domingo, 1 de agosto de 2010

La cyborgización de la sociedad (I DE III)

CURIOSIDAD Y TECNOLOGÍA
La historia ha demostrado repetidamente que una vez que se cuenta con la tecnología necesaria para hacer algo, eventualmente se hará, independientemente de las consecuencias, previsibles o no, que pueda tener. El deseo compulsivo de novedad es innato y es un legado genético de un remoto instinto de supervivencia. Si se desarrolla tecnología para hacer bombas atómicas, internet, clonar animales o perforar pozos petroleros superprofundos, se terminará utilizando. La tecnología digital nos ha confrontado en un período cortísimo de tiempo con una serie de invenciones que han ido transformándonos en todos los ámbitos, desde aquellas enfocadas en pequeños grupos con gustos e intereses particulares, hasta otras que apasionan a casi cualquier niño y joven, y unas más que han sacudido el mundo del trabajo y la producción. Nada es hoy más universal que la fascinación-terror-repudio que nos producen las tecnologías cyborgianas, ésas que de una u otra manera funden lo humano y lo maquinal y borran las fronteras entre lo biológico y lo fabricado.
LA RECEPCIONISTA DIGITAL
Como evidencia de esta obsesión cultural, el New York Times publicó cuatro artículos de primera plana entre el 25 de junio y el 11 de julio pasados, en los que describe la intensa relación entre los circuitos electrónicos y las neuronas. Estas notas resultan relevantes no sólo por su calidad o ausencia de la misma, sino porque reflejan la ansiedad del Zeitgeist. El primero: Computers that Listen to you Make Strides in Talking Back, de Steve Lohr y John Markoff, trata acerca de los avances en software que permiten ahora a las computadoras entender con gran precisión el lenguaje hablado. Esta tecnología se aplica y perfecciona día con día al usarse intensamente en los servicios de ayuda telefónica de diversas corporaciones, las cuales tratan de eliminar un número de llamadas al resolver inquietudes, dudas, dar servicio y atender quejas con computadoras. Así, los programadores se han dado a la tarea de crear voces que interactúen con el usuario y logren crear la ilusión de tratar con un ser humano. El artículo describe el programa piloto Proyecto Medico Avatar en un consultorio pediátrico donde la recepcionista es un avatar, un rostro desincorporado en una pantalla que atiende pacientes no solamente programando citas médicas y dando información genérica a los visitantes, sino interactuando con los pacientes e identificando síntomas y condiciones para simplificar la labor del médico. Este programa tiene la capacidad de “ver” los rostros de los pacientes y visitantes y dirigirse a ellos, analizar si están dirigiéndose al monitor o a alguien más, emplear inflexiones de voz y distintos tonos al dirigirse a un niño o a un adulto, reconocer palabras clave para identificar la naturaleza, urgencia y razón de cada caso. Los articulistas señalan con entusiasmo que algunos programas en las líneas telefónicas de atención al público pueden medir docenas de indicadores del estado de ánimo de la persona:  “incluyendo respiración, ritmo y tono de la conversación, para prevenir a los agentes y supervisores que una persona está molesta o es impredecible”. Esta propiedad camaleónica de la tecnología que se hace pasar por expresión humana era lo que aterrorizaba a Philip K. Dick y es la esencia de su novelaSueñan los androides con ovejas eléctricas; ese poder de engañarnos, de introducirse en la cotidianidad, aprendiendo nuestros gestos, imitándonos, convirtiendo nuestras emociones, ideas y sueños en patrones y algoritmos. ¿Quién es el paranoico ahora?
REDUCCIONISMO NERD
Una recepcionista avatar puede ser realmente útil y quizás más eficiente que una de carne y hueso. No olvidemos que hasta la década de los cuarenta, al referirnos a las computadoras, hablábamos de seres humanos equipados con máquinas sumadoras. De igual manera es casi inevitable que se sustituyan los transcriptores médicos (que actualmente en EU son alrededor de 100 mil) por programas que hagan ese trabajo. No hay duda de que en ciertas circunstancias esta tecnología podría representar mejoras en servicio y atención. El problema es que es parte de un patrón que el programador y músico Jaron Lanier describe como reduccionismo nerd, el cual consiste en rebajar nuestras expectativas cuando confrontamos engendros tecnológicos. El azoro que nos producen estos prodigios del código nos hace bajar nuestros estándares y googleizar nuestras interacciones humanas, de la misma manera en que nuestras interacciones se convierten en intercambios de palabras claves y frases despojadas de nociones gramaticales y sintácticas dirigidas a bases de datos.

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