La Semana de Román Revueltas Retes
Román Revueltas Retes
Foto: Oswaldo Ramírez
Un candidato común de la izquierda, uno solo. Un aspirante único e indivisible en su condición de divinidad resultante de un pacto “de unidad”… Hay un pequeño detalle, sin embargo: ese individuo no puede ser cualquierpersona sino, justamente, un protagonista en particular —y nadie más— llamado Andrés Manuel López Obrador. Las cosas, si lo piensas, son extraordinariamente simples: el pretendiente ya está ahí, apuntado y anotado, listo para comenzar su empresa. No necesita someterse a mayores trámites ni aceptar ninguna suerte de competición “interna” de esas que suelen tener lugar en los partidos políticos —ya vieron ustedes, por ejemplo, el trabajo que le costó a Felipe Calderón abrirse paso en las filas del PAN siendo que no era el favorito del antiguo mandón— porque su reino no es de este mundo: el hombre tiene una Misión, con mayúscula, y su espacio natural es la Historia, también con letras luminosas. Es más, ya lo ha dicho y anunciado y explicitado: va a por el 2012, con todo, sin apartarse de su camino y sin mirar hacia los lados.
¿Cuál es, entonces, el problema? Ninguno, diría yo. A no ser, desde luego, que en las fuerzas de la antedicha izquierda haya gente con otras ideas y otras opiniones. Y parece ser, efectivamente, que no todos los militantes y simpatizantes de la nebulosa corriente “progresista” estarían de acuerdo con un nombramiento tan anticipado, tan automático, tan unilateral y, digamos, tan poco considerado hacia los demás pretendientes. Porque sí, señoras y señores, hay otros nombres inscritos en la lista aunque no aparezcan siquiera en el horizonte que contempla el señor López Obrador. O, más bien, debemos hablar de un contrincante que, vistas las cosas, sería el único capaz de hacerle sombra al candidato autodesignado: Marcelo Ebrard.
No sé qué tan vinculante le haya parecido al Peje, en su momento, el “acuerdo” de que el representante absoluto de la izquierda en las elecciones presidenciales de 2012 sería el individuo mejor “posicionado”. Este, en sí mismo, es un tema muy peliagudo: para empezar, a López Obrador nunca le han convencido los números y los datos duros. Es decir, no habrá encuesta ni tanteo ni estudio de opinión que le pueda hacer pensar que él se encuentra por detrás de otra persona en la carrera hacia la presidencia de la República. Recordemos que, en su momento, su propia encuestadora le avisó de que había perdido la ventaja de diez puntos con que había arrancado. Pues, o no le creyó o decidió no creerle. Y, cuando los resultados de las votaciones —muy cerrados— le confirmaron esta realidad, resolvió también desconocerlos, denunciar que se había cometido un “fraude” y, encima, proclamarse presidente “legítimo” de Estados Unidos (Mexicanos) luego de organizar una ceremonia en la que, a diferencia de las elecciones celebradas con anterioridad, no hubo un solo voto en contra ni una voz discordante.
Podemos anticipar, de tal manera, que ni Ebrard ni Navarrete ni Ortega ni nadie más podrán, en ningún momento, situarse como punteros aunque, de hecho, ya no es necesario realizar siquiera la medición porque el señor López ha anunciado, sin esperar, su candidatura. Estamos hablando, pues, de una acción consumada con total desestimación a los pactos. Ya no es asunto de ver quién le gusta más a los electores o quién convence más a los ciudadanos o, inclusive, quién tiene más posibilidades de ganar. No. Obrador ya es candidato. Pero, eso no es todo. No necesita tampoco el respaldo del PRD. Ha dicho, bien alto y bien claro, que tiene detrás al PT y a… Convergencia. ¿Candidatura de unidad de la izquierda? Sí, naturalmente: siempre y cuando el candidato sea él. Y, siempre y cuando el PRD acepte postularlo tan gustosamente como los otros dos partidos.
La “izquierda”, por lo tanto, necesita reconocer y admitir y digerir y entender la siguiente realidad: López Obrador será candidato por encima de cualquier circunstancia. Ni en el más extremo y extravagante de los casos cabe la más remota posibilidad de que el hombre le ceda su lugar a nadie más. Va porque va. Estará en la pelea porque estará. ¿Les queda claro?
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