viernes, 6 de febrero de 2009

SANTO, SANTO, SANTO!!...De Milenio Diario


Hoy no importa que los priistas quieran bajar a Jelipillo del ring de manera harto meliflua, cuando lo que deberían es subirse al cuadrilátero a echarse unos relevos australianos con el Demon Blanquiazul a ver de qué cuero salen más correas. Hoy valen gorro los agarrones cursis por los spots por todos tan temidos entre la Nueva Banda TimbirIFE y las televisoras, tanto como las declaraciones parasitarias del Chucho mayor que afirma categórico: ¿Expulsar al Peje? “Ni que estuviera loco”.

Hoy, que la arena está de bote en bote, el que rifa es el Santo.

25 años sin el Santo pero hagan de cuenta que nunca se fue. Y no es que esté en el corazón de todos los mexicanos como Pedro Infante, pero están tatuados en mi alma llanera sus enmascarados días circulares de lucha, lucha, lucha, no dejes de luchar. Sobre todo aquel momento inenarrable que pasaré a narrar para todos ustedes: El héroe avanza a pasos agigantados en una noche oscura de inquietos luceros. Tras él, una manada de hombres lobo hambrientos de carne humana y vampiros sedientos de sangre sin problemas de coagulación. El enmascarado está exhausto; no tiene ánimos ni músculos para enfrentarse a aquellas bestias nacidas de un éxtasis lujurioso del mismísimo Belcebú. Babeantes, aquellas criaturas lo han rodeado en aquel paraje sin lustre y parsimoniosamente borrascoso. No hay salida. La capa del venerable luchador es levantada por un viento frío que cala hasta los huesos.

Entonces, el enmascarado se yergue intimidando a sus hirsutos perseguidores que se detienen por un instante a examinar a su víctima, escaneándole el cuerpo con sus ojos relampagueantes. Fue cuando Santo levanta los brazos hasta formar con espectacular arquitectura corpórea un Cristo trepado allá en la cruz. La reacción fue inmediata, ante aquella imagen divina, a los hijos de Lucifer los sorprendió una incontenible combustión interna que terminó por convertirlos irremediablemente en cenizas.

El Santo se había vuelto a salvar.

Algo que sólo puede ser comparado con aquella aventura en Haití, donde el gran maestro de la llave de a caballo se enfrentó a los fanáticos del vudú encabezados por una sarcerdotiza que no podía ser más suculenta: Sasha Montenegro.

Y nosotros, seres ateridos frente al televisor de bulbos, no nos quedó más remedio que aplaudir tan tremenda hazaña redentora. Recuerdo haberme abrazado a mi Santo de barro que hacía las veces de alcancía, luego de descubrir que no era de nogal el Santo, pero era un cabrón por eso pesaba tanto.

Por eso se nos fue el Santo al cielo.

jairo.calixto@milenio.com

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