viernes, 16 de enero de 2009

JUAN GELMAN:"¡MENTIRA! ¡MENTIRA! ¡NO TIENE PERDÓN!


Es un verso del tango “Mentira” que Celedonio Flores y Francisco Pracánico compusieron en 1932. Carlos Gardel lo cantaba sin falsa emoción y sin el teatro que propinan hoy algunos tangueros. Se trata, claro, de un hombre que apostrofa a la mujer que lo engañaba y no por eso se privaba de llorar de amor en sus brazos. La frase es desde entonces, y aun antes, aplicable a numerosos políticos y gobiernos del mundo. Por ejemplo, al gobierno israelí y a su primer ministro, Ehud Olmert. Llevan a cabo en Gaza una matanza que ha causado ya la muerte de casi mil palestinos y miles de heridos: un 60 por ciento eran o son civiles y casi 300 fueron niños. El pretexto: defensa propia en razón de los continuos ataques con misiles de Hamas. La verdad: “Cualquiera que observe con honestidad el desarrollo de los acontecimientos en los dos últimos meses descubrirá que los (cohetes) Kasam tienen un contexto. Fueron casi siempre arrojados después de operativos de asesinato de las FDI, y de éstos hubo muchos. La pregunta de quién empezó no es infantil en este contexto. Las FDI volvieron a las operaciones de exterminio y en gran escala. Y su consecuencia fue el incremento de los disparos de Kasam”. Este análisis puede leerse en el diario israelí Ha’aretz del 9 de febrero del 2007. Está firmado por Gideon Levy, el periodista también israelí que Vargas Llosa elogió por su valentía intelectual. Otra del gobierno Olmert: Hamas no respetó la tregua acordada a mediados de junio del 2008 que expiraba en diciembre. La verdad: tropas israelíes la rompieron el 4 de noviembre irrumpiendo en Gaza y matando a seis palestinos (www.guardian.co.uk, 5-11-08). Las FDI volvieron a romper la tregua el 17 de noviembre matando a un líder de Hamas. La respuesta palestina: más Kasam. Y luego: Tel Aviv no se cansa de repetir que Hamas usa escudos humanos para combatir a las FDI. Parece que es al revés. Un comunicado de Amnesty International detalla: “Nuestras fuentes en Gaza informan que soldados israelíes han entrado y tomado posición en varios hogares palestinos, obligando a las familias a permanecer en la planta baja mientras ellos usan el resto de sus casas como base militar y en posición de francotiradores” (www.amnesty.org, 7-1-09). La Franja de Gaza contiene en sus 360 kilómetros cuadrados a una población de casi millón y medio de palestinos. Si los cohetes de Hamas llegaran a Tel Aviv y alcanzaran el barrio residencial donde está ubicado el Ministerio de Defensa israelí, ¿sería justo decir que Israel usa escudos humanos para defenderse de los Kasam? Vaya una observación interesante de Malcolm Smart, miembro del Programa de Amnesty para el Medio Oriente y el norte de Africa: “El ejército israelí tiene plena conciencia de que los tiradores palestinos suelen abandonar el lugar después de haber disparado. Cualquier ataque de represalia contra esas casas dañará a los civiles, no a los tiradores, en la mayoría de los casos”. El comunicado de Amnesty agrega que la ocupación de casas palestinas por soldados israelíes ha sido una práctica frecuente en el pasado y que “en otros casos, han obligado a civiles palestinos, a punta de fusil, a entrar delante de ellos en los edificios donde temían que pudiera producirse un ataque”. El gobierno Olmert justificó el bombardeo de una escuela de la ONU instalada en el campo de refugiados de Jabaliya arguyendo que desde allí habían hecho fuego contra sus efectivos. Después de unos días, tuvo que rectificar: las FDI habían cañoneado sin más trámite a quienes se guarecían en la escuela matando a 40 civiles. Lo mismo sucedió –entre otros– con el ataque a un camión que transportaba gas y no Kasam, como Tel Aviv adujo al principio. En verdad, Israel desató una guerra de exterminio. “¿Sucede acaso que esta guerra es el laboratorio de los fabricantes de muerte? ¿Acaso es posible que en el siglo XXI se pueda encerrar a un millón y medio de personas y hacer de ellas todo lo que se quiera llamándolos terroristas?” Es una pregunta que formularon los médicos noruegos Mads Gilbert y Erik Fosse –hace 20 años que prestan asistencia en Gaza como miembros de la ONG Norwac– al salir de la Franja vía Egipto (Le Monde, 12-1-09). Habían atendido a “víctimas de lo que tenemos todas las razones para pensar que se trata de un nuevo tipo de arma, ensayada por los estadounidenses, conocida con el acrónimo DIME (Explosivo de Metal Inerte Denso)”. Los DIME son poderosos, su radio de acción es de 10 metros, a quien está a tres metros de la explosión le parten el cuerpo en dos, a los ocho, le cortan limpiamente las piernas. Human Rights Watch ha denunciado el posible empleo de bombas de fósforo blanco contra los palestinos. Son de uso militar permitido para crear cortinas de humo, pero no en zonas pobladas, según establece el convenio de la ONU sobre armas convencionales (www.hrw.org, 10-1-09). Preguntado al respecto, el mayor israelí Avital Leibovitch aseguró que las FDI “no utilizan armas que el derecho internacional prohíbe. Otras naciones usan bombas de fósforo y tenemos el derecho a no hacer comentarios sobre el tema”. Es cierto, las FDI tienen ese derecho. Y los palestinos, el derecho a no ser desollados vivos. Ni siquiera a ritmo de tango.

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