El veneno que fascina es una novela romántica, apegada a la tradición de obras como Cumbres borrascosas, en la cual se juega con la fusión de la prosa y la poesía y cuyo protagonista es un hombre perdido en una pasión.
2009-08-28•Literatura. LABERINTO.
Foto: Mónica González
Quizá donde Jennifer Clement (Connecticut, 1960) ha encontrado a su círculo de lectores más preciado es en Inglaterra. No importa que ella naciera en Estados Unidos o que desde la infancia resida en la Ciudad de México, se educó y de hecho escribe inmersa en la tradición británica. Basta navegar un poco en internet para descubrir que medios como The Guardian del Reino Unido aprecian con generosidad sus trabajos y en específico el más reciente, El veneno que fascina, que apareció por aquellas tierras a principios de 2008. Hace unas semanas la novela llegó a nuestro país bajo el sello español Emecé. Aquí la escritora se enfoca en Emily, una joven descendiente de ingleses afincados en México. Retomando la estructura de la tragedia griega, la autora construye un crisol de sentimientos y pasiones, que tienen como telón de fondo un coro a través del cual circulan historias de asesinatos cometidos por mujeres. En entrevista, quien también escribiera Una historia verdadera basada en mentiras, cuyos derechos adquirió Whoopi Goldberg para llevar al cine, revela las claves de su nueva novela.
El veneno que fascina es una novela muy intensa pero gozosa a la vez, ¿cómo fue su proceso de trabajo?Tienes razón. Para mí la novela tiene dos vertientes como escritora: primero, la investigación que hice sobre los ingleses que vinieron a México y eran mineros, eso requirió mucho trabajo; segundo, el libro está escrito de una manera clásica, como una tragedia griega. En principio se hace el anuncio de todo lo que va a pasar y al final de cada capítulo hay un coro; esta parte también exigió mucha investigación porque no solamente hablan ellos, sino porque me metí en juicios y las leyes. Por ejemplo, hay cosas que reproduzco tal cual, como lo que dijeron las criminales en sus juicios, algunas pueden parecer graciosas, trágicas o surrealistas.
¿En qué momento asumió que la estructura tendría que ser similar a la tragedia griega?
Me interesa la fusión de la poesía y la prosa. En la edición en inglés hay partes que están escritas en verso o en endecasílabos. Por ejemplo, el fragmento alusivo al cabello de Lucrecia Borgia es un poema en prosa, entonces la idea del coro me permitió el juego y la poesía dentro de una prosa más tradicional. En general, cuando escribo lo más importante es la forma, una vez que la tengo todo se vuelve más fácil.
En este caso la historia se supedita totalmente a la anécdota, a la estructura…
En todos mis libros ha sido así, La viuda de Basquiat está escrita como una película muda.
¿El cuidado poético que imprime en inglés se pierde con la traducción? Se lo pregunto partiendo de que es la autora y conoce bien ambos idiomas.
Sí pierde, sobre todo la parte musical. En una nota que publicaron en Inglaterra decían que parecía una ópera, que estaba escrita para ser cantada. No sé si en español conserva ese rasgo. No me complico tanto en eso, si acaso el español que se usa es muy de España y a lo mejor choca un poco porque la novela tiene lugar en México, pero bueno, eso es cosa de la editorial.
¿Por qué no escribe en español?
A veces escribo en español, sobre todo poemas, incluso hice un poema sobre la Alhambra, lo van a publicar en una antología dedicada a ese lugar, pero en general prefiero el inglés porque es mi lengua materna. En México fui a una escuela inglesa, entonces los colegios no estaban incorporados a la SEP y todo era en inglés. Ahora eso ya cambió, pero aprendí dentro de la tradición inglesa. De hecho, aunque soy norteamericana mi carrera ha trascendido en Inglaterra y me siento más parte de esta tradición que de la norteamericana.
En el plano más interno la novela tiene rasgos propios de la tradición inglesa a la que se refiere, en cambio en un territorio exterior tiene guiños muy mexicanos. ¿Qué tan complicado fue hacer que coincidieran ambas escuelas?
En el caso de la novela se tocan en una familia dividida. Uno de los primos se vuelve mexicano. La historia toca muchos temas, pero uno de los más importantes es el racismo. Estas familias pueden ser inglesas o alemanas, pero en realidad no se terminan de integrar. En general los ingleses no se integran a los lugares donde hacen sus colonias.
Sin embargo, el tema central es la pasión, la sexual sobre todo…
En Una historia verdadera basada en mentiras no hay propiamente una historia de amor. Hay un problema que sucede por el encuentro entre la sirvienta y patrón, pero no es una reflexión sobre el amor. En cambio, en esta ocasión me interesó escribir en la tradición de las novelas muy románticas tipo Cumbres borrascosas o Rebeca, es decir, una novela thriller, romántica, pero literaria. Además quería desarrollar el personaje de un hombre que fuera atractivo y complejo. He escrito mucho sobre mujeres, pero quería manejar cómo sería un hombre perdido en una pasión.
¿Cuál es la diferencia al momento de enfrentar la pasión entre un hombre y una mujer?
Es complicado porque cada ser humano es diferente, pero si tuviera que hacer una especie de generalización, creo que el hombre se pierde más.
Habla del reto que implicó trabajar un personaje masculino, ¿cómo fue el trabajo de la construcción de Santiago?
Es extraño, para mí es una especie de hijo de Quetzalcóatl. Por eso también está tan retratada la Ciudad de México. La imagen masculina me sirvió para tomar este mito fundador que siempre me había dado vueltas en la cabeza, y volverlo una historia moderna. Curiosamente está un poco oculto, pero como la novela tiene elementos de thriller las pistas de ello se dan continuamente.
El recurso del thriller le aporta el ritmo a la novela…
Es algo muy interesante, y como escritora, la verdad es que me encantó preguntarme cuánta información doy y en qué dosis para mantener en la intriga. El manejo del thriller es difícil porque el lector tiene que darle tiempo al libro, pues se va construyendo poco a poco y no es sencillo entrar al ritmo de la novela.
La novela tiene una de sus columnas en la complejidad de los personajes. Si bien por momentos parecen desbordados por la circunstancia, tengo la impresión de que siempre supo qué quería de cada uno…
Sí y no. Todos los escritores contamos que hay momentos en que van solos. Por ejemplo, en esta novela el personaje de Angelina, la chica quemada, en un principio pensé que era una niña dulce, pero rápidamente me di cuenta de que era una tirana, que controlaba a todos y los manejaba para que hicieran lo que ella mandaba; fue interesante porque no me había dado cuenta de que ella iba a tomar ese giro. Otro caso es que cuando empecé no me imaginaba que iba a tocar tanto la cuestión del racismo.
¿Cómo fue su relación con lospersonajes?
Es chistoso. A todo mundo le pregunto si les gusta Santiago, a la mayoría de las mujeres les encanta, a los hombres también, pero menos. Me siento cerca de los personajes: el padre de Emily es un ser trágico que retrata todo lo que se está perdiendo en el mundo, él anhela de alguna manera el México de antes.
Regresemos al tema de la musicalidad. ¿Escuchó música mientras escribía la historia?
No, pero me gustó mucho jugar, y por ejemplo, conseguir que Jimi Hendrix y Agustín Lara tuvieran un diálogo. Ésa es una cosa padre que tiene ser escritor: puedes hacer que ocurran cosas que no sucedieron.
¿De sus primeros libros hasta ahora cómo ha cambiado su disciplina de trabajo?
Desgraciadamente no escribo todos los días, uno se tiene que ganar la vida, entonces doy talleres, hago mucha traducción, pero lo que sí me sucede es que llega un momento al escribir un libro donde tengo que estar absolutamente sola y me voy a un hotel cinco o seis días. Me encierro en una habitación para que no me llamen por teléfono y nadie pueda tocar el timbre de la puerta. Entro en una especie de momento sin tiempo en el que no importa cuándo duermo o cuándo como. Es un momento en el que tengo que ver todo sin interrupción. Incluso pongo las hojas en el piso para sentir toda la historia, y eso nada más lo puedo hacer en una gran soledad. Con este libro lo hice como tres veces porque no se me podía perder nada. Héctor González
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