martes, 20 de enero de 2009

CARLOS FUENTES: BIENVENIDO SEÑOR OBAMA



Terrible herencia le deja George Bush a su sucesor, Barack Obama. He listado este pesado testamento en mi libro Contra Bush a partir de la Convención Republicana de agosto de 2000 y me detuve, exhausto e incrédulo, el 12 de mayo de 2004, día en que fueron reveladas las imágenes de la tortura en el campo de Abu Graib.
En medio y ahora, la reseña de la Administración Bush-Cheney incluiría una fatal política de rebaja de impuestos y aumento de gastos militares, fórmula ideal para pasar del superávit fiscal de Bill Clinton (quinientos mil millones de dólares) al déficit de George Bush (idéntica suma). Causa añadida a la filosofía general de darle latitud y falta de regulación al mercado, desembocando en la crisis actual y la revelación de la irresponsabilidad de instituciones de crédito y la criminalidad de individuos que montaron abusos y engaños sobre la ausencia de reglas y la ingenuidad del público.
Bush desvió enormes sumas (quinientos mil millones de dólares hasta la fecha) para librar una guerra innecesaria contra Iraq, alegando la presencia de armas de destrucción masiva que jamás se encontraron, pasando por alto las serias advertencias del inspector de la ONU, Hans Blix, mintiendo acerca de la supuesta conspiración del dictador iraquí Saddam Hussein, con el cabecilla de al Qaeda, Osama bin Laden, siendo ambos implacables enemigos y el tirano Hussein, en términos de realpolitik, la mejor defensa contra al Qaeda. Hoy, al Qaeda se encuentra en Iraq, cosa que Saddam no hubiese tolerado.
La ironía se transforma en burla cuando Bush, hace unos días, reconoce que se equivocó acerca de las armas en Iraq. Terrible error que ha costado miles y miles de vidas de soldados norteamericanos, luchadores y civiles iraquíes y un desplome de la autoridad moral de los EU en la torturadora cárcel de Abu Ghraib, que encontró su ergástula hermana en la prisión de Guantánamo. Todo ello justificado por Bush y su vergonzoso achichincle, el procurador Alberto Gonzales, en nombre de lo mismo que violaban: la seguridad de los EU, sacrificada paso a paso por políticas que desprestigiaban a los EU y fortalecían a los terroristas, que nada desean tanto como ser protagonistas, siendo en realidad una minoría des-asociada de la mayoría islámica.
La ausencia de un criterio histórico y cultural en la Casa Blanca de Bush-Cheney desnuda, en cambio, los intereses económicos de Cheney y la empresa petrolera Halliburton y los de Bush, más allá del petropoder, en una visión imperial de los EU. Resulta grotesco hoy, citar a Bush -“los EU son el único ejemplo sobreviviente del progreso humano”- o a Condoleeza Rice -“la comunidad internacional es una ilusión”- cuando un fugaz unilateralismo norteamericano debió, ya, avizorar la emergencia de un mundo multilateralista -China, Rusia, India, Brasil, la propia comunidad europea despreciada por el secretario de defensa Donald Rumsfeld como una antigualla-.
Desprecio y distorsión del mundo, irresponsabilidad interna (Katrina, por ejemplo), orgullo imperial sin bases reales: ¿“misión cumplida”?
Bush llegó a la Casa Blanca, la primera vez, a pesar del voto popular favorable a Al Gore y gracias a un solitario voto en la Suprema Corte a donde fue a dar el proceso, y la segunda vez, gracias a una hábil y aterradora fórmula de Karl Rove: religión y miedo. La elección de Barack Obama es, en sí misma, una victoria contra el pasado que aquí evoco. El desastre final del Gobierno Bush-Cheney se volvió evidente. Pero más allá del desengaño, entró a votar una nueva generación de dieciocho años para arriba, no sólo ausente de los comicios anteriores sino presente en los actuales como parte de una constante admirable de la política norteamericana: a pesar de los errores, a pesar de los engaños, la continuidad constitucional del País y su base democrática, no logran ser destruidos. A pesar de embates tan severos como los de Bush-Cheney contra las instituciones y las libertades. En última instancia, se celebran elecciones y la oposición llega al poder.
¿Qué hará Barack Obama una vez allí?
Reviso, con una mezcla de entusiasmo y pavor, la agenda que Obama enumera en una larga entrevista, el 5 de enero de 2009, con la revista Time. Si cuento correctamente, allí Obama se propone catorce metas. La recuperación de la economía. La creación de reglas financieras para impedir que se repita la crisis. La creación de empleos. La reducción del costo de la salud y la expansión de la protección sanitaria. El cambio hacia una nueva política energética. La re-vitalización de la educación pública.
Y, en política exterior, el cierre de Guantánamo. El fin de la tortura. El equilibrio entre la seguridad y la ley. El fortalecimiento de alianzas (más amigos y menos enemigos, ha dicho Hillary Clinton ante el Senado). Retirar la fuerza armada de Iraq. Fortalecer la política hacia Afganistán. Ocuparse del cambio climático. Vigorizar las instituciones internacionales.
Como obvio contraste, Obama promete un Gobierno que no esté motivado por la ideología. Pero también un Gobierno competente y por ello, ‘accountable’, obligado a rendir cuentas y a admitir y corregir errores (que ya los cometió nombrando a Bill Richardson, secretario de Comercio, y a Tim Geithner, secretario del Tesoro, sin indagar con suficiencia sobre sus agendas pendientes).
Todo lo dicho no absuelve a Obama de una obligación, que es la de recuperar la fuerza moral perdida de los EU apelando a lo mejor del País: la tradición democrática y el capital humano para superar la peor crisis desde la depresión de 1932.
En esto, le deseamos suerte y le decimos, Bienvenido, señor Obama.

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