Queridos amigos:
Pasan los días aciagos y paso a paso regresa la vida cotidiana.
Mi amada Guadalupe y yo nos sentimos profundamente conmovidos, arropados, enternecidos, con todas las muestras de cariño y solidaridad que recibimos de ustedes en estos días agitados.
Una vez pasadas las horas más difíciles, ella y yo nos dijimos que bastaba con la noche de terror que habíamos sufrido y decidimos recuperar lo más pronto posible el control de nuestras almas.
Decidimos no permitir que nadie disminuya nuestra vocación de felicidad.
Estamos empeñados en eso con disciplina.
Hemos dicho que somos capaces de entender el error humano porque de acuerdo a lo que alguna vez escribí, regándola crece la planta.
Por eso mismo somos capaces de aceptar las disculpas ofrecidas pero, como no queremos que ningún mexicano vuelva a sufrir un agravio como el que nosotros padecimos, mantenemos nuestras demandas ante las instancias legales correspondientes y las comisiones de derechos humanos.
Nos curaremos incluso del rencor porque estamos convencidos de que sentir rencor es tomar veneno para que se muera el adversario.
Por todo lo anterior, les digo:
A Patricia Vega, que fue la primera en llamar...
A Marvin Lorena Arriaga, que de inmediato se puso en contacto con Emilio Álvarez Icaza que, a su vez, leyó mi texto casi completo en radio y televisión...
A las hijitas de Marvin Lorena y Salvador, que me enviaron mensajes y dibujos entrañables desde Tuxtla...
A Carmen Aristegui, que fue la primera periodista que me entrevistó...
A Martha y Alejandro Figueroa y a sus queridas hijas que se angustiaron tanto por nosotros...
A Gaby, Marco y María Hoppenstedt, pendientes y cercanos...
A nuestras familias y amigos de Chiapas y Tijuana...
A todos los amigos de mis hijos Balam y Celina que les llamaron y les escribieron mensajes de apoyo y solidaridad...
A Nedda G. de Anhalt, que nos envió delicias gastronómicas y puso su chofer a nuestro servicio...
A Stasia de la Garza, Sofía Mercado y nuestra vecina doña Mary Espinoza, que nos ofrecieron su casa...
A Jaime Cohen que hizo lo mismo y estuvo pendiente de nosotros todo el tiempo...
A Josie Chávez y Édgard Sánchez, a Enrique Aguilar, a Cuauhtémoc Ibarra y Gabriela Scherer, a Paloma Woolrich, que dejaron su casa y se apersonaron en la nuestra para colaborar en todo lo que se ofreciera, que era mucho: su presencia física en esos momentos nos reconfortó y no la olvidaremos jamás...
A Silvia Tomasa Rivera que dejó su refugio en Coatepec para venir a la gran capital tan sólo a cerciorarse personalmente de que este su hermano Efraín Bartolomé y su esposa estaban bien...
A los dos Alex Svarch por su presencia y por poner “el mejor equipo médico cubano al servicio del poeta...”
A Gerardo Arredondo Castillo y su esposa por su lealtad y apoyo incondicional...
A Emigdio Cortez García, por su solidaridad, apoyo, saber arquitectónico y diligencia para reintegrar nuestra casa a su condición previa...
A Eva Cabezas y todos los vecinos que nos conocen y se preocuparon y trataron de hacer algo y defendieron nuestro honor frente a la maledicencia...
A Luz del Alba Velasco, que nos ofreció sus casas en Comitán y en Francia...
A don Rafa Guillaumin que nos ofreció su hotel en las montañas de Huatusco...
A Pati Gutiérrez Medina que nos espera en Tuxtla...
A Nacho Cadena, ese chef glorioso y hombre de alta cultura, gracias al cual Puerto Vallarta es para nosotros un refugio en el cielo...
A Sonia de la Rosa que publicó una carta de apoyo en su Semanario San Lunes, con cientos de firmas...
Al gremio periodístico, a los funcionarios culturales que nos llamaron, a los lectores de mi poesía que, por lo mismo, me conocen mucho más que yo a ellos...
A los cientos de personas que no alcanzo a nombrar...
A cada uno de los que llamaron, que lloraron en el teléfono, que enviaron mensajes electrónicos, que escribieron sobre el caso en los periódicos, que me entrevistaron por radio y por televisión, que me dedicaron columnas, que se solidarizaron con nosotros en la prensa escrita, que difundieron mi texto por las redes sociales...
A cada uno de ustedes, queridos amigos, nuestro abrazo intenso, cálido, callado, largo, agradecido...
Salimos con bien, estamos físicamente indemnes y con el alma casi recuperada.
Gracias a cada uno de ustedes puedo volver a pronunciar estos versos de Rubén Darío que han normado desde hace tres décadas mi servicio a la Poesía:
Todo lo que enigmático destino
ponga de duro, o ponga de contrario
al paso del poeta peregrino:
insulto de sayón, o golpe rudo,
caída en el camino del Calvario,
lo resiste quien lleva por escudo,
tranquilo y fuerte en la gloria del día,
y con el sueño azul en la cabeza,
la devoción de la Alta Poesía
y de Nuestra Señora la Belleza.
TE INVITO A VISITAR www.palabravirtual.com/bartolome
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