lunes, 27 de abril de 2009

HÉCTOR AGUILAR CAMÍN: INFLUENZA...DE MILENIO DIARIO

Influenza
Día con día
Héctor Aguilar Camín

2009-04-27•Al Frente

Las calles vacías, los estadios de futbol sin público, las misas suspendidas, la gente con tapabocas (el Ejército ha repartido seis millones en la Ciudad de México). Ronda nuestra imaginación la posibilidad del contagio, el miedo al contacto con otros.

Los ilustrados vuelven a sus bibliotecas en busca de grandes narraciones: Daniel Defoe, Diario del año de la plaga o Albert Camus: La peste.

Los ciudadanos de a pie hablan en las esquinas, a la entrada de escuelas cerradas o en los usualmente silenciosos transportes públicos.

Y un aire de fatalidad sopla en las cabezas. Carl Sagan recuerda en Cosmos que desastre, en griego, “significa mala estrella”, y que influenza, palabra italiana, “presupone una influencia astral”. El antiguo, siempre actual, imperio de los astros.

Hay, en efecto, un toque fatal en el brote de la epidemia de influenza (todavía no una pandemia). No es posible predecirla ni prevenirla. En cierto modo, viene del cielo (de los aviones ahora, antes de los barcos).

La capacidad de contener ésta y otras plagas ha crecido extraordinariamente. La influenza o gripe rusa de 1889 mató a un millón de personas; la llamada influenza o gripe española, de 1918-1920, cobró la vida de entre 40 y 100 millones; la gripe asiática de 1957-58, cerca de millón y medio; la gripe de Hong Kong, entre 750 mil y un millón; la reciente gripe aviar de 2003, “sólo” 45 mil.

Nada tienen que ver las últimas cifras con la pandemia del siglo XIV que es el arquetipo de la peste en nuestra imaginación. Un relato de aquello empieza así:

“La península de Crimea estaba ocupada por tártaros (mongoles) que mantenían relaciones comerciales con genoveses y venecianos.

“En 1340 los tártaros, aliados de los venecianos, se enfrentan con los genoveses, que se refugian en la ciudad de Kaffa. Entre los tártaros se desata un brote de peste y las bajas producidas son catapultadas al interior de la ciudad. Al levantarse el sitio, los genoveses diseminan la enfermedad por todos los puertos donde recalan. (Constantinopla y Mesina, en Sicilia).

“Desde Marsella penetra la enfermedad a Francia, España y Portugal. Era tan grande el número de muertos que el papa Clemente VI consagró el río Ródano para poder echar allí los cadáveres que no podían ser enterrados.

“En 1348 la peste atraviesa en barco el canal de la Mancha y llega a Inglaterra, y desde allí, al año siguiente, a Bergen en Noruega. Toda Escandinavia, Alemania y Polonia es infectada. De esta manera, la peste retorna a Rusia, de donde había partido, en el año 1351”.

(Wikipedia, rubro “peste”)

hector.aguilarcamin@milenio.com
HÉCTOR

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