jueves, 30 de abril de 2009

HÉCTOR AGUILAR CAMIN: TRIVIA...MILENIO DIARIO

Trivia
Día con día
Héctor Aguilar Camín

2009-04-30•Al Frente

Entre el ser y el no ser, yo
me decidí por la guitarra
Pablo Neruda

Ya que nada serio podemos contra el nuevo mandato de los astros que es la influenza, incurriré en la trivia. Haré una petición de aficionado televisivo al futbol. Una petición trivial.

Nunca he notado tanto la voz de los narradores de los partidos de futbol como este fin de semana, durante los primeros partidos sin público en el estadio que impuso la influenza. Tuve la impresión de que hablaban más que de costumbre.

La exuberancia me pareció explicable. El silencio reina en las gradas. No hay los fanáticos gritando, cantando, aullando, chiflando. Los narradores hablan de más para callar ese silencio.

Mi ocurrencia es que ese silencio podría enseñar a los aficionados televisivos al futbol algo invaluable.

En los estadios sin público pueden escucharse los sonidos íntimos del juego, las voces de los jugadores avisándose, reclamándose, instruyéndose: del entrenador ordenando, del golpeado quejándose, del balón sonando como una cachetada en un pase, como un eco temible en un tapón, como un tambor zumbante en un tiro.

El silencio del estadio vacío deja oír los sonidos del juego, su lenguaje, sus insultos, sus quejas, su desmandada realidad sonora.

Pero los narradores no nos dejan oír eso. Asumen, supongo, que precisamente porque el público está ausente deben hablar más, llenar el vacío sonoro de los estadios con un barroco hablantín de su invención.

Nos roban así la oportunidad única de oír el juego en sus propios términos, en la voz de los jugadores y los sonidos del balón.

Ahora que se avecinan nuevos juegos sin público en los estadios, mi modesta petición a los narradores es que suspendan la narración de vez en cuando y nos dejen oír la voz directa, interjectiva y entrecortada, pero elocuentísima, del juego mismo.

Que llenen de micrófonos el campo de juego, se aseguren de poder captarlo todo y nos dejen oír y aprender cómo suena el futbol a ras de tierra, cómo lo viven y lo hacen sonar quienes lo juegan.

Habrá más improperios de lo deseable, pero más realidad de la que nunca hemos oído en una transmisión televisiva de un partido de futbol.

Admito que mi propuesta es trivial en medio del apocalipsis de la influenza porcina. Pero todo lo que puede decirse de este apocalipsis, en caso de que lo sea, sería igual de trivial, y más trivial aún en caso de que el apocalipsis no lo sea.

hector.aguilarcamin@milenio.com HÉTOR

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