sábado, 15 de enero de 2011

Centenario de Marshall McLuhan


Ramón Cota Meza

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  • 2011-01-15•Acentos. MILENIO DIARIO.
Los estudiosos de la comunicación se aprestan a celebrar los cien años del nacimiento de Marshall McLuhan (1911-1980), el gran pensador y profeta de la era mediática. Más mencionado que leído, más leído que asimilado, McLuhan sentó las bases para pensar los cambios humanos y sociales introducidos por las tecnologías de la comunicación en el sentido más amplio. Su frase “el medio es el mensaje” resume su teoría, pero hay que elucidarla.
“El medio es el mensaje” significa que cada medio de comunicación, independiente del contenido que transmite, ejerce sus propios efectos, los cuales constituyen su verdadero mensaje. El mensaje es el cambio de escala, velocidad y patrones de conducta que el medio introduce en los asuntos humanos. El ferrocarril no introdujo el transporte ni la rueda, pero aceleró y amplió la escala de las funciones humanas previas, creando así nuevos tipos de ciudades, trabajo, asociaciones y ocio, independiente de la carga transportada.
Los medios son extensiones de los sentidos y miembros humanos. La imprenta es extensión de la memoria, la rueda es extensión de piernas y pies, la radio es extensión del oído, la televisión es extensión de la vista, la computadora es extensión del sistema nervioso central… internet es extensión todo esto junto.
Cada medio, en la medida en que intensifica el uso de uno o más sentidos y debilita el de otros, desequilibra la relación previa entre ellos, lo cual trae consecuencias psíquicas, físicas y sociales. El espectador de televisión puede aturdirse y volverse indiferente al contenido, pero permanecerá frente al televisor.
Los efectos de la tecnología no ocurren al nivel de opiniones y conceptos, sino que alteran las relaciones entre los sentidos y los patrones de percepción consistentemente, sin resistencia alguna del usuario. La modificación de las relaciones entre los sentidos puede crear efectos patológicos como la “auto-amputación”, el “aturdimiento” y la “incorporeidad”. Las conductas de aislamiento alimentadas por internet podrían explicarse con estos conceptos.
Debido a la escritura, Platón transformó el diálogo socrático en una forma de arte, creó al lector individual y amplió la memoria; la imprenta creó al público lector; el telégrafo y la radio convirtieron al mundo en una aldea global; la radio nos hizo cambiar el ojo por el oído; la electricidad, al hacer que las cosas ocurran al instante, creó a la masa, intensificó el sentido de igualdad, descentralizó las ciudades y modificó las formas de asociación y las relaciones políticas.
Cada tecnología crea gradualmente un nuevo ambiente humano. En la época de Platón, la palabra escrita había creado un ambiente que empezó a “destribalizar” al hombre. En la época tribal, los griegos memorizaban poemas, los cuales suministraban una sabiduría operativa para las contingencias de la vida. La época de Platón señala el ascenso del hombre “destribalizado”, para el cual fue necesaria una nueva forma de educación, que Platón diseñó en forma de “Ideas”.
Con el alfabeto fonético, el saber clasificado sustituyó la sabiduría de los poetas tribales. Desde entonces la educación occidental se ha basado en la información clasificada. En la era electrónica, en cambio, la clasificación de información es sustituida por patrones de reconocimiento. Cuando la información cambia instantáneamente, su clasificación se vuelve fragmentaria e inestable. La ignorancia de cómo usar el nuevo conocimiento se acumula exponencialmente. Ante la sobrecarga de información, el hombre recurre al estudio de configuraciones.
El contenido de cada nuevo medio recicla el de los medios anteriores. La radio recicla al periódico, la televisión recicla al cine, internet recicla a todos ellos. Esto crea la ilusión de que los medios son sólo nuevos odres para vinos viejos, sin percatarnos de que nos modifican por dentro y alteran nuestras relaciones con el mundo. El hombre avanza viendo hacia el pasado como un conductor que avanza por la carretera viendo por el espejo retrovisor.
McLuhan no fue complaciente con la dimensión que descubrió. La preponderancia de los ambientes mediáticos sobre su propio contenido le resultaba ominosa. Por eso dio gran importancia a los contra-ambientes, los cuales son creados por los artistas. El artista de la era mediática es aquel capaz de crear contra-ambientes, no el que se autoexpresa. El artista activa su radar para detectar los peligros que los ambientes mediáticos engendran y usa sus recursos para redescribir el pasado, creando así un contra-ambiente imaginario que ayuda a tomar distancia del caos de la vida presente.
McLuhan no es un pensador sistemático, a menudo recurre al aforismo y a veces incurre en ambigüedades (este artículo contiene una). Interrogado sobre esta anomalía respondió: “Yo no explico; exploro”.
blascota@prodigy.net.mx

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