domingo, 3 de enero de 2010

MÉXICO 2010: TIERRA BALDÍA

Alán Arias Marín
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“Ese cadáver que plantaste el año pasado en tu jardín,¿ha empezado a retoñar? ¿Florecerá este año?¿O la escarcha repentina le ha estropeado el lecho?”TS. Elliot. La tierra baldía; 1922
México es tierra baldía. En 2009 lo ha sido brutalmente. En 2010 lo seguirá siendo; acaso peor. La referencia al poema axial de TS. Elliot resultará obvia para aquél con el ánimo de leer este texto en un domingo terrible; preámbulo de la vuelta al trabajo y la cotidianidad, pero —además— prólogo implacable de lo que viene (primer año de la segunda década del siglo).
Pero la analogía quiere tener calado mayor: no sólo refiere al significado explícito de tierra sin cultivar, terreno abandonado a su suerte o su otra acepción, pertinente metafóricamente, como esfuerzo inútil o argumentación estéril (por falta de entendederas de los poderosos); devastada por la violencia, seca de ideas, yerma de muerte (casi 9 mil muertos este año) y el asesinato culposo e impune de 43 niños en una guardería del gobierno federal; sino —también— alusión a la construcción formal del poema y a la potencia semiótica de sus sentidos y claves interpretativas. El difícil poema (Hace la policía en muchas voces, título original no pensado para el actual Estado mexicano), piezas de rompecabezas con faltantes irremediables, quiso ser, además de “… sólo el desahogo de un agravio, personal y totalmente insignificante, contra la vida; un refunfuñamiento rítmico.” (The Waste Land, NY, 1971, Facsímil), el símbolo de una era de desintegración, búsqueda —sin brújula— de algún orden en el caos creciente, mediante el uso de mitologías y fórmulas del pasado… (cualquier semejanza mexicana sería contumaz).
El año pasado en México no ha sido tan malo… claro, sólo si lo comparamos con el que viene… pese al discurso oficial de recuperación que nos espera. Las cifras serán de alto crecimiento, aparente y engañoso, toda vez el punto bajísimo del derrumbe (entre -7 y -10% —dependiendo de las fuentes— en 2009), que a su vez estaba articulado a más de 10 años de estancamiento productivo y deficiencias competitivas, crecimiento inercial raquítico (promedio 1.2%, el más bajo de América Latina) y déficit crónico en la generación de empleos (aliviado por informalidad y migración a USA).
El mejoramiento de las cuentas de la economía mexicana depende sustancialmente de la recuperación de USA, la cual es todavía incierta; el regreso al punto en el que (críticamente ya) estábamos, supone —adicionalmente— un crecimiento sostenido de 5% durante 3 años consecutivos (optimistamente habrá un crecimiento de 1.5% en 2010), así que —si acaso— estaremos en el verdadero punto de partida para un mejoramiento hasta mediados de 2012.
Pese al optimismo oficial y la catarata de spots que nos acecha, el 2010 suena para terrible. Ya nos han dado una probadita. Tres gasolinazos en un parpadeo, uno-dos boxístico con guardia baja, vil descontón alevoso; certidumbre de alzas a lo largo del año. La imbecilidad y falta de imaginación fiscales del gobierno, me refiero a dos de sus ramas, Ejecutivo y Legislativo (repugnan las mayúsculas), será compensada no sólo con más impuestos, aniquiladores de pequeñas y medianas empresas, esquilmadores de asalariados bajos y medios, sino con aumentos brutales en las tarifas de los servicios públicos sistemáticos en el año. El aumento a gasolinas y combustibles detonan —aunque el gobierno lo niegue— alzas de precios generalizadas, véase el caso emblemático y premonitorio de la tortilla (9 pesos en DF y 14 en el resto del país).
No habrá recuperación en México, por desgracia en ningún sentido, ni siquiera económico como comienza a verse en otros países comparables en tamaño económico y desarrollo social. Tampoco veremos una reestructuración radical del sistema educativo que nos saque de la penuria cognoscitiva y deje de preparar seres humanos de capacidades restringidas, aptos para la realización de tareas simples y obediencia; tampoco del precario y frágil sistema de salud —antaño eficaz— con todo y la engañifa del seguro popular; asimismo, no veremos el sistema de procuración y administración de justicia hacer de la autocrítica su prioridad y evolucionar hacia estándares internacionales mínimos.
Respecto a la violencia y la descomposición del tejido social —su correlato fatídico y suplementario— no veremos más que su ampliación y profundización. La violencia cumpliendo un rol regulador de convivencia de cientos de miles —acaso millones— de mexicanos. La obnubilación y ceguera de la “guerra contra el narco” respecto de la complementación entre informalidad, ilegalidad y crimen con la economía formal y financiera, asunto intocado por la cruzada gubernamental.
La crítica debe refunfuñar una y otra vez; aunque le falte el ritmo que a La tierra baldía le sobra. Buen año 2010.FCPyS-UNAM. Cenadeh.alan.arias@usa.net

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