Archivo hache
2009-06-13•Artes plásticas
Centro Cultural Tijuana. Foto: TTG
Desde hace unas semanas Teresa Vicencio dirige el Instituto Nacional de Bellas Artes. Antes de ese cargo, Vicencio se encargaba del Centro Cultural Tijuana (Cecut). Con el cambio comenzó la peor pesadilla retro-centralista en la frontera de las últimas décadas.
El Cecut es la institución cultural fronteriza más importante. Vicencio, en lo general, hizo labor positiva. Pero apenas avizoró su nuevo puesto se olvidó del proyecto, incluso de sus antiguos colaboradores —hoy despedidos por “conspirar”— y dejó la institución naufragar. Ella tuvo que saber que esto iba a pasar. Pudo impedir la entrega de un proyecto de tal magnitud a manos irresponsables. Pero Vicencio prefirió dejar que el barco se hundiese y se marchó a su nueva oficina.
Hoy toda una ciudad sufre las consecuencias.
Fue una especie de intercambio.
A la vez que se llevaba a alguien de la frontera al INBA, se designó a Virgilio Muñoz como nuevo director del Cecut, a pesar de no contar con una trayectoria específicamente cultural, y en cambio, un antecedente que aún hoy nos preocupa: un reporte de la Comisión Binacional de Derechos Humanos en que se evidenció su participación directa en el tráfico de migrantes, hecho por el cual fue destituido como delegado regional del Instituto Nacional de Migración en 1994.
Hace unas semanas hice en televisión una pregunta al respecto y se me acusó de llamarlo “delincuente”, lo cual mostró el clima represivo en la comunidad cultural fronteriza desde su llegada. Prohibido hacer la menor pregunta.
Entre más quieren justificar el nombramiento, más penoso resulta. Absoluto verticalismo anacrónico.
El señor Muñoz es padre del ex secretario particular del presidente Calderón.
Se envió una carta a Conaculta —que sigue sin responder— firmada prácticamente por todos los creadores con trayectoria de la literatura y el arte visual de Tijuana, desde L.H. Crosthwaite y Rosina Conde hasta Pepe Mogt de Nortec y Marcos Erre Ramírez, que fueron apoyados desde otras ciudades por 100 firmas, entre ellas las de Monsiváis, Fadanelli, Sada, Villoro, así como por media decena de becarios del Fonca. Y se podrían reunir 500 más e igual a Conaculta le valdría gorro.
El consenso es claro y el centralismo, sordo.
Apenas llegó el señor Muñoz insultó a los firmantes ninguneándolos (“artistas no, estudiantes”, “mezquinos”) y presumió que él ha estado donde ellos no (en un reporte de Derechos Humanos, imagino) y como remate los llamó “munditos pequeños”, hoy todo un lema.
A pesar de las protestas —que van desde las firmas hasta intervenciones en las instalaciones del Cecut—, no parece haber voluntad de deshacer el dedazo.
“Que se chinguen los de Tijuana” es la consigna y callarlos —con toda clase de artimañas—, la estrategia.
Conaculta como institución no cuenta donde presidente ordena.
Viene nuestra peor época.
2009-06-13•Artes plásticas
Centro Cultural Tijuana. Foto: TTG
Desde hace unas semanas Teresa Vicencio dirige el Instituto Nacional de Bellas Artes. Antes de ese cargo, Vicencio se encargaba del Centro Cultural Tijuana (Cecut). Con el cambio comenzó la peor pesadilla retro-centralista en la frontera de las últimas décadas.
El Cecut es la institución cultural fronteriza más importante. Vicencio, en lo general, hizo labor positiva. Pero apenas avizoró su nuevo puesto se olvidó del proyecto, incluso de sus antiguos colaboradores —hoy despedidos por “conspirar”— y dejó la institución naufragar. Ella tuvo que saber que esto iba a pasar. Pudo impedir la entrega de un proyecto de tal magnitud a manos irresponsables. Pero Vicencio prefirió dejar que el barco se hundiese y se marchó a su nueva oficina.
Hoy toda una ciudad sufre las consecuencias.
Fue una especie de intercambio.
A la vez que se llevaba a alguien de la frontera al INBA, se designó a Virgilio Muñoz como nuevo director del Cecut, a pesar de no contar con una trayectoria específicamente cultural, y en cambio, un antecedente que aún hoy nos preocupa: un reporte de la Comisión Binacional de Derechos Humanos en que se evidenció su participación directa en el tráfico de migrantes, hecho por el cual fue destituido como delegado regional del Instituto Nacional de Migración en 1994.
Hace unas semanas hice en televisión una pregunta al respecto y se me acusó de llamarlo “delincuente”, lo cual mostró el clima represivo en la comunidad cultural fronteriza desde su llegada. Prohibido hacer la menor pregunta.
Entre más quieren justificar el nombramiento, más penoso resulta. Absoluto verticalismo anacrónico.
El señor Muñoz es padre del ex secretario particular del presidente Calderón.
Se envió una carta a Conaculta —que sigue sin responder— firmada prácticamente por todos los creadores con trayectoria de la literatura y el arte visual de Tijuana, desde L.H. Crosthwaite y Rosina Conde hasta Pepe Mogt de Nortec y Marcos Erre Ramírez, que fueron apoyados desde otras ciudades por 100 firmas, entre ellas las de Monsiváis, Fadanelli, Sada, Villoro, así como por media decena de becarios del Fonca. Y se podrían reunir 500 más e igual a Conaculta le valdría gorro.
El consenso es claro y el centralismo, sordo.
Apenas llegó el señor Muñoz insultó a los firmantes ninguneándolos (“artistas no, estudiantes”, “mezquinos”) y presumió que él ha estado donde ellos no (en un reporte de Derechos Humanos, imagino) y como remate los llamó “munditos pequeños”, hoy todo un lema.
A pesar de las protestas —que van desde las firmas hasta intervenciones en las instalaciones del Cecut—, no parece haber voluntad de deshacer el dedazo.
“Que se chinguen los de Tijuana” es la consigna y callarlos —con toda clase de artimañas—, la estrategia.
Conaculta como institución no cuenta donde presidente ordena.
Viene nuestra peor época.
Heriberto Yépez • heribertoyepez@gmail.com
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