viernes, 14 de agosto de 2009

DESCUBREN RESTOS DEL PADRE TAMARAL..


Proto Mártir católico de B.C.S.
MURIÓ EN LOS CABOS EN 1734

Uno de los hallazgos antropológicos más importantes
Encuentran también el sitio original de la misión de San José del Cabo Añuití


Por Cuauhtémoc Morgan

Una visita poco común recibió el obispo de La Paz, Miguel Ángel Alba Díaz, en agoto de 2007. En sus oficinas lo aguardaba una persona que buscaba entrevistarse con él.

Amable, como siempre ha sido, el obispo cuestiona a este personaje, quien es devoto católico, sobre el motivo de su visita.

─Padre, hemos descubierto los restos del misionero Nicolás Tamaral, están sepultados en San José Viejo junto con sus objetos personales.

El obispo guardó silencio ante tan sorpresiva aseveración y puso atención a su interlocutor, quien narró paso a paso la forma en que ha sido descubierto el sitio original de la misión de San José del Cabo Añuití tan llena de historia. Además en dos excavaciones, fueron hallados los efectos personales del sacerdote jesuita asesinado el 3 de octubre de 1734 en una rebelión de la tribu pericú, suceso que causó en esa época un gran impacto por la importancia de la obra de evangelizadora que emprendió la iglesia católica en la antigua California.

Luego de evaluar por varios minutos la trascendencia de este hallazgo, el obispo solicitó al visitante guardar respeto y discreción por el sagrado lugar y esperar un mejor momento para ahondar en las investigaciones, dada la importancia antropológica e histórica que implica este hallazgo fortuito.

PROTOMÁRTIRES DEL CRISTINISMO
La difícil obra evangelizadora iniciada en las Californias a partir del arribo de los misioneros jesuitas a Loreto en 1697, estuvo plagada de sufrimientos de todo tipo, debido a las carencias y a la gran dificultad que significó cambiar el estilo de vida de los habitantes originales de esta desértica región.

La difusión del cristianismo y la conversión de los nativos, fue realizada por decenas de misioneros que fundaron poblaciones y rancherías a lo largo de la península y que fueron los primeros asentamientos humanos permanentes. Dos de estos valerosos misioneros fueron Lorenzo Carranco, originario de Cholula, Puebla y Nicolás Tamaral, europeo sevillano. El primero se estableció en la misión de Santiago y el segundo, fundó la misión de San José del Cabo Añuití en 1730, cuyo sitio original estuvo en lo que hoy conocemos como el poblado La Playa.

Cambiar el modo de vida de los Californios, fue una labor difícil de realizar para los sacerdotes católicos. Y es que los nativos eran nómadas, y polígamos. Por eso fue muy complicados asentarlos en los sitios misionales y hacerles entender que debían matrimoniarse con una sola mujer. Además ellos amaban su libertad y solo estaban acostumbrados a trabajar en épocas determinadas.

La influencia de los misioneros sobre las tribus, provocó el celo de los “guamas” o cabecillas de los grupos Californios, quienes fomentaron la animadversión de sus congéneres hacia los extranjeros que los hacían cambiar su modo de vida.

De hecho, el misionero jesuita Juan Jacobo Baegert en su libro “Noticias de la Península Americana de California”, describe al pueblo Pericú como “sumamente altanero, inquieto e inaguantable”. En ese marco ocurre una rebelión, un levantamiento diferente a los que antes se habían enfrentado los sacerdotes.

En el sur del estado en 1734 los indios pericúes Boton y Chicori, alborotaban al pueblo secreta y sigilosamente. El objetivo de esta conspiración, según describe Baegert era: “matar a los misioneros, destruir todo rasgo o indicio de la religión cristiana que apenas hace unos diez años la habían abrazado y volver a vivir como antes, sin temor ni oposición, en plena libertad”.

Así las cosas, un grupo importante de indígenas se reúnen el 2 de octubre de 1734 y se trasladan a la misión de Santiago donde asesinan a flechazos, pedradas y garrotazos al sacerdote jesuita Lorenzo Carranco. Fue este un asesinato cruel, realizado con mucho odio y rencor a tal grado que un niño californio que ayudaba al padre en la misión lloraba en el lugar de los hechos, pero fue tomado de sus pies y estrellado contra las paredes la misión hasta causarle la muerte.

Un día después el grupo de pericúes se trasladó a la misión de San José del Cabo Añuití, donde acaba de oficiar la santa misa el padre Nicolás Tamaral. El sacerdote ya se encontraba en la casa de descanso a un costado de la misión hasta donde entran los rebelados, lo derriban y lo arrastran hacia afuera. Ahí el misionero fue atacado con flechas y ya moribundo uno de los alzados lo apuñala “con un cuchillo largo”, según describe Baegert. Junto con Nicolás Tamaral fue destruida también la misión de San José del Cabo Añuití que quedó en el abandono.

De eso forma, Lorenzo Carranco y Nicolás Tamaral se convierten en los protomártires del cristianismo en Las Californias y son un triste recuerdo en la difícil evangelización de esta tierra.

EL DESCUBRIMIENTO

Tuvieron que transcurrir 220 años para que los restos de esta misión fueran descubiertos. Los actuales moradores del lugar solicitaron al reportero mantener en secreto el sitio de la misión, así como las identidades de quienes se han involucrado en los hallazgos, “hasta que la iglesia católica determine lo conducente”.

Es en la población de San José Viejo donde se hizo este hallazgo a mediados de los años 50 del siglo pasado. Al buscar sitios para extraer agua con tecnología rudimentaria, los miembros de una familia realizaron varias excavaciones en su propiedad. En una de estas excavaciones fue encontrada la campana de la misión de San José. En otra de las excavaciones, fueron hallados los restos del padre Nicolás Tamaral, su sotana y otros efectos personales y objetos propios de la iglesia. El patriarca de la familia ordenó que todo esto se enterrara de nuevo, que ya no se siguiera excavando más en la zona “porque yo no deseo tener problemas con cosas de la iglesia”.

Su orden determinante fue obedecida y las cosas encontradas fueron colocadas de nuevo en su lugar, sin embargo los dos sitios fueron señalados con marcas.

Este reportero tuvo oportunidad de ir al sitio de la misión. “Aquí han venido investigadores de otros países y nos preguntan sobre la misión, nosotros pues les damos la poca información que tenemos porque no sabemos mucho de eso”, dice una de las residentes que señala los cimientos de la iglesia sobre los cuales ahora ha construido su vivienda.

Se trata de las bases de la nave principal sobre la que estaba asentada la misión. En estos cimientos se pueden apreciar las ruinas sobre lo que fue una construcción adyacente a la nave principal, que bien puede ser el sitio de descanso del sacerdote. Me piden no tomar fotografías del lugar. Parte de la vivienda se encuentra sobre estos restos arqueológicos.

En el fondo se pueden apreciar los dos sitios que fueron marcados y en los que “nadie ha querido intervenir, las ordenes de mi abuelo fueron que las cosas permanecieran tal cual y hasta el momento nadie ha movido nada, todo ha sido secreto”.

Hoy, solo se espera la determinación del actual jerarca de la iglesia en Baja California Sur para dar a conocer uno de los descubrimientos antropológicos más importantes en los últimos años, y que pueden revelar más datos sobre la obra de los misioneros y su convivencia con los nativos pericúes.

La muerte del misionero Nicolás Tamaral fue determinante en la evangelización de las Californias. Es un triste recuerdo para la iglesia católica que lo rememora de manera permanente con los mosaicos del frontispicio de la misión de San José del Cabo, donde está plasmada la muerte del sacerdote.







La misión de San José del Cabo

La Misión de San José del Cabo, fue establecida por el Padre Nicolás Tamaral, en el mes de abril de 1730 después de haber consagrado a Dios las primicias de la misión en el bautismo de un crecido número de párvulos, celebrado el sábado de gloria del mismo año, después de haber aislado a muchos adultos entre catecúmenos, se puso a buscar un lugar más apropiado para la misión, porque aquel en que se había establecido al principio era muy caliente, muy abundante en moscos y otros insectos perniciosos, y debía ser también malsano por hallarse encerrado entre dos montes. Hallado el lugar a dos
leguas de mar, traslado la misión, edificó la iglesia y casa, consagro en dos poblaciones diversas tribus de salvajes sacadas de los bosques, y se dedicó con tanto celo a su conversión e instrucción, que en el primer año bautizó entre párvulos y adultos 1036, lo cual es tanto más admirable cuanto menos dispuesto estaban aquellos salvajes a abrazar el cristianismo.

“Es, dice, sumamente difícil reducirlos a que dejen el gran número de mujeres que tienen, porque entre ellos es muy numeroso el sexo femenino. Basta decir que los hombres más ordinarios tienen cuando menos dos o tres mujeres. Este es el obstáculo más invencible tanto para los hombres como para las mujeres, para estas porque se ven repudiadas por sus maridos, no hallando quien las quiera, y para ellos, porque cuanto mayor es el número de sus mujeres, están mejor servidos y cada una procura llevar al marido lo mejor que encuentra para ganarle el afecto con preferencia a las otras. Es pues un milagro de la
divina gracia conseguir que estos hombres perezosos y acostumbrados a una vida bestial, se resuelvan a contentarse con una sola mujer, a buscar los alimentos para sí mismos y para sus hijos y a tener una vida racional”.

La misión fue atacada en numerosas veces por los pericúes, quienes en cierta ocasión muy dolorosa mataron al Padre Tamaral en el año de 1734. Y la misión fue abandonada en un lugar que se encontraba aproximadamente a 50 kilómetros al sur de la que corresponde a Santiago, cambiándose posteriormente a donde hoy se conoce como San José del Cabo. Del sitio cambiado, no existe ningún indicio físico en que poder basarnos y hacer una descripción.

De acuerdo al inventario de la misión que se levantó el 25 de junio de 1773 dice lo siguiente;

“Tiene esta misión, una iglesia de jacal, muy reducida y ruinosa; su adorno es un altar con un sagrario dorado muy viejo, una imagen de San José, de talla quebrada, con su Niño Jesús, ambos con la aureola de plata; la vara del santo es de latón y la flor de plata. La casa de los padres misioneros es de adobe y barro, con techo de jacal; tiene una salita y cuarto, bastante reducidos.

De esta misión original hoy no queda nada, solo dibujos de su existencia en aquellos años según el padre Ignacio Tirsch.

Información del gobierno del estado de Baja California Sur.


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Responsable: Cuauhtémoc Morgan.- El texto puede ser editado y reproducido de manera libre, aún sin mencionar al autor – cuauhtemocmorgan@yahoo.com.mx

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