SOFÍA FADDEEVA es originaria de Rusia. Cuenta con la nacionalidad mexicana. En los años 1986-1990 publica poemas, cuentos y ensayos en periódicos, revistas y almanaques de Rusia. En 1991 se gradúa en los cursos de guionistas de cine en Moscú. Como narradora fue finalista en el II Certamen internacional de la casa editorial Terra Austral en Australia denominado "Nosotros los inmigrantes, nosotros los emigrados", realizado en el 2004. Trabaja de profesora en el Tecnológico de Monterrey, campus Estado de México. En la actualidad reside en el área metropolitina de la capital de México.
SOFÍA FADDEEVA es una poeta, pero en esta ocasión navega por las plácidas o tortuosas aguas de la novelística.
En esta novela la variedad de los temas abarcados por la autora es tan amplia como aquella que se presenta en la vida de una mujer decidida a toda costa encontrar un rincón en la tierra donde ella pudiera ser feliz. La violencia de género, los deseos eróticos, las diferencias y prejuicios sociales, el choque de las culturas, de los colores de piel, del origen, el amor y el odio... colores en pugna. La exquisita sensibilidad del personaje principal que se forja tras tantas turbulencias vividas les dejará el corazón roto y una alegría interior indescifrable, conmoverá por su sentido de la compasión y del humor, incluso de auto-ironía. Con una gran maestría la autora cautiva la atención del lector llevándolo por los laberintos de una trama que lo envuelve con sucesos inesperados. Existen en el texto una pasión desbordante en el uso del idioma y el estilo es totalmente personal. La autora por sí misma es un enigma: rusa, vive en Méjico y publica en España una novela sobre Ecuador, el país que conoce - y esto se percibe claramente en la novela - muy bien, con todas sus bellezas e idiosincracias.
Unos fragmentos relacionados con la violencia de género:
Por la mañana, mis pasos miden la extensión del patio de derecha a izquierda y al revés. El espacio tiembla y se compacta. De pronto la enorme casa de mi suegra me resulta muy pequeña, el angosto patio me parece aún más estrecho. Aún más pequeña todavía me resulta la ciudad de Esmeraldas. El país ha disminuido por completo, todo el continente, todo el mundo.
Siento que me asfixio en este mundo tan pequeño, me falta espacio, me falta aire. Este cosmos tan diminuto presiona mi interior, poco a poco se va inflando hasta que revienta en mil pedazos las costillas, esa jaula donde no cabe nada más. Revienta también el patio, la sucia ciudad, y aquel entorno donde mi esposo amaba a otra.
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El hombre entrega su semen a la mujer en la vagina, en la boca, en el ano, puede eyacular entre los pechos o tocando con la punta los pezones, hasta en el oído o en la fosa nasal, si se coincide en los tamaños ¡realicen su propia fantasía, inventen nuevas formas en el acto sexual!.. La cama, el mar, los sanitarios, un árbol, un poste, un tranvía, la cumbre de una montaña... en presencia de otros y a solas... posean a su mujer. Las mujeres esperan ansiosas la pasión y el deseo del hombre, esperan un rígido pene lleno de semen... pero... pero... pero los seres humanos somos diferentes, unos necesitan más ternura, otros más crueldad, hay quienes consideran el alma, otros sólo la carne. Coincidir es imposible, si ocurre, entonces es un milagro, rara vez sucede... pero no cause dolor, si usted escogió a alguien para esos eróticos juegos que no pertenece al grupo de aquellos a quienes les gusta el dolor; y si escogió a uno de ellos, entonces no sobrepase el límite que señala su criterio de aceptación, no llegue a la violencia. ¿Por qué? ¿Por qué, si el límite entre el placer y el dolor se diluye y uno es capaz de convertirse en el otro? ¿Por qué? Tal vez porque existe la armonía establecida por la divinidad, a pesar de que cada ser humano posee su propia medida. La vida resulta imposible sin violencia y sin dolor. Desvirgar es como una violación, los partos traen consigo gran dolor, sin embargo... satisfacer los deseos del amado, dar a luz a un bebé... es obra de la divina armonía... Los seres humanos somos tan diferentes como lo son las fuentes de nuestro placer.
No es que mi esposo me hubiera violado, no. Me violé a mí misma en el momento en que me obligué a aguantar. ¿Para qué? ¿Por el afán de no ceder a mi marido a otra mujer? ¡Qué deseo tan vano! Vale la pena aguantar por amor pero no por orgullo. Yo misma fui la culpable de aquello.
Tal vez valga la pena andar por sinuosos caminos, por lúgubres montañas y altas pendientes para lograr poseer una visión plena del mundo, del orden y del caos.
La vida, la creación, la sangre. La muerte, la desintegración, los excrementos. El mundo es el amor y el odio, la unión es semen. Es una mezcla divina que el Creador maceró en el crisol del cielo y derramó sobre la tierra.
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Julio se encontraba en mi casa cuando, de repente, llegó mi marido. Ya era muy de noche. Mi esposo llamó a la puerta. Con mis manos temblorosas, busqué la llave durantebastante tiempo, dándole oportunidad a Julio para que saliera. Sabía perfectamente que la llave se encontraba en mi bolsillo, pero tomé la de otra puerta, la metí en el candado e intenté girarla. Tras la puerta cerrada le dije a mi marido que esa no era la llave, que iría a buscar la otra. Mientras caminaba por la sala vacía en su búsqueda, pasé la mano por la base de la ventana y mi marido lo vio: estoy buscando. Prendía y apagaba la luz, recorría los corredores y el resto de la casa, como buscando la llave, hasta que Julio se vistió. Cuando por fin cerré la puerta tras de él, aquella puerta que conducía al patio y de ahí a una calle lateral, sólo entonces saqué (ya no temblaban mis manos) la llave del bolsillo, que fingí, por fin, encontrar. Me dirigí a la entrada principal y abrí, y por primera vez en mucho tiempo le sonreí a mi esposo alegre y sinceramente.
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Cuando regreso a casa, no hay nadie, solamente un mensaje para mí: “El trabajo es más importante para ti que tu hijo.”
Vida, ¿qué abismo más abres delante de mí? ¿Dónde más vas a torcerte?
¿Quién supondría que se puede andar, respirar, comer, beber, preparar las clases, ir al trabajo, saludar a los conocidos, sonreír y hasta amar por las noches a un hombre sin saber dónde se halla tu hijo, y sufrir por dentro ese dolor, llevarlo y andar, respirar, comer... Se puede, se puede así. Bueno, vida, ¿qué más me preparas? ¿Qué más ingredientesincorporaron a la receta ustedes, mi Ángel y mi Demonio?
He de ser de piedra, tengo que aguantar. Todo es cuestión de soportar el infortunio y resistir más, ya vendrá el momento, sí... lograré llegar a ese instante... y cuando venga me lanzaré como puma, como águila, como lince y lo atraparé al vuelo y esconderé a mi hijo. ¿Pero dónde está ahora? ¿Dónde se encuentra mi hijo?
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Ha habido de todo en mi vida. Hubo casos en que creí que nunca iba a recuperarme, pero con tiempo y esfuerzo he salido adelante. De otros quizá no logre recuperarme jamás.
¿Cómo pudiste hacerlo, Julio?
Si no hubiera ido a aquella fiesta, si no hubiera leído aquellas cartas, si no hubiera visto a aquella muchacha de enormes caderas y estrecha cintura, si no hubiera buscado la llave en los bolsillos de Julio... ¿todo sería diferente? A veces me dan ganas de pensar así. Pero hay un ángel y un demonio que murmuran en cada uno de mis oídos: “Si no hubieras ido a aquella fiesta, de cualquier modo hubiera pasado algo semejante. Tuvimos preparados muchos sustitutos.”
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Detente, memoria, ¡por favor! Convierte esta serie de sucesos en un conjunto vacío. ¿Por qué quieres recordarlo todo? Yo no quiero. Borra, deshaz, elimina de mi vida aquella noche. ¿Cómo abolir la parte cerebral que me obliga a seguir recordando? No quiero recordar, pero sí, recuerdo... todo pasa como a cámara lenta...
...La sartén con papas cayendo de la estufa, derramando la grasa por el piso de madera en una mancha que se extiende cada vez más... El pocillo con leche que acababa de poner al fuego, chorreando por mi cabello y por mi ropa... La tibia leche de la cocina donde me refugié en vano. Julio me arrastra a la sala. Me resisto. No quiero que me vean las personas que son testigos de todo tras la ventana... Levanta el teléfono... ¿Quién es este hombre tan alto? ¿Acaso es Julio?... Y despacio... ¿Por qué todo pasa a cámara lenta?... El teléfono cae sobre mi cabeza, luego un dolor obtuso, un ruido estridente y... caigo al suelo...
- ¡Ya estuvo, ingeniero! ¡Ya hemos visto suficiente! - gritaron tras la ventana.
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El hombre que golpeó una vez, golpeará otra vez, afirma la sabiduría del pueblo. Sin embargo, no hay reglas sin excepciones, y quise creer que Julio jamás volvería a levantar la mano para golpearme. Juntos seremos felices. Sí, muy felices. Pero presiento que pronto me quedaré sola, y nadie podrá ayudarme a liberarme de la soledad. A pesar de ello, reconozco la dulzura y la magia de lo que siento por Julio. ¿Por qué me apego tanto al amor? ¿O a su ilusión? La sensación de soledad no pasa. Sola para siempre. Amar significa ser dos. Siento que pierdo la capacidad de amar. Estoy sola.
Las montañas cambian las distancias: lo lejano lo hacen parecer cerca y lo que parecía cerca está en realidad bastante lejos. Las montañas emergen de la tierra curvándola, arrugándola en pliegues y relieves. Pero cuando andas por la tierra ¿acaso lo notas? Vivimos en un espacio torcido. Todo es curvo.
Julio inventó una frase:
- Eres mi castigo y mi paga por todos mis pecados.
Esa frase poco a poco se convirtió en su profecía.
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Soy un pájaro y vuelo sobre los Andes, y mis alas están en llamas.
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No decidía nada. La decisión vino sola y se consolidó. Yo era como un juguete. Alguien de fuera tomaba por mí las decisiones. Algunas Fuerzas Superiores escribían la novela, no con tinta ni sobre el papel, sino con dolor, con sangre, con esperma, con las vidas de las personas, sobre la tierra. Se divertían construyendo cadenas de sucesos, y nosotros, sus juguetes, sobre el papel que es la tierra, no disponíamos de nuestra propia suerte. Ellas nos dictaban. Éramos solamente las imágenes de la novela inventada. Cumplíamos las órdenes. Ellas escribían la novela.
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Lo cierto es que en este mundo todos nosotros comemos de todos, unos de otros. ¿No da risa? Todo lo que tiene de real y de sueño el universo, el caos y el sufrimiento del mundo, el alma y la carne, el instante y la eternidad, el amor y el odio frente a la vida y la muerte, involucra el placer, el indescriptible gozo o el más exquisito dolor de sentirse penetrada a través de las cavidades en un tiempo brevísimo en comparación con la eternidad: ese clímax es lo que representa la cumbre de la expresión de los sentimientos. ¿No da risa?
Aquí, en la tierra, no da risa. Allá, en el cielo, sí.
Dios posee un sentido del humor enorme, pero a diferencia de nosotros, no posee carne semejante a la nuestra, y nosotros, a diferencia de él, no disfrutamos de Su Todopoderoso Conocimiento, y por eso es difícil para nosotros entendernos.
¿Van o no los ángeles, los demonios y los dioses, muriéndose de la risa, a aplaudirnos por los papeles que representamos aquí, en el espectáculo de la tierra, sacando allá, en su cielo, de sus fisonomías sustanciales, unas lágrimas sustanciales? Sé que llegado el momento, cada uno de nosotros contemplará desde otra parte su vida y sin más soltará su eterna carcajada.
1 comentario:
Felicidades por su blog, me parece excelente que haya incluido un fragmento de esta novela.
Me gustaría ponerme en contacto con Sofía para que me comantase algo más sobre su novela. Soy de Valencia (España) y sé que hace poco estuvo presentando su novela en la librería Primado.
Mi blog es: http://ginesvera.blogspot.com
gracias y un saludo.
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