lunes, 6 de octubre de 2008

EL 68 SÍ CAMBIO LAS MANERAS DE PENSAR...TESTIMONIO DE UN EX PRESO POLÍTICO.



El cerco militar en la plaza de Tlatelolco. Foto:Foto: AP

El 68 ocurrió cuando nadie lo esperaba, se presentó cuando no debía hacerlo y fue protagonizado por quienes menos justificados estaban para ese papel. Vino a contradecir todo y a todos, a refutar tabúes consagrados, sólidos valores, verdades eternas, instituciones consumadas. Fue una explosión de creatividades y osadías inesperadas, imprevisibles, impensadas, fuera de todo lugar y forma. Tal fue su importancia, singularidad y trascendencia. Evidencia y resultado de rápidas e intensas transformaciones sociales y económicas de mitad del siglo, los sesentayocheros franceses, alemanes, italianos, mexicanos, norteamericanos, polacos, japoneses, y checoslovacos, fueron jóvenes citadinos, clasemedieros, integrantes de los sectores de la población beneficiados por los satisfactores y productos que rodearon de cierta comodidad a la vida diaria y, en tanto estudiantes universitarios, parte de las elites ilustradas de la sociedad. Para gobernantes, autoridades educativas y padres de familia eran incomprensibles e inaceptables las expresiones juveniles que; a su manera de ver, no tenían lógica, sentido, racionalidad. Eran absurdas, si acaso de corte anarquista, por no decir de psiquiatra. Graves les parecían las formas de acción y de vida que propugnaban los jóvenes: los alemanes con su insistente oposición extraparlamentaria y con la comuna 1 (K-1, fundada en enero de 1967) donde, bajo la premisa de que “la liberación exterior del individuo sirve de poco sin la liberación interior”, sus integrantes se acostaban con todos y con todas y luego hablaban de todo, desde la lucha contra la maquinaria capitalista hasta las inhibiciones sexuales; los norteamericanos con su “retorno a la naturaleza” y su “paz y amor” pregonados por los hippies con sus vestimentas y colores estrafalarios, los sitting y los grandes festivales de varios días de música rock; socialmente disolvente veían la liberación de las costumbres sexuales, a las mujeres sin sostenes con provocativas minifaldas, discutiendo abiertamente sobre la legalización del aborto y el uso de las nuevas píldoras anticonceptivas; intolerable e irritante también era oírlos reivindicando y haciendo verdaderas apologías sobre la marihuana, los alucinógenos y el LSD. ¿Cómo habían llegado a eso? Si no eran urgencias económicas, marginación social, discriminación racial o religiosa, ¿qué los movía hacia la protesta? En casi todos los casos, fueron abusos de autoridad los que desataron las grandes tormentas. En México, los excesos represivos de la policía al disolver un pleito entre pandillas; en Berlín, la desproporcionada violencia aplicada por la fuerza pública contra los manifestantes que rechazaban la visita del Sha de Irán; en Francia, las torpezas autoritarias con que manejaron reclamos estudiantiles por la separación de hombres y mujeres en las residencias universitarias, etc. Pero la envergadura de las movilizaciones generadas de inmediato, puso de relieve que había un mar de fondo detrás. Los jóvenes estaban inconformes, se sentían insatisfechos y los asfixiaba el mundo en que vivían. Nada más representativo de su malestar que I cant get no satisfaction de los Rollin Stones: “No puedo obtener ninguna satisfacción / Aunque trato, trato, trato y trato / No puedo obtener, no / No puedo obtener, no.”Por todas partes, los jóvenes comenzaron a marcar sus distancias con todo lo venerable y “correcto”, vistiendo de otra manera, hablando diferente, dejando el pelo crecer, rompiendo normas y convenciones. El desconcierto y cerrazón con el que gobernantes, políticos, autoridades escolares y padres de familia por igual reaccionaron, fomentó la radicalización de los jóvenes; hicieron atractivo lo rebelde, lo prohibido. La distancia generacional derivó en ruptura; el desencuentro en choque. Los jóvenes proclamaron entonces el rechazo al stablishment, el cambio radical de sociedad, la contracultura.En México, ha ganado terreno la idea de que en el 68 arrancaron los cambios políticos que explican el respeto a muchos derechos constitucionales que prevalece en la actualidad y que en el pasado eran sistemáticamente violados. Hay quienes aseguran que fue el año en que se inició el resquebrajamiento del PRI, aunque al finalizar esa década y a lo largo de toda la siguiente, el sistema gozara de plena salud. Otros autores, más cautos, lo toman como punto de partida y le suman acontecimientos posteriores como la insurgencia sindical de los años setenta; la sangrienta guerra sucia que libraron los gobernantes mexicanos en contra de los incipientes grupos guerrilleros; las descomunales pifias económicas que hundieron al país durante tres lustros en crisis y devaluaciones; la fractura del PRI en 1987 y, finalmente, el nacimiento de competitivas formaciones políticas. No obstante, prácticamente todos los protagonistas y pensadores del abanico político ideológico mexicano valoran positivamente el 68. Es muy difícil encontrar ahora alguien que hubiera estado entonces o esté ahora en contra del 68 mexicano. Pero tal consenso es ficticio. Encierra una disputa por el legado del 68. Las distintas fuerzas políticas y opciones ideológicas del presente pelean la herencia de aquellas jornadas. No todos pueden reivindicar la autoría, pero sí apropiarse de las banderas.Lo que no se podiaEl hecho de que hoy en día haya padres que se ocupen de sus hijos como si fuera la cosa más natural del mundo, se lo debemos a la generación del 68. Que homosexuales y lesbianas organicen sus desfiles en plena calle, sin mayores contratiempos y sin el riesgo de ser agredidos o ir a prisión, se explica en buena proporción aunque no exclusivamente, por las reflexiones y propuestas de los sesentaiocheros. Que las mujeres ocupen espacios en la vida pública, sean valoradas plenamente en las esferas social, educativa y cultural, y decidan y sean respetadas en su vida privada, es resultado de un largo proceso que, sin lugar a dudas, tuvo un jalón decisivo en las experiencias e ideas de la generación del 68. Que hoy sea algo normal aceptar y convivir con diversos tipos de familia y discutir abiertamente los problemas de pareja para encontrarles solución conjunta, es también parte de la herencia del 68. También, la actitud que prevalece frente al sexo y a la sexualidad sería incomprensible sin el 68. Que en el presente cientos de miles de jóvenes compartan techo y espacio fuera de sus hogares maternos, es posible por el 68; antes no se daba. Que los jóvenes sean tomados en cuenta y respetados, es consecuencia de los reclamos sesentaiocheros, antes eran simple y llanamente, menores de edad. La tolerancia que impera en algunos reglones de la vida pública y privada responde en mucho al sistemático pregonar de los jóvenes de esos años en contra del autoritarismo, la discriminación y la intransigencia irracional de los gobernantes. Que los jóvenes puedan ahora reunirse y manifestarse libremente para bailar, cantar, deliberar, protestar, criticar, aplaudir, etc., es un logro que parte de las jornadas del 68. Nuevas formas de convivencia y de trato, en síntesis, se abrieron paso a partir del 68. Que haya vitalidad, participación y pluralidad en las universidades e instituciones educativas con saldos pedagógicos, científicos y culturales positivos, respaldados desde la perspectiva de cuarenta años, es fruto también de la rebeldía de los jóvenes de entonces contra el tipo de educación y métodos que recibían. Una conciencia medio ambiental que se extendería rápidamente en años posteriores y daría origen a múltiples iniciativas, plataformas y organismos, incluidos los partidos verdes, enfocados a proteger el entorno y modificar las relaciones del hombre con la naturaleza, arranca y se inspira en las ideas que nacieron con el 68. No triunfó la revolución social y política que deseaban los estudiantes, pero sí cambios de consideración en las costumbres, las maneras de pensar y los valores, en los hábitos diarios y en estructuras tan importantes como la educativa y la familiar, que permiten hablar de una revolución cultural, no por silenciosa y serena, menos real.
* Doctor en historia. Preso político de 1967 a 1973. Fragmentos del capítulo ¿Qué queda del 68? Tomado del libro inédito: 68 + 40 = ?



México • Enrique Condés Lara
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