miércoles, 19 de noviembre de 2008

MÉXICO Y EL MUNDO RINDIERON TRIBUTO A CARLOS FUENTES...Tomado de LA NACIÓN, de Argentina

FOTO Fuentes recibe el abrazo de García Márquez; detrás de ellos, el presidente de
México, Felipe Calderón Foto: AP

José Claudio Escribano Enviado especial

CIUDAD DE MEXICO.- El Premio Nobel de Literatura asegura, lo que no es poco, un tiempo de gloria y dinero. Después se revierte, según es costumbre, en una de las formas posibles del desdén y del olvido.
Tómese la lista del centenar de galardonados desde comienzos del siglo XX. Cualquier persona medianamente ilustrada advertirá que más de la mitad está constituida por ilustres desconocidos. Sin editores dispuestos a patinarse un peso en la reimpresión de uno solo de sus libros, sin lectores interesados por nada de lo que hayan escrito, sin estudiosos decididos, más que a emplearse en desenterramientos piadosos, en actos que acabarían en la historia excéntrica de las letras.
José Echegaray, español, fue el primero de los escritores de nuestra lengua en obtener el premio. Es un ejemplo clásico y cruel no sólo de los supuestos caprichos del tiempo, sino, con más evidencias aún, de las arbitrariedades de la misma academia que ignoró a Tolstoi, a Proust, a Joyce, a Borges. También ha prescindido la célebre institución de Suecia de tomar en cuenta a Carlos Fuentes, pero se ha encontrado, sin embargo, en la celebración nacional de sus ochenta años, con un fasto excepcional. Su magnitud y la emotividad colectiva que ha suscitado están más allá del conjunto de las numerosas distinciones de jerarquía que lleva recibidas -el Premio Cervantes, el Príncipe de Asturias- y de la que podría ser, tal vez, la más advenediza de las coronaciones, aquella que le ha sido hasta aquí negada. Como le ha sido negada a Mario Vargas Llosa.
La universidad y la política. La intelectualidad mexicana y la de América toda, más la de Europa y Africa. Los literatos, los músicos y los pintores. Los periodistas. La izquierda y la derecha. Todos, absolutamente todos, con dos premios Nobel a la cabeza -Gabriel García Márquez y Nadine Gordimer- y dos ex presidentes -Felipe González, de España, y Ricardo Lagos, de Chile- tuvieron su representación en el almuerzo de homenaje a Carlos Fuentes, que se sirvió en el Palacio Chapultepec, en medio de los tristes fantasmas de la casa de los Habsburgo.
Considerado el gran escritor tantas veces como la encarnación biográfica de la cultura de un país y de la ciudad que ayudó a redescubrir en su segundo libro, La región más transparente , el aspecto que ofrecía aquel escenario de grandes acontecimientos históricos de México, con su constelación de invitados de todo el mundo, invitaba a tomar, como la mejor de las definiciones que se hayan hecho sobre Fuentes, el considerarlo el más cosmopolita de los mexicanos y el más mexicano de los cosmopolitas. El gran desmitificador
Nacido por casualidad en Panamá, criado en los Estados Unidos, con la niñez asumida en Chile y parte de la adolescencia en Buenos Aires, universitario en México, en Europa. Embajador en París, en 1975, cuando estaba por comenzar la transición en España y André Malraux, acaba de confesarlo, susurraba a sus oídos: "No veo a España sin Franco; la anarquía es la vocación de España".
El presidente de la República, Felipe Calderón, lo calificó en su discurso de "gran desmitificador de conciencias, de brillante eslabón de una tradición artística y literaria libre, que le ha dado a México una luminosa presencia en el mundo".
Calderón estuvo por más de una razón en la cabecera de la mesa. En 2001, durante el gobierno del presidente Fox (del Partido Acción Nacional, como también lo es Calderón), el ministro de Trabajo consideró inapropiada la lectura de Aura , una de las novelas más conocidas de Fuentes. Desde el Congreso de la Nación, Calderón se opuso a la censura.
Fuentes agradeció ahora el gesto en su mensaje por el agasajo y se permitió el siguiente comentario sobre Aura : "Una simple historia de amor que no le faltaba el respeto a la vida privada ni perturbaba la paz pública, aunque sí podría perturbar la moral de las buenas conciencias".
Calderón dijo que la mejor forma de celebrar a Fuentes era leyéndolo. Anunció que ha decidido que en las más de 120.000 escuelas primarias y 30.000 colegios secundarios de México se haga una lectura "sistemática y metódica" de su obra. Se distribuirán entre los estudiantes más de un millón de ejemplares de aquella radiografía de la región que ha sido el ensayo El espejo enterrado .
García Márquez, presente pero invariablemente silencioso junto a Mercedes, su mujer y constante protectora, miró complacido al orador cuando éste se dirigió a él: "Somos camaradas desde hace más de cuarenta años, cuando en la «pelusa» de un jardín de San Angel renunciamos a toda ocupación que interrumpiera nuestra vocación: escribir novelas, creer en la literatura, darle forma verbal a la gran selva de lo no dicho, sobre todo en una América latina de evasiones, retórica, buenas intenciones y malos propósitos".
Fuentes hiló paso a paso el discurso con referencias a los principales invitados, como si éstos fueran personajes de una novela realista llamados por igual a reflejar las ideas del autor. Cuando llegó el turno de agradecer la presencia de Felipe González, dijo: "No estatizó la economía para no sofocar las ventajas del ingreso en la Unión Europea, pero fortaleció al Estado para impedir las desventajas".
Nadine Gordimer, ganadora del Premio Nobel en 1991 después de haber revelado al mundo algunas de las peores miserias de la segregación racial en Sudáfrica, reconoció no haber leído aún La voluntad y la fortuna , el último libro de Fuentes, por esperar la versión traducida al inglés. "Espero también -dijo- que Fuentes siga siendo lo que pedía Franz Kafka, el escritor que ve entre las ruinas más cosas y más distintas que las que ven los demás, porque ve lo que en realidad está sucediendo."
O sea, como alguien diría más tarde, el novelista, en el papel genuino que le cabe, el de historiador del futuro. Pero Fuentes se encargó de advertir que el escritor no suplanta al político ni éste realiza la obra de aquél. "La literatura -dijo- crea, refleja, imagina, juzga, une, separa. En todo caso, una vieja tradición indica que los viejos damos lecciones a los jóvenes. Yo quisiera más que los jóvenes me dieran lecciones a mí; ellos van a ver un mundo que yo ya no veré, ellos nos traerán las noticias del porvenir. Nosotros los mayores aseguramos, sin embargo, que no se olviden de las novedades del pasado."
Por la noche, también como parte de la celebración por el aniversario de Fuentes, estábamos en el viejo colegio de los jesuitas, San Ildefonso, en la parte vieja de la ciudad, cuyas maravillas arquitectónicas comienzan a ser recuperadas por la restauración. San Ildefonso será la sede de La Casa de América Latina, un ámbito de debate y diálogo sobre la educación, la ciencia, la cultura y la integración cultural de nuestros pueblos. Integran su patronato, entre otros, García Márquez, Tomás Eloy Martínez, Enrique Iglesias y Nadine Gordimer.
Antes del albor, a las 6 de la mañana, chicos y chicas de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) harían fila para garantizarse la asistencia a la primera -"El arte de narrar"- de las diecisiete mesas redondas con las cuales continuarán los homenajes hasta entrado diciembre. No menos de 2000 personas caben en esa enorme sala de la UNAM habitualmente dedicada a conciertos: Nezahualcoyótl, la del nombre de un rey poeta y de una cultura azteca sin la cual no podría comprenderse el poder de la imaginación de un escritor universal cuya amistad y admiración nos trajeron esta vez a México.

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