martes, 26 de enero de 2010

EL BAR BAR Y CABAÑAS, PEOR DE LO PREVISTO...

Política cero
Jairo Calixto Albarrán

Desde tiempos inmemoriales, un antro, bebedero, discoteca o centro de recreación etílica basa su prestigio no en la calidad del servicio, ni en sus gustos musicales, ni en las botanas, mucho menos en el diseño arquitectónico del local, sino fundamentalmente en sus herméticas políticas de acceso. Entre más complejas y humillantes sean, mejor. Y en ese sentido, el Bar Bar era la máxima expresión del Nos Reservamos el Derecho de Admisión. Era más sencillo ganar una beca en Harvard que penetrar los procelosos interiores del lugar, reservado para la creme de la creme, la beautiful people, la gente very nice y los herederos del VIP.
Pasar un sábado o domingo por la tarde frente al Bar Bar era un suplicio más alucinante que el de verte obligado a escuchar los informes presidenciales de Salinas de Gortari donde apelaba a la comprensión y sensatez de sus compatriotas, para luego dejárselas caer sin escalas con su conocido atraco económico. Autos macuarros pero de ultralujo, guaruras, cadeneros sardónicos y una zoología nada fantástica de empresarios, deportistas y artistillas que se sentían la encarnación de la neta misma.
Como siempre, tuvo que ocurrir una tragedia para que el Bar Bar fuera clausurado. Lo que para el Lobohombo fueron las llamas del purgatorio y para el New’s Divine la estupidez policiaca, para el Bar Bar fue el atentado contra Salvador Cabañas que reúne, como sus antecesoras, todos los elementos del exceso, la impudicia y la barbarie que nutren la relación autoridades-antros. Todo indica que hay más transparencia en la alianza PAN-PRD para mandar al PRI lo más lejos posible de Los Pinos, que en la siempre opaca relación entre quienes regentean los antros y los encargados de normarlos, donde reina la impunidad.
Por supuesto, lo que pasó después es típicamente mexicano: el Bar Bar, que se puede dar el lujo de funcionar más allá de las 5 de la mañana, publica un comunicado en el que habla de su pena por el incidente y de su cooperación con las autoridades, todo después de haber limpiado la escena del crimen e impedido la entrada de los investigadores. Surgen toda clase de líneas de investigación (¿saldrán con que fueron extraterrestres antiamericanistas?) y cunde la histeria que pretende imponer toques de queda donde todos seremos sospechosos aunque se demuestre lo contrario.
¿Lo mejor? Cuando los altos jerarcas policiacos, tan suavecitos, siempre anunciaron que no podían entrar al bar porque nadie les abría. Priceless!
El caso Cabañas alberga, como en el caso de Haití, algo mucho peor de lo previsto.
www.twitter.com/jairocalixtojairo.calixto@milenio.com

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