miércoles, 6 de enero de 2010

CAVILACIONES BICENTENARIAS. LA DISCORDIA...

Día con día
Héctor Aguilar Camín
2010-01-06•Al Frente
mileniocom.
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¿Es la historia de México una bomba de tiempo? ¿El país vive acumulando agravios hasta que estalla, colmado de privaciones y desigualdades?
La idea de una desigualdad ancestral y de un país que acumula agravios hasta que explota es un atajo socorrido para explicar los estallidos de la historia mexicana. Pero el atajo explica poco.
Revísense los estallidos del siglo XX y se verá que las mechas detonantes no fueron la desigualdad ni la pobreza, sino la política. No las carencias abajo, sino los pleitos arriba.
Para combatir la enésima reelección de Porfirio Díaz se levantó Francisco Madero en 1910. Para vengar el golpe de Estado de Victoriano Huerta contra Madero se levantaron los gobernadores de Sonora y Coahuila en 1913.
Para ver quién ganaba entre los ejércitos de Obregón y Carranza y los de Villa y Zapata se libró la guerra civil de 1914-1915.
Para que Carranza no pusiera presidente, Obregón hizo la rebelión de Agua Prieta en 1919.
Para que Obregón no hiciera presidente a Calles, se rebeló en 1923 otro sonorense, Adolfo de la Huerta, llevando al matadero a la mitad del ejército revolucionario.
Por una diferencia política del gobierno de Calles con la jerarquía católica se desató la segunda guerra civil del siglo, conocida como la Cristiada.
Para que Obregón no se reeligiera hubo la conspiración de 1927 que culminó en las ejecuciones de Francisco Serrano y Arnulfo R. Gómez, hermanos de armas de Obregón y Calles.
Para oponerse a Calles luego de la muerte de Obregón hubo la rebelión de Gonzalo Escobar de 1929, última de las rebeliones militares del siglo XX. La rebelión del general Saturnino Cedillo, en 1937, fue cortada antes de que diera el primer paso.
El movimiento del 68 no nació de la pobreza, sino de los recintos de la modernidad que eran las aulas universitarias. Su bandera no fue combatir la desigualdad social, sino el autoritarismo del gobierno.
Las guerrillas que siguieron fueron más hijas de la ideología que de la pobreza, aunque se radicara en zonas pobres como el estado de Guerrero.
Ideológica también, más que indigenista o porrista, fue en su proclama original la rebelión del EZLN. Fruto de la impunidad homicida, más que de la crisis económica, fue el año de sangre de 1994.
La historia de la violencia mexicana parece decir que la pobreza y la desigualdad no se incendian por sí mismas. Necesitan una espoleta. Hasta ahora, esa espoleta no ha sido el agravio social, o la privación económica, sino la discordia política.acamin@milenio.com

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