Alejandro Alvarez
Dentro de las grandes preocupaciones de los partidos políticos del país está la politización de la juventud, es decir su incorporación consciente y responsable a la solución de los problemas nacionales. Con motivo de las ya inminentes elecciones locales estos institutos políticos han perfilado su estrategia de educación cívica de las nuevas generaciones. Cosa curiosa, han coincidido plenamente. Sus acciones se centran en la siguiente metodología.
Primeramente identifican a los “líderes naturales” a quienes les proponen una táctica de reclutamiento relativamente eficaz. Pago de trescientos pesitos diarios durante la campaña. Cincuenta pesitos adicionales por cada chavo que lleven a una reunión de proselitismo donde se les instruirá en las acciones políticas específicas. Una vez integrados los grupos de trabajo que van de los treinta a cincuenta discípulos perfectamente convencidos por una compensación de doscientos pesos por jornada se les arma ideológicamente.
La consolidación ideológica consiste en dotarlos de una gorra –roja, amarilla o azul–, una camiseta –del mismo color–, unas banderotas –lógico, del mismo tono–, un tambache de calcomanías de variados tamaños, otro tambache de trípticos o en su defecto volantes explicando lo honestos y dignos que son los candidatos de ese color y por último, algo fundamental en la participación política: un instrumento generador de ruido ensordecedor –aquí hay importantes variantes, puede ser un equipo de sonido de esos que hacen retumbar los parabrisas, cornetas que taladran los tímpanos o, más recientemente, tambores de bandas militares o escolares que son tundidos con fiereza por baquetas y baquetones–.
Una vez instalada la brigada de entusiastas jóvenes en un crucero importante de la ciudad la tarea es simple, liberarse del material ideológico pegándolo en defensas, portezuelas y cajuelas o aventándolo generosamente por ventanillas de autos y camiones. Otro subgrupo baila rítmicamente y sin cansancio con la música grupera que tan bien va con la política choyera. Otros más agitan las banderotas de un lado a otro como hacen los fans del América o del Cruz Azul. Así se está consolidando la nueva clase política. El relevo generacional es atendido de manera puntual por los actuales estrategas del desarrollo político del país. Podemos estar tranquilos, la juventud está en buenas manos y, sobre todo, su formación política está garantizada.
KALIMBA LIBERADO
Los medios televisivos también hacen lo suyo en esto de educar en temas transcendentes a la juventud. Por eso las últimas semanas destinaron el tiempo de sus noticieros estelares y programas de espectáculos al caso del artistazo de talla internacional Kalimba. Para satisfacción de los seguidores del conocidísimo cantante un juez no encontró pruebas suficientes para dejarlo en el tambo una temporada larga y le dictó auto de libertad (así dicen que se dice). Los grupos feministas talibanes exigían que el susodicho fuera desollado y castrado públicamente como castigo ejemplar. Pero los grupos Kalimbófilos al conocer de la liberación se manifestaron por las calles y las recorrieron con el ingenioso estribillo: ¡Kalimba es caliente, pero él es inocente!
ABSTENCION Y DESERCION
Importantes líderes partidistas han lanzado su resto contra la posibilidad de que un ciudadano decida no votar o anular su voto. En una meticulosa tarea de búsqueda de calificativos contra quienes tomen ese rumbo esos líderes han reunido las siguientes etiquetas: amargados, resentidos, desleales, infieles, traidores, desertores. Más lo que se acumule esta semana.
La cosa es más sencilla y práctica. Si la oferta electoral no satisface al ciudadano, éste no tiene por qué votar por “el menos peor”. Las elecciones son un mercado, los obligados a convencer a los ciudadanos de que su oferta es buena son los partidos y sus candidatos pero si éstos son una bazofia mal haría el ciudadano en tachar una boleta a favor de ellos. Si los potenciales electores deciden dar la espalda a los partidos la responsabilidad única está en los malos candidatos. No busquen chivos expiatorios.
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