ENSENADA.= EN LOS AÑOS OCHENTA, tuve el privilegio de trabajar en mi ALMA MATER, la UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO, como académico y JEFE DEL DEPARTAMENTO DE EDUCACIÓN INTEGRAL de la FES CUAUTITLÁN.
Entre las prerrogativas de los trabajadores universitarios destacaba la de la entrada gratuita a todos los espectáculos culturales y eventos deportivos generados por la UNAM; excepcional oportunidad que pude disfrutar a plenitud al lado de mi esposa y los tres hijos que hasta entonces tenía…(¿O no , Juan Pablo?)
Aunque no era muy aficionado al futbol, no podía dejar de llevarlos, sobre todo a los dos varones, Edmundo y Alaín(Liza prefería las veladas artísticas), a conocer el Estadio Olímpico Universitario, y de paso ver un juego de los PUMAS…
En el “pecado” llevé la “penitencia”: al poco rato ya no querían perderse ningún partido, y ahí me tenían en las gradas del estilizado Sombrero de Charro, con un libro, mi libreta de apuntes, un trozo de carne de caballo con limón y chile y un TAMBO rebosante de cheves.
Un cuarto de siglo después, la llama del amor PUMA SIGUE más que viva en mis hijos, sobre todo en Edmundo, el ENVIADO ESPECIAL de la revista TIJUANA HOY, a la final contra el PACHUCA.
COMPARTO aquí algunos fragmentos de la CRÓNICA de este joven periodista, EX REPORTERO del semanario ZETA, nacido ALLAAAAAAAAAAAAAÁ en La Paaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa, en 1977,
PUMAS CAMPEÓN: UN GRANDE DE SIEMPRE.
Pachuca, Hidalgo.- En una noche nublada y de lluvia caprichosa, a Pumas le
salió lo “grande” sobre la grama perfecta del estadio Huracán y liquidó en el
momento justo al superlíder Pachuca, en una Final de cinco estrellas que
resultó verdaderamente estrujante, imposible de olvidar y que desgarró los
límites del drama… ¡Pumas es el campeón!
Desde hace tiempo, los entrenadores del planeta decidieron cerrar el juego
ofreciendo a la noble afición partidos terribles y Finales aburridísimas. Sin
embargo, la que se jugó el domingo 31 de mayo en la Bella Airosa cumplió con
exactitud los requerimientos del hincha más delirante y exigente. En una de las
finales más angustiantes de años recientes y la de mayor “rating” televisivo
después del Pumas-Chivas del 2004, fiel a su esencia, el cuadro del Pedregal
tuvo que recurrir al carácter y a un esfuerzo ilimitado para completar un guión
verdaderamente peliculesco y convertir la cabecera Sur del Hidalgo en un
manicomio irrepetible, repleto de cánticos, pasión, brincos, lágrimas, alegría
extrema y orgullo total.
Seguramente, los 17 equipos restantes, incluidos desde luego los Tuzos, se
estarán preguntando en estos momentos qué les faltó para estar en el lugar que
ahora ocupa orgullosamente el representativo de la UNAM, que dicho sea de paso,
no invirtió un solo peso en refuerzos para afrontar la campaña que ha coronado
con la consecución de la sexta estrella de su rico historial. La respuesta es
más sencilla de lo que pudiéramos suponer: Pumas fue contundente, dejó la vida
en cada balón y tuvo en la portería, pese al error en el segundo gol del
“Chaco” Giménez, a un verdadero puma sagrado, como lo es Sergio Bernal, quien no
solo ofreció una gran Final, sino también un estupendo torneo.
A unas semanas de cumplir los 55 años de vida, el puma se ha convertido
nuevamente en el equipo de moda en México. Y es que cuando los felinos han
respaldado con éxitos esa personalidad y carisma que siempre los ha distinguido,
suelen superar la popularidad del mismísimo Guadalajara y provocar festejos
multitudinarios y sumamente pintorescos, como el que se vivió la madrugada del
1 de junio debajo de las alas liberadoras del Ángel de la Independencia, hoy…
más dorado que nunca.
Por otra parte, cuando se habla de la mejor afición de México, por costumbre se
menciona en primer lugar a la de Monterrey, pero hace rato que la de Pumas
merece un reconocimiento. La “Rebel”, la “Ultra” y la “Orgullo Azul y Oro”,
discriminadas en esta ocasión por las autoridades del Estado de Hidalgo y la
directiva del Pachuca, han dejado la violencia como una preocupación del pasado
y se han dedicado exclusivamente a profesarle su entrañable cariño al cuadro
estudiantil.
Lo que sucedió por un instante la noche del domingo 31 de Mayo será difícil de
olvidar; por lo imponente para la gente de Pachuca y por lo emotivo para la de
Pumas: tras el error de Bernal a 12 minutos del final del tiempo regular, que a
la postre prolongó la angustia hasta los tiempos extra, los aproximadamente
cinco mil hinchas auriazules que hicieron el viaje le pusieron el pecho –con
todo y puma- a la adversidad y se entregaron a su equipo unidos en un coro
escalofriante que silenció de golpe a las más de 25 mil almas tuzas: “¡Cómo no
te voy a quereeeeeer… Cómo no te voy a quereeeeer… Si mi corazón azul es y mi
piel dorada, siempre te querré…! Un cántico que tomó fuerza en la era de Hugo
Sánchez y que proviene del alma más que de la boca.
Leandro, Bernal, Verón y hasta el “Tuca” –tan criticado por su estilo
conservador- entendieron a la perfección el mensaje del pueblo universitario y
empezaron a labrar el más reciente zarpazo de gloria del cuadro azul y oro,
consumado en el botín derecho de un chamaco nacido en Tlalnepantla hace menos
de 22 años y que está destinado a convertirse en una de las grandes figuras del
balompié mexicano: Pablo Barrera.
TRISTEZA EN PACHUCA
El antiguo estéreo del taxi de don Epifanio transmite un programa deportivo
local en el que sus comentaristas sintetizan lo sucedido la noche anterior en la
Bella Airosa, sin dejar de lado la camiseta albiazul de los Tuzos: “Pachuca fue
infinitamente mejor a Pumas… De no ser por la expulsión de Mustafá, estaríamos
platicando otra cosa. Se salvaron esos pumitas, pero el futbol da revanchas…”,
se alcanza a escuchar a pesar de las notables distorsiones de la señal.
“Es mi programa favorito… siempre dicen la verdad”, me comenta con orgullo el
microempresario del volante de escasa cabellera y bigote a la Tuca Ferretti.
“…la verdad, Pumas es campeón gracias a Calero…”, interviene desde el sonido del
aparato otro de los comentaristas, provocando un cambio radical en el rictus del
taxista, quien apaga con rudeza el radio para posteriormente comentar con
verdadera indignación: “En eso sí no estoy de acuerdo; no podemos echarle toda
la culpa a Calero. Aquí en Pachuca existen dos dioses y uno de ellos es Calero;
el otro es (Gabriel) Caballero. Los dos, pero sobretodo Calero, llevan años en
la ciudad y siempre han ayudado a la gente pobre… no es justo que ahora nos
quieran hacer creer que es el villano”.
Don Epifanio pisa el acelerador con mayor fuerza para vencer el amarillo de un
semáforo y continúa con su monólogo enmarcado por un punzante acento capitalino:
“Me dijo que venía de Tijuana, ¿verdad? Mire, le voy a contar algo porque me dio
confianza, joven. Hoy me siento tan triste y decepcionado como aquel día en que
agarré mi maleta y me regresé de esa ciudad de la que usted viene. Hace muchos
años, yo me robé a mi vieja y me la llevé lejos, tan lejos que llegamos hasta
Tijuana… era mucho el miedo de que nos matara su papá que fuimos a parar hasta
esa esquinita que se ve en el mapa”.
Sin dejar de hablar, el taxista echa un vistazo por el retrovisor para
cerciorarse si su cliente atiende con interés sus palabras.
“Allá la hice de todo. Eran aquellos tiempos cuando llovían dólares en Tijuana y
no balazos, como ahora. Le estoy hablando de principios de los ochenta. Porque
ahora me dicen que los ´gringos´ ya no van y que la Revolución es una tristeza.
Pues bueno, yo trabajé como burro para que no le faltara nada a mi vieja y para
no hacerle más largo el asunto, le cuento que la agarré en el sillón de la sala
con otro cabrón…”, dice el pobre hombre con el rostro desencajado.
Las primeras gotas de la lluvia del lunes 1 de junio caen oportunas sobre el
vidrio del taxi. Son las lágrimas que el chofer posiblemente se tragó y el
llanto general de una localidad que jamás esperó perder el partido más
importante del año y de mucho tiempo.
Epifanio activa los parabrisas de inmediato y prosigue:
“Por eso me regresé y ella se quedó allá con su amante que, para acabarla de
chingar, me correteó a balazos…”, expresa y suelta una carcajada espontánea,
provocada por ese extraño poder que tiene el tiempo de transformar algunas
tragedias en recuerdos chuscos.
“Hoy me acuerdo más que nunca porque esa vieja era mi vida. La quería tanto como
quiero al Pachuca y ahora que nos tocó perder una Final en nuestro estadio, la
tristeza es grande, muy grande, joven. Y lo peor de todo es que la directiva
dejó afuera del estadio a los verdaderos aficionados con esos precios para locos
de 600 y 800 pesos. Esa Final la vieron puros ricos porque aquí la gente está
bien amolada… aquí un peso es un peso”.
Finalmente, el buen hombre detiene el auto y su historia para darme algunas
recomendaciones con respecto a los atractivos turísticos de la ciudad: “Mire,
joven, aquí a la vuelta está el Reloj, tiene más de cien años y dicen que lo
construyeron los ingleses con los mismos ladrillos del Big Ben de Londres. Para
nosotros ya es una costumbre verlo pero a usted le puede gustar. Si quiere comer
algo le recomiendo la barbacoa en el mercado y los pastes… son unas empanadas
pequeñitas que inventaron los mineros hace muchos años”.
-¿Cuánto le debo?, le pregunto ya con los pies en la banqueta.
“25 pesos, amigo… barato para que regrese y porque viene desde Tijuana”.
-“Ahí le van 40, por la historia que me contó”, le digo un poco en broma, un
poco en serio, extendiéndole dos billetes azules.
“No joven, si le cobrara por la historia que le conté, no podría pagarme
ahorita. Con esta historia usted podría hacer una película, un libro o uno de
esos reportajes de los que hace el gordito Faitelson para la televisión…”.
CASA DE CITAS.=”ES TODO, MI FLACO..” E.L.
salió lo “grande” sobre la grama perfecta del estadio Huracán y liquidó en el
momento justo al superlíder Pachuca, en una Final de cinco estrellas que
resultó verdaderamente estrujante, imposible de olvidar y que desgarró los
límites del drama… ¡Pumas es el campeón!
Desde hace tiempo, los entrenadores del planeta decidieron cerrar el juego
ofreciendo a la noble afición partidos terribles y Finales aburridísimas. Sin
embargo, la que se jugó el domingo 31 de mayo en la Bella Airosa cumplió con
exactitud los requerimientos del hincha más delirante y exigente. En una de las
finales más angustiantes de años recientes y la de mayor “rating” televisivo
después del Pumas-Chivas del 2004, fiel a su esencia, el cuadro del Pedregal
tuvo que recurrir al carácter y a un esfuerzo ilimitado para completar un guión
verdaderamente peliculesco y convertir la cabecera Sur del Hidalgo en un
manicomio irrepetible, repleto de cánticos, pasión, brincos, lágrimas, alegría
extrema y orgullo total.
Seguramente, los 17 equipos restantes, incluidos desde luego los Tuzos, se
estarán preguntando en estos momentos qué les faltó para estar en el lugar que
ahora ocupa orgullosamente el representativo de la UNAM, que dicho sea de paso,
no invirtió un solo peso en refuerzos para afrontar la campaña que ha coronado
con la consecución de la sexta estrella de su rico historial. La respuesta es
más sencilla de lo que pudiéramos suponer: Pumas fue contundente, dejó la vida
en cada balón y tuvo en la portería, pese al error en el segundo gol del
“Chaco” Giménez, a un verdadero puma sagrado, como lo es Sergio Bernal, quien no
solo ofreció una gran Final, sino también un estupendo torneo.
A unas semanas de cumplir los 55 años de vida, el puma se ha convertido
nuevamente en el equipo de moda en México. Y es que cuando los felinos han
respaldado con éxitos esa personalidad y carisma que siempre los ha distinguido,
suelen superar la popularidad del mismísimo Guadalajara y provocar festejos
multitudinarios y sumamente pintorescos, como el que se vivió la madrugada del
1 de junio debajo de las alas liberadoras del Ángel de la Independencia, hoy…
más dorado que nunca.
Por otra parte, cuando se habla de la mejor afición de México, por costumbre se
menciona en primer lugar a la de Monterrey, pero hace rato que la de Pumas
merece un reconocimiento. La “Rebel”, la “Ultra” y la “Orgullo Azul y Oro”,
discriminadas en esta ocasión por las autoridades del Estado de Hidalgo y la
directiva del Pachuca, han dejado la violencia como una preocupación del pasado
y se han dedicado exclusivamente a profesarle su entrañable cariño al cuadro
estudiantil.
Lo que sucedió por un instante la noche del domingo 31 de Mayo será difícil de
olvidar; por lo imponente para la gente de Pachuca y por lo emotivo para la de
Pumas: tras el error de Bernal a 12 minutos del final del tiempo regular, que a
la postre prolongó la angustia hasta los tiempos extra, los aproximadamente
cinco mil hinchas auriazules que hicieron el viaje le pusieron el pecho –con
todo y puma- a la adversidad y se entregaron a su equipo unidos en un coro
escalofriante que silenció de golpe a las más de 25 mil almas tuzas: “¡Cómo no
te voy a quereeeeeer… Cómo no te voy a quereeeeer… Si mi corazón azul es y mi
piel dorada, siempre te querré…! Un cántico que tomó fuerza en la era de Hugo
Sánchez y que proviene del alma más que de la boca.
Leandro, Bernal, Verón y hasta el “Tuca” –tan criticado por su estilo
conservador- entendieron a la perfección el mensaje del pueblo universitario y
empezaron a labrar el más reciente zarpazo de gloria del cuadro azul y oro,
consumado en el botín derecho de un chamaco nacido en Tlalnepantla hace menos
de 22 años y que está destinado a convertirse en una de las grandes figuras del
balompié mexicano: Pablo Barrera.
TRISTEZA EN PACHUCA
El antiguo estéreo del taxi de don Epifanio transmite un programa deportivo
local en el que sus comentaristas sintetizan lo sucedido la noche anterior en la
Bella Airosa, sin dejar de lado la camiseta albiazul de los Tuzos: “Pachuca fue
infinitamente mejor a Pumas… De no ser por la expulsión de Mustafá, estaríamos
platicando otra cosa. Se salvaron esos pumitas, pero el futbol da revanchas…”,
se alcanza a escuchar a pesar de las notables distorsiones de la señal.
“Es mi programa favorito… siempre dicen la verdad”, me comenta con orgullo el
microempresario del volante de escasa cabellera y bigote a la Tuca Ferretti.
“…la verdad, Pumas es campeón gracias a Calero…”, interviene desde el sonido del
aparato otro de los comentaristas, provocando un cambio radical en el rictus del
taxista, quien apaga con rudeza el radio para posteriormente comentar con
verdadera indignación: “En eso sí no estoy de acuerdo; no podemos echarle toda
la culpa a Calero. Aquí en Pachuca existen dos dioses y uno de ellos es Calero;
el otro es (Gabriel) Caballero. Los dos, pero sobretodo Calero, llevan años en
la ciudad y siempre han ayudado a la gente pobre… no es justo que ahora nos
quieran hacer creer que es el villano”.
Don Epifanio pisa el acelerador con mayor fuerza para vencer el amarillo de un
semáforo y continúa con su monólogo enmarcado por un punzante acento capitalino:
“Me dijo que venía de Tijuana, ¿verdad? Mire, le voy a contar algo porque me dio
confianza, joven. Hoy me siento tan triste y decepcionado como aquel día en que
agarré mi maleta y me regresé de esa ciudad de la que usted viene. Hace muchos
años, yo me robé a mi vieja y me la llevé lejos, tan lejos que llegamos hasta
Tijuana… era mucho el miedo de que nos matara su papá que fuimos a parar hasta
esa esquinita que se ve en el mapa”.
Sin dejar de hablar, el taxista echa un vistazo por el retrovisor para
cerciorarse si su cliente atiende con interés sus palabras.
“Allá la hice de todo. Eran aquellos tiempos cuando llovían dólares en Tijuana y
no balazos, como ahora. Le estoy hablando de principios de los ochenta. Porque
ahora me dicen que los ´gringos´ ya no van y que la Revolución es una tristeza.
Pues bueno, yo trabajé como burro para que no le faltara nada a mi vieja y para
no hacerle más largo el asunto, le cuento que la agarré en el sillón de la sala
con otro cabrón…”, dice el pobre hombre con el rostro desencajado.
Las primeras gotas de la lluvia del lunes 1 de junio caen oportunas sobre el
vidrio del taxi. Son las lágrimas que el chofer posiblemente se tragó y el
llanto general de una localidad que jamás esperó perder el partido más
importante del año y de mucho tiempo.
Epifanio activa los parabrisas de inmediato y prosigue:
“Por eso me regresé y ella se quedó allá con su amante que, para acabarla de
chingar, me correteó a balazos…”, expresa y suelta una carcajada espontánea,
provocada por ese extraño poder que tiene el tiempo de transformar algunas
tragedias en recuerdos chuscos.
“Hoy me acuerdo más que nunca porque esa vieja era mi vida. La quería tanto como
quiero al Pachuca y ahora que nos tocó perder una Final en nuestro estadio, la
tristeza es grande, muy grande, joven. Y lo peor de todo es que la directiva
dejó afuera del estadio a los verdaderos aficionados con esos precios para locos
de 600 y 800 pesos. Esa Final la vieron puros ricos porque aquí la gente está
bien amolada… aquí un peso es un peso”.
Finalmente, el buen hombre detiene el auto y su historia para darme algunas
recomendaciones con respecto a los atractivos turísticos de la ciudad: “Mire,
joven, aquí a la vuelta está el Reloj, tiene más de cien años y dicen que lo
construyeron los ingleses con los mismos ladrillos del Big Ben de Londres. Para
nosotros ya es una costumbre verlo pero a usted le puede gustar. Si quiere comer
algo le recomiendo la barbacoa en el mercado y los pastes… son unas empanadas
pequeñitas que inventaron los mineros hace muchos años”.
-¿Cuánto le debo?, le pregunto ya con los pies en la banqueta.
“25 pesos, amigo… barato para que regrese y porque viene desde Tijuana”.
-“Ahí le van 40, por la historia que me contó”, le digo un poco en broma, un
poco en serio, extendiéndole dos billetes azules.
“No joven, si le cobrara por la historia que le conté, no podría pagarme
ahorita. Con esta historia usted podría hacer una película, un libro o uno de
esos reportajes de los que hace el gordito Faitelson para la televisión…”.
CASA DE CITAS.=”ES TODO, MI FLACO..” E.L.
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