El asalto a la razón
Carlos Marín
Antes de cursar Derecho en la Universidad de La Habana, Fidel Castro inició sus estudios en el Colegio lasallista (o lasaliano) de Santiago de Cuba; los continuó en el jesuita Dolores de la misma ciudad y prosiguió en el habanero Belén, también de la Compañía de Jesús.
Quizá por esa interpretable como una íntima tristeza reaccionaria (López Velarde, en su muy al pelo Retorno Maléfico), el padre de la Revolución Cubana, al cumplir 84 años, invocó al padre de la lógica formal, Aristóteles, y no al de la dialéctica, Heráclito (o a sus seguidores Hegel, Marx o Engels) para iniciar sus tardías reflexionesacerca de Andrés Manuel López Obrador en El gigante de las siete leguas, del 11 y 12 de agosto.
“Lo supe por Aristóteles, el más famoso filósofo de la historia del hombre”, escribió: “El ser humano es capaz de acciones maravillosas o de las peores iniquidades”.
Mal comienzo.
¿Hace falta leer alguno de los 31 tratados que se conocen del total aproximado de 200 atribuidos a Aristóteles para saber semejante obviedad?
¿Es necesario saber leer para llegar a la misma conclusión?
De no haber leído al pilar del pensamiento idealista y religioso, ¿Fidel habría ignorado las iniquidades que en su patria explican el apostolado revolucionario de José Martí o cualquiera de sus predecesores?
Castro parte de tal premisa para revelar que le bastó leer La mafia que se adueñó de México… y el 2012 para concluir que López Obrador es “la persona de más autoridad para hablar de la tragedia de ese país”, México, “ya que fue electo gobernador (…) de la Ciudad de México, y en las pasadas elecciones del 2006 fue el candidato de la Coalición por el bien de todos (…), y ganó la mayoría de los votos frente al candidato del PAN. Mas el imperio no le permitió asumir el mando...”.
De lo escrito por AMLO, el primer secretario del Partido Comunista de Cuba quedó convencido del jamás demostrado “fraude electoral”, y parece claro que el informado y perspicaz dirigente nunca supo de las variadas, contradictorias y excluyentes versiones que el propio López Obrador inventó ese año para intentar explicar su derrota (“traición” de sus representantes en casillas, “fraude cibernético”, “boletas alteradas…”) ni del bluff de la “encuesta” que dizque le favorecía por 10 puntos.
En la primera parte de sus reflexiones, lo demás para Fidel fue casi lo de menos, de no ser la reproducción de párrafos del libro de López Obrador, entre los que sobresalen perlas como ésta:
“…el Instituto Federal de Acceso a la Información Pública (IFAI) resolvió mantener en secreto por 12 años —hasta 2019— los nombres de las empresas que en 2005 resultaron beneficiadas por el Servicio de Administración Tributaria (SAT) con la devolución multimillonaria de impuestos.”
¿De verdad ignorará Fidel que, a su vez, López Obrador se aseguró de que permanezcan en secreto por 12 años los contratos de los segundos pisos?
El inaudito nuevo fidelazo merece un “mejor no me ayudes compadre” y aquí, desde luego, más espacio…
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