miércoles, 12 de enero de 2011

El cuarto Rey Mago


Guillermo Sheridan



11 de enero de 2011

Me simpatizan los santos reyes que durante los primeros días de enero
convierten a México en un país (aún más) excéntrico, poblado unos cuantos
días por estos asombrosos disparates visuales. Encuentro curioso el amor
popular y revolucionario a estos monarcas trashumantes y a todas luces
extranjeros, multiraciales y multiculturales, encargados de iniciar a la
niñez mexicana en la tolerancia y el internacionalismo.

¡Qué cantidad de niños criados en la idea de que el mundo está gobernado
por estos reyezuelos, mezcla de hippies con ogros, con sus coronas de
paspartú y sus cetros de alambrón, sus piradas pelucas de estropajo, sus
ropajes fastuosos de merengue y popelina! Es una rara fabricación de la
idea de lo “antiguo” y lo “exótico” que acaba endeudada, a la vez, con
Delacroix y con Walt Disney. Y a eso hay que agregar su no menos
fantástico zoológico portátil de elefantes y camellos de peluche, cartón o
fibra de vidrio…

Recuerdo mi ingreso a las letras medievales españolas, cuando había que
estudiar el remotísimo Auto de los Reyes Magos. Al encontrarse en el
camino, uno de ellos le pregunta a otro “¿Sedes vos estrelero?”, es decir,
astrólogo, que en tal calidad se les tenía, más que la de monarcas. Y los
regalos que llevan al niño no lo son tanto, sino una especie de examen
para advertir su talante: “Si fuera rey de tierra, el oro querrá;/ si omne
mortal, la mirra tomará;/ si rey celestial estos dos deixará/ y tomará el
incienso, que le pertenecerá”. ¿Cómo puedo acordarme de algo tan remoto?

De niño, mi abuela norteamericana nos leía un relato simpático sobre un
cuarto Rey Mago. Lo busqué años más tarde. Era un relato episcopaliano y
cursilón de un tal Henry van Dyke, que tuvo la buena idea de proponer a
este mago que, lamentablemente, llega a Belén cuando la sagrada familia ya
ha abandonado el portal.

¿Lo habrá leído Michel Tournier? Quizás alguien recuerde Gaspar, Melchor y
Baltazar, hermosa novela de este que, para mi gusto, es el más grande
escritor francés vivo. Como van Dyke, Tournier propuso a un cuarto rey
mago caracterizado por la impuntualidad. Recuerdo -no sé qué tan bien- el
argumento: Taor, rey de Bangalor, es un rey glotón que viaja con toda su
corte, cargados de dulces de todo tipo. Cuando por fin llega a Belén, y no
queda ya ni un pastorcito, jura encontrar al niño y rubrica la promesa
organizando para los niños del rumbo un banquete de mazapanes, caramelos,
pasteles y naranjas cristalizadas.

Siguiendo las huellas de Jesús comienza el desastre: su elefante se mete
al Mar Muerto y se convierte en estatua de sal. Poco a poco, Taor pierde
todo. Más tarde, en Sodoma, atestigua un juicio espeluznante: un hombre es
condenado a trabajar 33 años en las minas de sal. En un arrebato de
imitación de Cristo, Taor se ofrece a tomar el lugar del pobre hombre, que
tiene hijos pequeños. Su caída es, ahora, absoluta: el rey del azúcar se
ha convertido en un arenque humano enterrado vivo.

Pero Taor sobrevive. Pasados los 33 años, recupera su libertad y vaga por
Galilea, obstinado con la idea de encontrar al hombre en que se habrá
convertido aquel niño de Belén. Siguiendo pistas y acatando rumores lo
persigue por todas partes pero siempre llega tarde. Un día se entera de
que cenará esa noche en Jerusalém, con sus discípulos. Taor, desde luego,
llega cuando la sala del banquete ya está vacía. Agotado, alcanza a tomar
de la mesa un trozo de pan y un resto de vino, antes de morir... Sin
saberlo -pero sabiéndolo a su manera- Taor ha comulgado la carne y la
sangre del Cristo que nunca logró encontrar.

Así pues, el cuarto Rey Mago, el que siempre llega tarde, llegó esta vez
adelantado: muere cuando Cristo no ha muerto aún y, por lo tanto, no puede
ser salvado por su sacrificio en la cruz. Sin embargo hay que pensar que
este anti-Tomás --que no vio a Cristo, pero nunca dudó-- habrá merecido
una dispensa. ¿Habrá logrado llegar a tiempo a las puertas del paraíso,
entre el tumulto de ángeles y profetas, para ver la llegada triunfal del
Cristo ascendido?

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