PUEDE uno estar o no de acuerdo con la forma en que el ex candidato presidencial derrochó el enorme capital político conquistado en la carrera presidencial del 2006, pero no podemos desconocer su tesón, terquedad, obstinación , constancia con la que se ha mantenido como un referente insoslayable en los últimos turbulentos años, en los que en cierta forma la historia le ha dado la razón sobre la figura del “pelele”, un presidente rebasado por los acontecimientos.
El pasado domingo AMLO volvió a llenar el Zócalo capitalino, en buena medida respaldado por los grupos clientelares defeños coordinados por el bejaranismo, pero también por las bases sociales de ese movimiento nacional que ha venido construyendo en sus recorridos por el país, sobre todo por las regiones al sur y el sureste del altiplano azteca, donde se localizan los pobres más pobres. En el norte, su movimiento es prácticamente inexistente. Su presencia en ciudades como Guadalajara y Monterrey, es descarnadamente marginal.
Como dice Ricardo Monreal en su más reciente colaboración en Milenio, ahora la situación es muy distinta a la de hace cuatro años, pues Andrés Manuel ya no es jefe de gobierno de la Ciudad de México, ni ocupa cargo público oficial alguno, salvo el “honorario” de Presidente Legítimo .
El propio Peje ha declarado que el dinero que le permite estar en campaña permanente, proviene de las organizaciones civiles y partidistas que lo apoyan, las que le tienen asignado un sueldo de 50 mil pesos mensuales.
Una cantidad simbólica, “ridícula”, para algunos tiburones del cálculo egoísta, utilitario, rentista.
Pero en todo caso, no parece ser el dinero, la acaparación personal de bienes materiales, la obsesión de un político como Andrés Manuel . En todo este tiempo de remar contra la corriente, de romper con su propio partido y decepcionar a muchos de sus aliados originales, no se le ha podido comprobar ningún vínculo con negocios sucios que le hayan redituado un provecho personal.
Se ha sabido del estilo de vida disipado y derrochador de uno de sus hijos, el clásico junior a la mexicana, pero no se ha ido más allá de esa anécdota de los tenis de 12 mil pesos en un zócalo repleto de precaristas urbanos de medias suelas y vernáculos guaraches.
Otro tema sospechoso sería el de la falta de transparencia informativa sobre los recursos invertidos en la construcción de los segundos pisos del periférico en sus tiempos de jefe de gobierno.
Es posible que en esas cuentas alguien, el erario público defeño, haya salido esquilmado a favor del movimiento pejista, pero no hay indicios de un enriquecimiento personal desbocado como el que hemos visto los sudcalifornianos con algunos de sus supuestos correligionarios perredistas.
No es pues la gula por el dinero y la riqueza rápida, el vicio mayor del Peje. Sus pecados capitales responden a su inclinación mesiánica, redentorista, que ha sobrepuesto la creencia , el acto de fe, a los principios racionales que permiten ejercicio intelectual de la política con todas sus consecuencias críticas y autocríticas, bloqueando así- dijo su ex correligionario Roger Bartra-la libre circulación de ideas.
Una actitud incompatible con las aspiraciones democráticas del turbulento México de nuestros días, y con sus propias pretensiones presidenciales.
Sin esa soberbia que lo llevó a cometer la secuela de errores antes y después de la elección del 2006, en estos momentos AMLO sería el candidato único, indiscutible de una izquierda unida y actualizada, y con enormes posibilidades de ser el próximo presidente de México.
Pero no hubo un líder con el perfil de estadista que se abocara a ese trabajo de alta alcurnia política: la construcción de una izquierda moderna, portadora de una cultura política renovadora que cumpliera como instrumento de control de calidad de la militancia, y vacuna contra el pragmatismo ramplón del sumar por sumar.
Calderón, el “espurio”, el “pelele”, confirmó sus pronósticos catastrofistas. No puede con el país. Pero tampoco la izquierda, o las izquierdas, han estado a la altura de las circunstancias. Su debilidad y desfasamiento es tal, que el PRD tuvo que - en un reconocimiento implícito a la impugnada legitimidad de Calderón- aliarse con el partido del presidente con el pretexto de echar de algunos estados a los arraigados cacicazgos, pero con el fin último de presentar un frente común a la candidatura inminente de Peña Nieto, que amenaza con regresar el PRI a Los Pinos, de donde, en los hechos, el tricolor nunca ha salido.
La promiscuidad política ha convertido el escenario público en una mascarada , en un espectáculo travestista en el que espurios y legítimos intercambian atuendos, antifaces, mantras,mientras el dinosaurio priista sigue al asecho, con figuras tan tenebrosas como el hijo putativo de Fernando Gutiérrez Barrios, Manlio Fabio Beltrones , preparando sus coletazos hacia afuera, pero sobre todo, hacia el interior de su partido.
En este panorama, el Peje se representa a sí mismo como un lobo estepario, sin cartera oficial, que sin embargo pudo volver a llenar el Zócalo. Lo que no significa que de la misma manera pueda llenar las urnas constitucionales. Antes tendrá que pasar sobre Ebrard y su jefe Camacho, lo ex salinistas que legitimaron el fraude de Salinas contra Cárdenas el 88. Y las otras tribus perredistas, no afines.
La respuesta pejista ante una eventual y muy probable descalificación en las encuestas (en caso de que acepte someterse a ese escrutinio)a favor de Ebrard, es predecible: será candidato pésele a quien le pese. Su obsesión tiene una base legítima: perdió la elección en términos muy discutidos por un margen mínimo. Nadie le puede quitar el derecho a la revancha.
Su coartada redentorista, además, es inapelable: primero los pobres, en un país mayoritariamente pobre. Que ese pueblo bueno, iluminado por la fe en su palabra, lejos aun de alcanzar la madurez ciudadana, hable por él, por su Mesías, es su esperanza. Otro asunto será concretar la redención popular mediante el ejercicio del poder.
CASA DE CITAS.- “No debemos esconder el fracaso de Zacatecas en las coaliciones, porque es el fenómeno que tenemos que resolver de cara a las elecciones que se avecinan en Guerrero, Michoacán y Baja California Sur, estados que gobernamos.
(…)Somos una fuerza absolutamente marginal y a la baja en Baja California, Chihuahua y Tamaulipas, y ver con mucho detenimiento qué pasó en Tlaxcala y Baja California Sur, donde candidatos perredistas declinaron a favor del PRI”.Alejandro Encinas. Entrevista a Milenio Diario.
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