domingo, 3 de enero de 2010

2010: REGRESAR AL FUTURO

Jorge Medina Viedas

2010-01-03•Acentos
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Exigidos por la perspectiva del realismo, la independencia de las naciones y la libertad de los individuos se relativizan. Los mexicanos no somos más independientes ni más libres que durante la República Restaurada, o al menos no lo somos de acuerdo con su legado y enseñanza. Tampoco las instituciones del Estado mexicano que surgieron de la Revolución de 1910 son las mismas que una vez fueron.
La globalización, la modernización, las guerras del siglo XX modificaron a la nación y sus conceptos explicativos. Un efecto subsiguiente es que a los posmodernos se les imposta la voz cuando hablan de que cambió el concepto de soberanía. Les deleita que se ceda autodeterminación nacional bajo la batuta de las leyes del mercado y la apertura de las economías al libre cambio de bienes y mercancías.
Esto va junto con su ideal del proyecto neoliberal. Con las puertas abiertas de par en par a las leyes y valores del capitalismo, no se les vieron defectos ni vicios. Sus apologistas —como los jóvenes guevaristas tenían en la pared de sus recamaras un póster del Che— ellos, al igual que Alan Greenspan, tienen inscrita una consigna: la codicia es buena. (P. Samuelson)
Al dogmatismo del mercado se le dio carta de naturalización en todos los ámbitos; se llevaron a cabo reformas y políticas públicas que prometían una sociedad en la que el Estado de Derecho estaría garantizado para todos.
No se logró. El nuestro es de baja calidad y está marcado por la corrupción rampante.
Muy pocos creyeron que la alternancia traería un giro moral en la tendencia dominante hasta el año 2000. Tampoco se produjeron los cambios que el país necesitaba con un voto mejor contado y respetado.
Nuestros grandes momentos históricos, nuestras grandes transformaciones del siglo pasado, las de Revolución, las cardenistas y las salinistas, para situar las más significativas posteriores al México posrevolucionario, no han conseguido darle al país certidumbre política, ni rumbo en materia de justicia y democracia.
No soy de los que creen que con el PRI se vivía mejor. Ni desde la oposición ni dentro del gobierno de éstos. Pero sí creo que en la oposición de entonces la libertad tenía un sentido más elevado que el de hoy: luchar por conquistarla.
Ahora, la libertad y la independencia vienen falsificadas. Esta última se ofrece como moneda integracionista. Los miramones y mejías de hoy están en el gobierno y en universidades privadas, pero también en los cubículos de algunas instituciones públicas donde antes se conspiraba por ellas, por la libertad y la independencia.
No hay peores enemigos de la libertad que un entorno desigual y un autoritarismo enmascarado en la legalidad. Quienes sufren las distorsiones sociales, los de abajo, tienen menos recursos para defender sus derechos. Automáticamente quedan en desventaja ante quienes todo lo tienen. Y cuando en la sociedad los poderes fácticos operan con tanta impunidad y los gobiernos no se hacen responsables de protegerlos, es más frecuente la violación de los derechos y las libertades ciudadanas.
Tenemos ejemplos de ello todos los días. Pero en el oprobioso final del año 2009 se sintetiza la desesperanza: de manera contumaz, no se diga antidemocrática, los asambleístas al servicio de Marcelo Ebrard aumentaron de manera despiadada los impuestos contra los capitalinos indefensos, aduciendo que el PRI y el PAN eran los culpables, porque en la Cámara de Diputados no se les habían dado los recursos que necesitaba el gobierno del DF. Más cobardía no puede haber.
Los aumentos al pasaje del Metro, al Tren ligero, al predial, a la tenencia, al costo de las licencias, a la verificación de vehículos y a un sinnúmero de servicios en el Distrito Federal, se sumaron a los incrementos al IVA y al ISR aprobados por los diputados federales, quienes nada efectivo van a hacer para contener las recientes alzas a la gasolina y al gas doméstico, ni contra la criminal escalada de precios que se avecina.
Como los años precedentes, así se extinguió 2009: cruelmente, entre los escándalos de la sangre mexicana derramada y el festín de abusos del poder económico y político en su punto más alto; urdida la otra pista de hielo guasona y perversa de los impuestos revanchistas y vengativos instalada por el gobierno capitalino, y bajo los efluvios de la propuesta presidencial de reformas políticas demagógicas, fue como se dieron los últimos golpes del año a la economía de la población.
Con todo lo anterior, en 2010 se llega a la hegemonía indiscutible de un régimen de partidos y de gobernantes que relegan a los ciudadanos a condición de súbditos.
Bajo el mismo techo de la nación trazada dos siglos atrás, en 2010 cobra fuerza y vigencia un nuevo régimen, un engendro político cuyos rasgos principales son la falta de ideología, el pragmatismo y una nueva forma de autoritarismo de los cuales son depositarios todos los partidos.
Hora entonces, en este 2010, de que el esfuerzo de los mexicanos se encamine a la generación de esperanza, una esperanza que fundamente el inicio de las nuevas luchas por la recuperación de las libertades y de las institu
ciones democráticas. O sea, es la hora de regresar al futuro. jorge.medina@milenio.com

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