miércoles, 21 de enero de 2009

OBAMA Y LOS SÍMBOLOS FUNDADORES


ANTE UNA ABIGARRADA y COSMOPOLITA MULTITUD de cuerpo presente, calculada en dos millones de almas, Barack Obama asumió como presidente de los Estados Unidos de América, en una ceremonia imperial difundida urbi et orbi por todo el complejo multimedia creado por la revolución digital.
El discurso inaugural del hombre que hizo realidad el sueño de Martin Luther King, el del primer presidente de raza negra en la historia de los Estados unidos, fue breve pero sustancioso. De una riqueza conceptual traducida al lenguaje coloquial con la naturalidad de quien tiene conectada la lengua con el cerebro y el corazón. Pensamiento y sentir profundos, compartidos con el ciudadano común, con palabras precisas y transparentes.
Compenetrado de la historia de su patria, Obama ha puesto en juego el recurso de la política simbólica. Su viaje en tren de Filadelfia a Washington emulando la ruta seguida por Abraham Lincoln, en 1861, es el punto de partida. Lincoln, el decimosexto presidente estadunidense, que preservó la unidad nacional derrotando a los secesionistas de la Confederación de Estados Americanos. El estadista asesinado por haber abolido la esclavitud afroamericana con la ENMIENDA DE EMANCIPACIÓN DE 1863.
El gran orador que conmovió al mundo con una de las alocuciones más célebres de la historia: El Discurso de Gettysburg, pronunciado en la Dedicatoria del Cementerio Nacional de los Soldados en ésa ciudad de Pensilvania, escenario de una batalla decisiva de la Guerra Civil, el 19 de noviembre de I863.
Comparto con los lectores el brevísimo texto íntegro de la histórica intervención del también abogado, formado políticamente en Illinois, estado del que fue representante legislativo por el Partido Whig, antes de integrarse al Partido Republicano, con el que ganaría la presidencia de la Unión Americana, a finales de 1860: “Hace ocho décadas y siete años-dijoLincoln-, nuestros padres hicieron nacer en este continente una nueva nación, concebida en la Libertad y consagrada al principio de que todas las personas son creadas iguales. Ahora estamos empeñados en una gran guerra civil, que pone a prueba si esta nación, o cualquier nación así concebida y así consagrada, puede perdurar largo tiempo. Estamos reunidos en un gran campo de batalla de esa guerra. Hemos venido a consagrar una porción de ese campo como lugar del último reposo para aquellos que dieron aquí sus vidas para que esta nación pudiera vivir. Es absolutamente correcto y apropiado que hagamos tal cosa. Pero, en un sentido más amplio, no podemos dedicar, no podemos consagrar, no podemos santificar este terreno. Los valientes hombres, vivos y muertos, que lucharon aquí lo han consagrado, muy por encima de nuestro pobre poder de añadir o restar algo. El mundo no advertirá apenas ni recordará mucho tiempo lo que digamos aquí, pero nunca podrá olvidar lo que ellos aquí hicieron. Somos más bien nosotros, los vivos, los que debemos consagrarnos aquí a la tarea inconclusa que aquellos que aquí lucharon hicieron avanzar tanto y tan noblemente. Somos más bien nosotros los que debemos consagrarnos aquí a la gran tarea que aún resta ante nosotros: que de estos muertos a los que honramos tomemos una devoción incrementada a la causa por la que ellos dieron hasta la última medida colmada de la devoción; que resolvamos aquí firmemente que estos muertos no habrán muerto en vano; que esta nación, Dios mediante, tendrá un nuevo nacimiento de la libertad; y que el gobierno del pueblo, por el pueblo, para el pueblo, no desaparecerá de la Tierra.”
En estas palabras está la clave del simbolismo histórico que nutre el pensamiento político de Obama, que hereda del bushismo despedido a zapatazos en Bagdad, dos frentes de guerra en el exterior, y uno interno: el de la crisis económica y moral de su patria que intenta reinventarse a si misma con un rostro más humanizado, ganado la nueva guerra de secesión declarada por la injusticia social, con los principios de los Padres fundadores por delante y contra la devastación de la avaricia, la mezquindad, el utilitarismo, el individualismo a ultranza, responsables de la barbaríe del “sálvese quien pueda”.
Este es el contexto histórico que le da sentido al discurso inaugural, esa “nueva declaración de independencia”, del hijo de la antropóloga, Anne Dunham, y a una de sus frases medulares:”Atenderemos el hambre de los cuerpos y…de las MENTES”.

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