martes, 23 de agosto de 2011

MENORES CRIMINALES:¿Quiénes son los culpables? ¿Los jóvenes, el gobierno o todos nosotros?


Por José Luis Vázquez Ceja

Como en los coros de las clásicas tragedias griegas, al unísono, desde servidores públicos del gobierno estatal y diputados de la XIII Legislatura hasta representantes de las asociaciones de abogados y algunos ciudadanos entrevistados, en calidad de corifeos, todos clamaron penas más severas para los tres jóvenes menores de edad (dos de 14 y uno de 16 años) acusados del homicidio de un comerciante con domicilio en la ciudad de La Paz. Dentro del conjunto coral, sólo dos voces disonantes se escucharon en toda la Entidad: La del Ombudsman de Los Cabos, Jesús González Ceseña, quién clamó: “Los tres niveles de gobierno deben buscar otras alternativas para prevenir estas situaciones y no hay más que fortalecer los programas de educación (Tribuna de Los Cabos, 16-7-11). La otra voz disonante fue la de Angel Mora Rojo, quien, en su columna Visión de Reportero intitulada “Penas más severas ¿Para qué?...Y, concluye… “Los jóvenes son responsabilidad de todos, sino les damos oportunidades ¿Cómo los vamos a castigar? (Tribuna de Los Cabos, 16-7-11)
Mucha Constitución y pocos políticos
Para muchos resulta claro que en este mundo de jóvenes, sin oportunidades ni recursos para satisfacer su derecho a la educación, a la cultura y al empleo, los actos delictivos de los tres jóvenes en la ciudad de La Paz no deberían sorprendernos. Lo que debería sorprendernos, indignarnos y llenarnos la cara de vergüenza es la falta de valor civil para exigir a quienes nos gobiernan que inviertan en lo realmente importante como en educación, en ciencia, en desarrollo tecnológico, en espacios culturales y recreativos, en crear empleos, así como en desarrollar zonas habitacionales donde pueda vivir dignamente cualquier familia, todo ello, como uno de los caminos más apremiantes y seguros para tener jóvenes con futuro y no delincuentes. No hay nada nuevo señores políticos, todo está asentado en más de once artículos de nuestra Constitución en materia de los derechos de las personas y los mecanismos para asegurar sus garantías y sus protecciones correspondientes (junio 10-2011, Diario Oficial de la Federación)
La serie de actos delictivos de los jóvenes, pero también las protestas y manifestaciones públicas que se están sucediendo no sólo en México sino en otros países o regiones del mundo, no hacen sino traer a la memoria, en este su segundo aniversario luctuoso, al poeta Mario Benedetti, cuando se preguntó ¿Qué les queda probar a los jóvenes en este mundo de paciencia y asco? ¿Sólo grafitti? ¿Rock? ¿Escepticismo? También les queda no decir amén, no dejar que les maten el amor, recuperar el habla y la utopía; ser jóvenes sin prisa y con memoria.
Claro que nuestros jóvenes no sólo son esperanza sino presencia viva y actuante en todo el mundo. Razón por la cual, antes de entrar al asunto de los tres jóvenes delincuentes de la ciudad de La Paz, es pertinente conocer algunas de las manifestaciones en las cuales está participando activamente esta juventud global.
Un mundo de jóvenes pero sin oportunidades de educación ni empleo
Claro, que corresponde a los jóvenes rescatar nuestras utopías perdidas u olvidadas. El rechazo y la rebelión contra las políticas gubernamentales son un signo de nuestros días en no pocas ciudades y capitales del mundo. Los jóvenes han iniciado esa lucha por lo más sagrado de cualquier ser humano: conservar la dignidad como principio para no vivir ni humillados ni marginados. Los movimientos de “Los indignados” en varias ciudades de España, las protestas y manifestaciones en otras tantas ciudades de Inglaterra, de los estudiantes, también llamados “Los pingûinos”, en Chile, son sólo ejemplos de esa rebelión global. También es claro que en este mundo de jóvenes, la mayoría, desafortunadamente, vive marginada de las políticas públicas. Nos encontramos con el mayor número de jóvenes en toda la historia de la humanidad. Y, con una distribución tan desigual y carente de oportunidades que, según la Organización de las Naciones Unidas (ONU), del total de mil 800 millones de jóvenes, el 87 por ciento vive en países pobres, como México, Guatemala o Belice, entre otros.
¿Qué hicimos para esperar esta avalancha de millones y millones de jóvenes anunciada desde décadas atrás por organismos internacionales como la ONU ?. Nada. Seguir reproduciéndonos sin previsión o política demográfica alguna. Sólo vivir en la inmediatez y en la mediocridad, en esa parsimoniosa y bien aceptada regla de convivencia social: “dejar hacer y dejar pasar”. Claro que en este mundo globalizado hay excepciones, allí están China, Brasil y otros pequeños países asiáticos , que desde entonces se han dedicado a invertir en la formación de miles y miles de jóvenes, ampliando las oportunidades educativas, científicas y tecnológicas, culturales, artísticas y deportivas, al igual que aprovechando, de la mejor manera, el trabajo creativo y productivo de estos millones de jóvenes, a la vez que fomentando y apoyando el desarrollo de la inteligencia, el conocimiento y el talento de esta inmensa población de jóvenes.
México y sus millones de jóvenes
No son pocos los pronunciamientos públicos de intelectuales, académicos, científicos, periodistas, organizaciones sociales, las incontables marchas y protestas públicas de ciudadanos, en contra de esa espiral de violencia, inseguridad y deterioro social en que nos encontramos que, eventualmente, puede dar lugar a un estallido social. La causa fundamental, a diario la tenemos en las calles de nuestras ciudades y pueblos: 21.4 millones de jóvenes entre 15 y 24 años no encuentran trabajo y, lo más grave, sin posibilidades de entrar a estudiar en las instituciones de educación media y superior. Son jóvenes sin fututo, su voz no cuenta, no tienen espacios recreativos o sitios públicos a donde ir a pasarla bien con los amigos. Los responsables, también los tenemos a la vista, con “guaruras” y en lujosos carros blindados. Estos en cambio con todas las oportunidades del mundo para hacerse ricos, corromperse y dilapidar la riqueza nacional, estatal y municipal. Tal cual es herencia dejada desde el régimen de Salinas de Gortari y aumentada con los gobiernos de Vicente Fox y Felipe Calderón.
Nuestros gobernantes no han tenido el mínimo sentido común de invertir más en educación, investigación, desarrollo científico y humanístico, como la única vía para que el país enfrente, resuelva y supere sus problemas, concretamente el económico, único generador empleos y trabajo, pues sin éstos no hay producción ni riqueza alguna. La cuestión para los actuales y futuros políticos y gobernantes, que ya andan en la inmediatez del 2012, es muy simple: los jóvenes seguirán siendo mayoría por otros 10 o 15 años más. No invertir en su formación, es decir en formar capital humano, es continuar sumidos en el estado de improductividad, dependencia económica y política en el que actualmente nos encontramos, con las consecuencias obvias: más pobreza, más rezagos sociales, mayores injusticias y la insana e infecciosa ola violencia a nivel nacional.
Tres propuestas para salir de la mazmorra en que con entramos
Claro que nuestros jóvenes no sólo son esperanza sino presencia viva y actuante en todo el mundo. Este marco de referencia general nos lleva apuntar tres propuestas elementales para Baja California Sur --el estado menos poblado a nivel nacional y con más recursos de toda índole para ser un modelo desarrollo único-- éstas propuestas son no sólo de sentido común, según demandas y expresiones ciudadanas, sino que están definidas y expresadas en varios artículos constitucionales, con las cuales también se da respuesta a las voces disonantes del Ombudsman de Los Cabos, Jesús González Ceseña, y la del reportero Angel Mora Rojo.
La primera consiste en cambiar no sólo el objeto social sino el nombre de Centros de Internamiento y Tratamiento para Adolescentes (la denominación de Internamiento y Tratamiento no sólo resulta humillante para los jóvenes sino autoritaria y fascistoide) por otro sistema cuyo objeto social sea la creación de Centros de Estudios y Oficios para Adolescentes, cuya función no sea la readaptación “social” de los jóvenes sino la dignificación y la integración social de éstos a través del estudio. El castigo no será penas o castigos más severos sino tareas y libros para estudiar. Abrir espacios o crear oportunidades para que los jóvenes estudien no sólo es una demanda pública en México sino en todo el mundo. No sólo es urgente sino noble y bondadoso aprovechar todas circunstancias y espacios para que los jóvenes estudien. Tenemos que entender que sólo en la educación, en el conocimiento y en la cultura está el futuro. No es posible que sigamos en esa lacerante realidad en la cual siete de cada 10 jóvenes se quedan fuera de la educación superior.
Independientemente de las reformas u otras leyes en la materia para la dirección y operación del Sistema de Centros de Educación y Oficios para Adolescentes propuesto, el proceso de redención no será la celda o el castigo sino los programas de estudio ( talles literarios, de historia, de física e ingeniería, de diseño industrial y mecánica, de geografía y ciencias de la tierra, entre otros,) serán la guía en los trabajos de enseñanza y dignificación de los adolescentes antes de su regreso pleno a la sociedad.
Previa evaluación mental, intelectual, vocacional (aptitudes y habilidades), entre otros estudios, el castigo será estudiar, estudiar una profesión o un oficio, además de las actividades deportivas y recreativas, que los dignifique no sólo como jóvenes ciudadanos sino como portadores de conocimientos y habilidades útiles para la sociedad a que ofendieron. Salvo prejuicios sociales, propios de la Edad Media, no hay otra forma para que la sociedad reciba y acepte con un status diferente a los jóvenes que por circunstancias “X” cometieron algún delito. Obviamente, la dirección del Centro de Estudios y Oficios para Adolescentes será la responsable, al término de la sentencia de cada uno de los adolescentes, de expedir la certificación de los estudios realizados, los cuales a modo de pasaporte servirán para integrarse al trabajo productivo o para continuar estudiando.
Segunda y tercera propuestas
Estas solo se anotan y serán objeto de un segundo artículo. La segunda propuesta consiste en cambiar también el actual sistema de Centros de Readaptación Social por un sistema de Centros Productivos de Bienes de Consumo y de Servicios Comunitarios, cuya función sea borrar esa anacrónica visión de readaptación “social” de los internos por otra que tenga como función dignificar a los internos a través del trabajo productivo de bienes de consumo que demandan los habitantes de nuestras ciudades.
La tercera propuesta está orientada a que La Paz, como la ciudad capital del Estado u otras ciudades de los otros cuatro municipios, independientemente de su orientación económica o turística, tengan como responsabilidad pública la de educar y la de crear ambientes culturales para sus habitantes y visitantes, muy particularmente, para sus jóvenes.


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