Historias del más acá
Carlos Puig
2009-05-02•Al Frente
Estos tiempos son propicios para villamelones.
Hablar como si uno supiera de lo que uno no sabe. La tentación, la oportunidad, está ahí. Es casi imposible evitarlo. Hay que llenar las páginas, las horas. No hay otro tema.
En medio de la avalancha de información de todas calidades que nos ha inundado esta semana de epidemia. Rescato un par de conversaciones con dos que sí saben y una crónica periodística:
¿Porqué sólo en México hemos paralizado al país? Le pregunto al doctor Juan Ramón de la Fuente: “Podemos decir que han sido (Estados Unidos, para el día que lo pregunté) más eficientes que nosotros; sí, han podido ir aislando uno a uno los casos y han podido ir diagnosticándolos e identificándolos positivamente uno a uno y han podido ir descartando o tratando casos casi con la misma rapidez con la que han ido diagnosticando.
—Hay un problema de desarrollo, entonces, un sistema de salud más eficiente, más grande, con más recursos…
—Yo creo que ahí estuvo parte de la clave, en eso que tú dices, en el laboratorio. Nosotros, desafortunadamente, que bueno que ya se corrigió, pero ésta es una de las críticas que yo haría en el sentido propositivo, porque no es momento de actitudes mezquinas. Y precisamente ayudando hay que decir: ¿por qué no estuvo listo nuestro laboratorio? ¿Por qué no pudimos hacer las pruebas? ¿Por qué no lo hicimos desde el principio, por qué? ¿Para qué sirve la ciencia?, pues sirve para esto, ¿no?
“Yo creo que eso hizo la gran diferencia, en Estados Unidos pudieron descartar los casos, no solamente identificar positivamente, sino descartar los otros, casi al momento y esto explica también parte de las confusiones en las cifras.
No estamos hablando de pruebas inaccesibles para nuestro país, aquí están los laboratorios, han estado desde hace tiempo, hay recursos humanos, ¿qué paso? Pues no estábamos listos, no teníamos los reactivos, no pudimos montar las pruebas con la serenidad necesaria. Bueno, esto explica en buena medida el curso que ha tomado la epidemia, porque si es una epidemia y las medidas que se han desprendido de ésta en Estados Unidos y en México, la diferencia la ha hecho la infraestructura científica que está a nuestro alcance”.
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Contesta la misma pregunta, el doctor Miguel Ángel Lezana, director general de Vigilancia Epidemiológica y Control de Enfermedades de la Secretaría de Salud. Vocero de la crisis.
“Yo creo que las medidas que hemos adoptado, que los gobiernos, tanto local como el federal, han adoptado, son, en efecto, medidas extremas, pero lo que nosotros estábamos viendo era un crecimiento en la tasa de infecciones, entonces, a mí me parece que estas medidas de distanciamiento, como el cierre de las escuelas en las condiciones particulares de nuestro país, tienen una alta efectividad.
Quizá en Estados Unidos la situación por diversas instancias económicas o sociales, culturales, sean muy distintas. La forma en que nos comportamos es muy diferente socialmente con respecto a Estados Unidos. Nosotros estamos tomando, sí, medidas que se consideran extremas, pero que al mismo tiempo son las pertinentes para las circunstancias culturales y sociales que tenemos en nuestro país.
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De Pablo Ordaz, el excelente corresponsal de El País, la crónica de cuando llega a entrevistar al doctor Lezana a la Secretaría de Salud:
“Nadie lleva mascarillas. Ni la recepcionista, ni nadie del servicio de limpieza, ni las secretarias, ni el jefe de prensa, ni, por supuesto, el doctor Lezana. Así que la primera pregunta no puede ser otra: ¿por qué no llevan ustedes mascarillas? “Porque la porosidad que tienen permiten fácilmente el paso de las partículas, y porque además es muy poco viable que el virus pueda transmitirse por el aire sin estar en contacto con ninguna superficie”. Y entonces —la siguiente pregunta también es obvia—, ¿por qué han repartido millones de mascarillas? ‘Bueno, es más una demanda de la población. La gente se siente más segura llevándolas, más tranquila, y no les hace ningún daño’. La declaración del funcionario no deja de ser sorprendente, sobre todo porque durante los primeros días del brote la población asistió angustiada a la escasez de mascarillas, y los políticos en tropel —en vez de hacer el discurso de Lezana— se lanzaron a prometer mascarillas como si en ellas estuviera la salvación.
“Lezana explica, entonces, que el virus sólo es capaz de vivir en el aire cuestión de segundos, pero que donde sí se hace fuerte es sobre los objetos. ‘Si yo tengo el virus y estornudo sobre la grabadora, el virus puede permanecer ahí 24 e incluso 48 horas. Si usted luego la toca y se lleva las manos a la boca, a la nariz o a los ojos, se puede contagiar. Por eso lo importante es lavarse mucho las manos, limpiar mucho los objetos que otras personas han tocado”.
masalla@gmail.com
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