domingo, 10 de enero de 2010

LOS mensajes de Cuauhtémoc Cárdenas


Acentos
Jorge Medina Viedas

2010-01-10•Acentos
mileniocom_460:/node/8700857


1942. Mayo


Cuando el gobierno mexicano le declaró la guerra al eje Berlín-Roma-Tokio, por el hundimiento, presuntamente provocado por los alemanes, del barco El Potrero del Llano, el presidente Manuel Ávila Camacho convocó a un acto público a los ex presidentes de México aún vivos, y asistieron todos.
Prácticamente sin saludarse, pero ahí estuvieron el general Lázaro Cárdenas y el general Plutarco Elías Calles, este último expulsado del país por el primero, en uno de los conflictos de las élites mexicanas más resonantes y dramáticos del siglo XX.
Sin embargo, la unidad en torno al presidente Ávila Camacho en un momento de gravedad extrema como era el estado de guerra —en un ambiente crispado además por las pugnas entre cardenistas y avilacamachistas—, ameritaba de parte de la clase dirigente un mensaje a la nación de esas proporciones.
El acto de unidad nacional tomó las formas protocolarias y solemnes del poder que aún perviven: todos los ex presidentes encabezando la ceremonia en una gran tribuna colocada en el Casino Militar de la Ciudad de México.

2010. Enero

Cuauhtémoc Cárdenas acudió a un acto de menor jerarquía a la Confederación Nacional Campesina (fundada en el momento cumbre del estado corporativo consolidado por su padre Lázaro Cárdenas) del PRI, partido del que salió en 1987, provocando uno de sus conflictos internos más graves y, que en perspectiva habría de ser, si no la principal, sí una de las razones más fuertes que lo llevaron a la crisis de legitimidad y a la subsiguiente pérdida del poder trece años después.
Algo de agua ha pasado por el puente de la vida política nacional. Muchas cosas han cambiado. Pero el ruido generado por su presencia en un acto con sus antiguos compañeros de partido sirve para confirmar que la figura de Cuauhtémoc Cárdenas sigue pesando en la política del país.
Nadie puede negar que CCS —menos él mismo— es un político que pertenece a aquella cultura priista que pretendía constituir una fuerza nacional popular, que reivindica la formación de un Estado moderno basado en la democracia y la justicia social. La épica de 1988 que él encabezó como candidato presidencial fue contra el Estado tecnocrático que el gobierno de Salinas buscaba consolidar.
Ciertamente, los reflejos caudillistas del propio Cárdenas, pero sobre todo la precariedad intelectual de los dirigentes de su partido que no supieron orientar la estrategia de la izquierda hacia el poder presidencial, terminaron con el movimiento democrático en su versión progresista originaria, y dieron lugar a este esperpento político que es el actual PRD.



La izquierda de este partido lleva de crisis lo que va del siglo. No ha podido curarse del caudillismo del todo con Andrés Manuel López Obrador de pequeño caporal de la franja social y política más radical y primitiva, ni ha podido superar la estulticia de los actuales cabecillas de las tribus, quienes, a su pobreza intelectual, suman la vulgaridad del interés primario por el control de los recursos fiscales del PRD.
A Cárdenas no le pueden ser ajenas tales circunstancias, menos si estos dueños formales e informales del PRD, cebados en el cinismo, han querido jubilarlo políticamente. No ha mediado transición política y ética alguna en su partido; no hay ninguna otra razón heroica superior a las gestas democráticas pasadas ni nada que se le parezca, para justificar la defenestración de facto que sus colegas pretenden hacer de Cárdenas.
Y aun cuando su presencia en la CNC fuera (que no lo fue) más que un recorrido nostálgico a sus orígenes o una respuesta íntima, voluntarista, “a lo que arraiga en el hueso”, no se pueden ignorar varios hechos: en 1988, en 2000 y 2006, PRI y PRD, sumando sus votos, hicieron una ostensible mayoría contra el PAN.
Pero quien gobierna a México hoy es el PAN, bajo los mismos lineamientos del neoliberalismo.
Asimismo, no se puede desconocer que se trata de un partido minoritario que está llevando a cabo cambios en la superestructura del Estado, aliado con la Iglesia y con los sectores más conservadores del país; un gobierno panista minoritario que no cesa de apoyar y fomentar los valores tradicionales en todos los ámbitos de la convivencia social, y que sus aliados en educación, salud, sexualidad, religión, historia, etc., pretenden sembrar en la población.
Si la cultura democrática de la izquierda y del PRI fuera más desarrollada, el gesto político de Cuauhtémoc Cárdenas podría dar lugar a una reinterpretación. En el PRD podría entenderse como una llamada de atención a la insensibilidad, a la necedad y a la molicie política de su dirigencia desmañada.
En el PRI, el mensaje de Cuauhtémoc Cárdenas puede ser una recordación de su laicismo y de las ideas progresistas del Estado mexicano de la Revolución, hoy ingentes y atrevidos retos frente al conservadurismo y la regresión en que está atrapado.
Y para ambos, para el PRI y el PRD, podría considerarse como un mensaje común para pensar e impulsar una reforma intelectual y moral, con la cual se ponga punto final al neoliberalismo impulsado desde el gobierno de Carlos Salinas.jorge.medina@milenio.com

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