Política cero
Jairo Calixto Albarrán
Como si no fuera suficientemente shockeante saber que Hugo Sánchez busca regresar a terminar lo que ni Aguirre pudo hacer con el Tri, Calderón hizo un llamado para darle una corregidita a su heroica lucha contra el crimen organizado, cuyos logros en materia de paranoia, sospechosismo e histeria colectiva son memorables. En general, un aburrimiento sin gracia que parecía construido para el lucimiento de Jelipillo estaba empeñado en organizarse mejores espectáculos autocomplacientes que García Luna.
Sin embargo, lo que parecía iba a ser desechado por elemento gacho, persistió.
Con la misma actitud medrosa, displicente y estancada en el siglo XX con la que descubrió que el narco no tiene escrúpulos ni límites 28 mil muertos después, Calderón entró al menos a un debate al que le ha venido rehuyendo: la legalización de las drogas.
Que haya escuchado otras ideas sobre el tema es un avance, pero no basta. Son tales sus complejidades, conexiones y alcances, que a las drogas no se les puede abordar con actitudes de beata, espantos de buenas conciencias ni prejuicios medievales. Las drogas inciden, irrumpen y rompen los esquemas de lo cotidiano con tales vigores (sea a partir del morbo que irradia, de los risky business que les son naturales, de sus partes placenteras y gozosas, de su calidad de oscuro objeto de deseo), que no se les puede ver ni con paternalismos, ni visiones atávicas o moralinas, sino como un problema de salud pública, seguridad nacional y desmadejamiento social.
Al menos el tema salió de la clandestinidad y se colocó frente a la mirada presidencial no como espectro sino como alternativa. Siquiera para que sepa que hay más rutas que la confrontación a madrazos en las calles, los operativos hollywoodescos con descabezados como show de medio tiempo y daños colaterales en calidad de porristas.
Ahora que, pensándolo bien, esto me recuerda que Fox y Santiago Creel han pensando en la legalización de las drogas, no se diga la bola de analistas que antes aborrecían la idea por considerarla sólo para nacos y pachecos, traidores a la patria, me pregunto si este debate no tendrá gato encerrado.
¿No es como muy sospechoso que de pronto, de las profundidades de las almas reaccionarias, que por siglos han combatido el asunto de las drogas desde el melodrama ranchero, el golpe de pecho y el tremendismo fresa (los mismos que se les ocurrió que para combatir al narcotráfico sólo se requería de policías y soldados) de pronto les salga lo open mind?
O ven lo que los demás no vemos en este río revuelto: un nicho de oportunidad…
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