martes, 26 de enero de 2010

CONTROL DE CALIDAD...


Afirmar que en BCS padecemos el más grave rezago periodístico del país, es redundar en una evidencia tan flagrante, valga la expresión, que no requiere de arrogancia intelectual alguna para documentarlo. Cualquier ciudadano con dos dedos de frente lo sabe. Esa clase de lector que no frecuenta nuestras domésticas páginas mas que por morbo.
Por simple y brutal contraste, nuestro rezago es más lacerante en tiempos de esplendor de la prensa escrita mexicana, ya bien entrada la era digital, en la que con un simple click puede uno corroborar que el periodismo tiene, como cualquier otro oficio, sus reglas, sus controles de calidad, sobre todo de la materia prima: el lenguaje, y particularmente, el lenguaje escrito.
Aquí también tenemos, como en otras latitudes, sectores sociales ilustrados, modernos, cosmopolitas, que no tienen representación ni en la clase política ni en la prensa local: las dos caras de la misma chuleta.
Más allá del debate, esta penosa realidad es un clamor social que solamente quienes sobreviven en el encierro ancestral de su aldeanismo mental, no escuchan. Sería como negarse a sí mismos como próceres de su muy personal epopeya, totalmente al margen de los avatares del mundo contemporáneo.
Aquí tenemos un periódico oficial donde todos los días aparece la foto del gobernador, en un negocio redondo para su remedo de “director de comunicación social”, que en los hechos es quien manda en ese papelón del que era “jefe de información”, cargo que pasó a ocupar el ex subdirector de prensa del “democrático” Leonel Cota, en un nauseabundo juego de enroques entre “prensa” y poder político.
( Fue Cota quien, mediante un acuerdo con el magnate Vázquez Raña, importó a un tipo sin el menor vínculo con el periodismo y la realidad sudcaliforniana, un ex empleado de la representación de su gobierno en el DF, para sustituir al entonces “encargado de la dirección”, que a la vez cobraba como uno de los “jefes de prensa” del derrotado candidato priista a la gubernatura, Antonio Manríquez, sustituyendo una aberración por otra).
Tenemos un Centro Estatal de Radio y Televisión, financiado con dinero público, convertido en un vil instrumento de culto a la personalidad del broker mayor, Mr. For Sale Agúndez; a un locutor que desaparece la realidad al son de los intereses de su fugitivo patrón, lorito convertido por azares de nuestro subdesarrollo mediático, en la única voz editorial- aderezada con una culturita periodiquera- con alcance estatal; radiodifusoras y televisoras privadas incapaces de actualizarse y producir nuevos programas a la medida de la pluralidad y necesidades culturales de la sociedad a la que se deben.
Cuando en el resto del país proliferan los programas de debate entre los diversos actores sociales: políticos, periodísticos, intelectuales, religiosos, aquí ni sus luces. Es cierto que el canal 8 trasmite programas de opinión y debate originados en la ciudad de México(Canales 11 y 22), pero ni por simple imitación se atreverían a producir uno propio. Correría serio peligro la reputación del “ingeniero” y su corte de analfabetas. Lo mismo ocurre con Radio Fórmula, de donde acaba de salir el conductor de Contacto Directo, Jesús Taylor, por razones hasta ahora imprecisas, pero que según algunas versiones apuntan a otra maniobra del oscurantismo chichonista. Si así fuera, ¿se daría a conocer este agravio en programas como el de Pepe Cárdenas , el de todas las noticias y todas las voces?
La cátedra universitaria, los investigadores interdisciplinarios, tienen una impresionante cantidad de material de apoyo académico para documentar lo que no se debe hacer en este fascinante oficio.
Podrían encomendarle a sus alumnos el monitoreo editorial y hacer un compendio de nuestros disparates. Detectar deslices conceptuales sobre el propio oficio que se pretende ejercer. Escribir, por ejemplo, que los actores políticos “entran” o no a un periódico, y que algunos no han “entrado” por “autocensura”, es una barbaridad
¿Por qué? Porque el periodismo, no está por demás repetirlo, tiene sus propios cánones, su deber ser… que, en una sociedad abierta, democrática, plural, obligan a dar cobertura informativa a todo el amplio espectro de la realidad política, social, cultural, atendiendo intereses estrictamente periodísticos, que son los del respeto al lector y su derecho a la información sin cortapisas ideológicas o de cualesquier otros motivos sectarios.
Ningún auténtico periódico puede “cerrarle las puertas” a ningún actor político relevante, y menos aceptar que tal o cual personaje público no “entra” a sus páginas porque se “autocensura”. Si así fuera, personajes como López Portillo(“no pago para que me peguen”), jamás hubiera sido balconeado en Proceso, y en otros prestigiados medios, al igual que Salinas y el resto de la variopinta clase política mexicana ..
Y a quien quisiera “autocensurarse”, esconderse o hacerse el invisible, el verdadero periodista va y lo encuentra, mediante el reportaje, la entrevista, la crónica, la nota informativa (sin la opinión del redactor), los géneros periodísticos de uso corriente allende el Bermejo y el Paralelo 28.
La reflexión sobre estos hechos, corre a cuenta del periodismo de opinión, el artículo de fondo(que entre nosotros brilla por su ausencia), y la columna de comentarios, de menor rigor escritural , y por lo tanto, intelectual.
En cuanto a la pluralidad (término introducido a México por el poeta Octavio Paz y su revista PLURAL, auspiciada por el Excélsior de Julio Scherer) en los medios, particularmente en el periodismo de opinión, no significa publicar lo que fuere, citando a autores jamás leídos, con graves problemas sintácticos que son de pensamiento, y líneas dictadas por el estómago. Por respeto al lector, el decoro profesional, como en cualquier otra empresa, obliga a someter el material periodístico a un control de calidad ejercido por un consejo editorial. La pluralidad implica tolerancia, sí, pero no complicidad con la impostura que niega la esencia misma de la libertad y riqueza expresiva a la que alude. Una prensa sin controles de calidad, es la mejor garantía de la impunidad política.

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