenta un invasor nuevo para el organismo, como pudiera ser el caso de la variedad del virus AH1N1, que se ha detectado en México y en EU, el sistema inmunológico de un organismo sano y joven, reacciona con gran fuerza y en un patrón de retroalimentación positiva. Es decir, como aprendimos en los textos de Norbert Wiener, “el sistema responde a la detección de una perturbación en la misma dirección de ésta”, y potencia por tanto los efectos dañinos. En una situación normal, por ejemplo ante la presencia de un invasor o virus más o menos conocido, como el portador de una gripe común, el sistema inmunológico reacciona produciendo moco y otras secreciones para librarse del virus y el sistema inmunológico controla la intensidad de esta reacción. Pero, en una “tormenta de citocinas”, el sistema inmunológico del organismo joven reacciona con intensidad inusual y el organismo pierde la capacidad de controlar esta reacción. Entonces, la producción de moco y secreciones llega a bloquear las vías respiratorias y provoca la muerte. Así que, al menos en ese caso, la juventud viene a ser un riesgo mayor que una vida bien vivida durante más de cinco o seis décadas.

Hace poco vimos un ejemplo de la característica intensamente “recursiva” de la sociedad actual y, en esta epidemia, obliga a tomar todas las precauciones. El gesto de Hugo Chávez de regalar el libro Las venas abiertas de América Latina al presidente Obama, hizo que las ventas subieran como la espuma. Es decir, cientos de miles de personas hicieron algo porque otras lo hicieron y el mundo hoy altamente interconectado aumenta el potencial de recursividad. La densa concentración urbana de muchas de nuestras ciudades ayuda al contagio. Pero la facilidad y fluidez para informarnos y tener una actitud responsable ante esta emergencia, nos permitirá no sólo vencerla sino salir del lance con una población más educada en buenas prácticas de salud y quizá todos acabemos saludándonos al modo oriental, con una leve y elegante inclinación de cabeza.

Tener una actitud responsable ante esta emergencia nos permitirá no sólo vencerla sino salir del lance con mejores prácticas de salud.

ceciliasotog@gmail.com

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