sábado, 21 de agosto de 2010

Adopción de menores: preferencia a matrimonios heterosexuales


Ramón Cota Meza

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  • 2010-08-21•Acentos
Hay una forma de mitigar las consecuencias de la ley de adopción de menores por matrimonios homosexuales: introducir una enmienda para que los matrimonios heterosexuales tengan prelación sobre los primeros. Es decir: ante toda solicitud de adopción de menores por matrimonios homosexuales se abriría la opción preferente para matrimonios heterosexuales.
La adjudicación a favor de matrimonios homosexuales sólo sería posible cuando no hubiera matrimonios heterosexuales interesados, o cuando, habiéndolos, no cumplieran los requisitos. Así se atendería el sentir abrumadoramente mayoritario y, al mismo tiempo, se mantendría el derecho de los matrimonios homosexuales a adoptar.
Una enmienda así pondría la ley en correspondencia con los hechos: la pareja heterosexual es el modelo ancestral de la personalidad del niño, mientras que el matrimonio homosexual es novedoso y extremadamente minoritario. Establecer el derecho de prelación heterosexual sería una prueba para que la mayoría demuestre los sentimientos que afirma tener. El tiempo pondría las cosas en su lugar.
La ley de adopción de menores por matrimonios homosexuales es una extrapolación del derecho a la no discriminación. Una cosa es sancionar la discriminación de las personas por su orientación sexual; otra muy distinta es estirar el precepto hasta contravenir el núcleo evolutivo de la formación de la personalidad. La ley supone una mutación antropológica inconmensurable en los parámetros actuales, un salto al vacío en perspectiva de la evolución humana.
La extrapolación revela que legisladores y jueces pensaron sólo en el derecho de los matrimonios homosexuales, no en la suerte de los menores así adoptados. Subrayar esta omisión no significa que los homosexuales sean malos educadores de niños. Quizá puedan dar tanto o más amor que las parejas heterosexuales. El problema es que privan al niño de su experiencia formativa fundamental.
Esta debería ser la orientación de la ley mientras no tengamos evidencia suficiente en contrario. No la tenemos porque el asunto cubre apenas una milésima de segundo en la escala de la evolución humana. Podría llegar el día en que los menores educados por parejas homosexuales no tuvieran problemas de adaptación en una sociedad heterosexual. Mientras tanto, no deben pagar por ello. Quienes deben pagar son los adultos, limitando sus demandas de realización personal al sentir mayoritario.
La convivencia homosexual influiría la conducta del niño, lo cual sería injusto. Para bien o para mal, aprendemos imitando a nuestros padres. “De la imagen parental surge el arquetipo propio de la persona adulta: una imagen del hombre, tal como la ha experimentado la mujer desde los primeros tiempos, y una imagen de la mujer como la que el hombre lleva dentro de sí desde siempre” (Carl G. Jung).
El niño aprende a sentir por su madre y a actuar por su padre, con todas las combinaciones posibles. La transformación moderna de los roles sociales no ha modificado esta orientación porque el hombre y la mujer siguen siendo Adán y Eva. Como el cardenal Sandoval, yo no tengo claro quién es Adán y quién Eva en una relación homosexual, menos claro lo tendrá un menor.
Los niños educados por parejas homosexuales se desenvolverían en un mundo heterosexual con todos los conflictos psicológicos resultantes. ¿Deben pagar así el deseo de realización personal de sus padres adoptivos? No podemos convertir a los niños en conejillos de indias de un experimento social.
El hecho de que muchos padres abusen de sus hijos, algunos de la peor manera, no es argumento para generalizar la práctica. Es como exigir la legalización de las drogas porque el alcohol es legal. Si el alcohol está en nosotros, hagamos lo posible por reducir su consumo, no lo usemos como pretexto para fomentar adicciones tanto o más destructivas.
—¿Y qué me dice de la resolución de la Corte sobre la adopción de menores por matrimonios gay?
—Bueno, la Corte ratifica su condición de ente burocrático movido por cálculos políticos según lo políticamente correcto. El voto por las adopciones gay refleja la ambición de la mayoría judicial por escalar peldaños, calculando el apoyo de cierto segmento de opinión pretendidamente moderno. Influye el deseo de no ser calificado retrógrada.
—Alguna razón jurídica deben tener…
—Sí, tienen la razón platónica de que el mundo sensible es un mal reflejo del mundo de las ideas (las leyes). En vez de prever las consecuencias de sus decisiones, rumian sobre la correspondencia entre sus sentencias y el ideal, lo cual es ridículo, pues el legislador, al establecer el derecho a la no discriminación, no pudo prever el caso que nos ocupa.
—Querrá usted decir que la norma constitucional es insuficiente…
—Lo insuficiente siempre es la estructura lógica de la ley en general. “La vida de la ley no es la lógica: es la experiencia.” (Oliver Wendell Holmes Jr.)
blascota@prodigy.net.mx

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