Entrevista de Genaro Rodríguez a Mario Jaime a propósito de su puesta en escena “La guaycura fantasma” Se estrenó la obra ‘La guaycura fantasma’, drama histórico sobre la rebelión pericue en 1734. El autor y director nos habla de la obra que ganó el premio estatal de dramaturgia 2009.
¿Cuál fue la génesis de la Guaycura fantasma?
- Tres motivaciones. La primera cuando Sandino Gamez, el escritor, en una charla me contó que los pericues no soportaban el encierro. Morían de tristeza y desesperación. Eran como los quetzales. Me nació la idea de tomarlos como símbolo de hombres que no se dejan encerrar. De que la prisión y la tiranía eran incompatibles con su naturaleza. Símbolos de libertad.
- La segunda era escribir algo en contra de la tendencia oficialista del bicentenario y la parafernalia cultural que se viene este año, con una visión falsamente heroica, absurda y demagógica. Me molesta sumamente el nacionalismo y el regionalismo, son posturas llenas de prejuicios que tienden a justificar la violencia, el desprecio por lo extranjero, la xenofobia y se utilizan para controlar a las masas empapándolas de un orgullo vacío. Este año los medios de comunicación y la industria cultural nos bañarán hasta el hartazgo de esto.
- La tercera es que en las fiestas de fundación de La Paz, hacen una representación del desembarco de los españoles, con la mítica reina Calafia, un cuento europeo que nada tiene que ver con los indígenas locales y relatan una conquista pacífica por parte de los misioneros. Eso es un insulto al sufrimiento humano y un disfraz del despojo. Los misioneros castigaban y veían como los soldados castigaban a los lugareños. Pablo L. Martínez en su clásico libro de historia de la península pondera a los jesuitas como héroes. Las culturas extintas, las rebeliones, la sangre derramada no merecen un cuento de Disney.
- Las crónicas jesuíticas registran unos 30 mil habitantes originales en la Península, entre huchitíes, aripes, los mal llamados coras, etc.- en 1734. Para 1760 se registra que entre la misión de Dolores y Santiago casi no quedaba ningún habitante. ¿Qué les sucedió en menos de 30 años? Hay un silencio, un hueco. Los historiadores lo resuelven con eufemismos como que ‘no soportaron el choque cultural’. Pocos se atreven a hablar de genocidio. Recordemos que en 1737 debido a la rebelión, los españoles construyeron el segundo presidio donde llevaban a la gente.
- Es una obra de resistencia. La resistencia contra las versiones oficiales de la historia, la resistencia contra el lenguaje como un vehículo pragmático y la resistencia de ver al teatro como un entretenimiento cultural.
¿Cuáles fueron tus fuentes?
- Las de primera mano, es decir, las de los que conocieron a los pericues; fueron las crónicas jesuitas. Baegert y Clavijero, la relación de Segismundo Tavaral que escapó de la rebelión y se embarcó. El problema es que eran parciales y su interpretación justificaba la conquista espiritual, por lo cual uno no puede creer que reflejan una realidad. El imprescindible libro de Pablo L Martínez fue de mucha ayuda.
- Las segundas fueron textos de investigadores modernos como William Massey, Fujita y Miguel León Portilla. Tratan de ser más objetivas pero es evidente que al estar tan alejadas en el tiempo también resultan producto de una hermenéutica. Esa es la limitante de la historia, es casi pura ficción
¿Es una obra histórica?
- Es un drama histórico porque el pretexto es la rebelión en 1734, cuando los pericues atacaron las misiones de Santiago y de San José del Cabo asesinando a los curas Lorenzo Carranco y Nicolás Tamaral.
Tu personaje Tamaral es impresionante…
- Fue el misionero que fundó la misión de San José. San José se llamaba Añuití. La misión original fue cambiada a 8 km lejos de la playa y esta fue la que destruyeron los pericues. Tamaral en la obra es un hombre atormentado por el cuerpo de una mujer, la guaycura fantasma. Llega a violentarla y luego la culpa lo destruye.
¿Es una tragedia?
- La ficción ayuda a vislumbrar la realidad del hombre. María Zambrano escribió que el origen de la tragedia es la pugna del hombre por ser, por existir como ente en el mundo. Esa es la tragedia tanto de Tamaral como de Atzú, que es un pericú converso al catolicismo y que no entiende la nueva doctrina sin contradicciones. Elvira, la española que se entrega a Atzú, lo hace por un desamor y luego se horroriza por la poligamia abierta de su amado.
¿El personaje más trágico es Airapí?
- La guaycura fantasma es Airapí, una divinidad guaycura. Una especie de mujer diosa que se apartó de los aripes en guerra contra los pericues para unirse con Atzú. Pero este, contaminado con la religión católica la abandona para irse a vivir en la misión. Ella renuncia a su pueblo por él pero lo acepta de nuevo incluso con su nueva mujer española. Víctima de los deseos carnales del padre Tamaral, es violada y asesinada por él, su cuerpo dejado en el desierto. Luego se aparece como espectro señalando a su asesino, regalándole la locura a Tamaral. Yo no sé si el fantasma es real o es la alucinación culposa de Tamaral, eso lo decidirá el espectador y el director de la obra. Airapí es el nombre como se conocía a La Paz antes de ser cristianizada. Es otro símbolo, la mujer como tierra, como terruño, como lugar sagrado que es violado. Es la transición de un cambio paulatino pero violento. De un lugar que nunca volverá, una cultura que se extingue.
¿Las mujeres son muy importantes en tu estética?
- La mujer es el ser más importante porque en su vientre lleva la impronta de la diosa. Lo femenino es la creación de la vida. Todas las mujeres son una, lleva a la divinidad en sí misma, la mayoría no lo saben porque han sido alienadas y aplastadas con las ideologías patriarcales que imperan desde hace siglos. Según Massey, los pericues también tenían jefas o líderes femeninos. Y la sexualidad no era considerada como culpa. En la obra hay tres mujeres, el número de las fases lunares visibles. Elvira, la española, la que ama pero está ya enajenada con la religión, al principio busca cortar sus cadenas y rebelarse contra su educación al escapar con un pericú, pero luego no puede soportar la poligamia y decide claudicar. Los pericues la crucifican en venganza. Cucunumic es una guerrera que sabe que serán masacrados pero insta a la lucha a los caciques. Significa la luna. Es la furia de la tierra y Airapí el espectro derrotado y violentado. Las tres mujeres mueren de forma violenta. Eso es lo que le han hecho a las mujeres las religiones monoteístas y lo que le han hecho a la gran mujer, la Tierra, el desprecio de los hombres.
- Y es que el cristianismo es un virus que nos legaron esos siniestros hombres de negro.
¿Por qué?
La religión es la institucionalización de los mitos.
Los mitos son conocimiento poético, símbolos y arquetipos. Nos relatan nuestros miedos, nuestras luchas, hablan de lo sagrado. Pero al volverse religión, lo que era simbólico se torna ahora como algo real y entonces el asunto se psicotiza, es decir se toma la ficción como realidad. Cuando se intenta convertir a otros a una religión determinada se llega al colmo de la psicosis. Las religiones se usan entonces como armas para dominar al enemigo, al débil, al ignorante.
La diferencia entre los mitos y la religión es como la diferencia entre la poesía y la política. La poesía es la traducción del cosmos a un lenguaje, la política es un gran intestino.
En especial la religión cristiana que junto a las otras dos religiones patriarcales, la judaica de la cual deriva y la islámica, son sistemas tremendos que lavan el cerebro y coartan la libertad de pensar y de opinar de sus fieles. La herencia de los misioneros fue una ideología llena de culpas, llena de castigos, donde se alaba la falta de higiene, se horroriza y se desprecia al cuerpo humano, a la sexualidad, se rebaja a la mujer como a una paridora, a un objeto de placer a la vez maldito y condenable. Se pondera la esperanza y la humildad. Sobre todo la esperanza en otra vida despreciando el placer en esta. Y luego esa contradicción absurda de un dios supuestamente amoroso con una aparato ideológico terriblemente sanguinario y una filosofía de la condenación, del pecado como centro mismo. La idea de salvación que nunca llega ¿Pero nos va a salvar de qué? Ojalá nos salvará de la iglesia
Es una religión necrofílica, alaba el horror, lo escatológico. Adora la muerte y no la vida. Coleccionan restos humanos como reliquias.
Los evangelizadores son fanáticos. Su discurso es sumamente soberbio a pesar de que ponderan la humildad, subrayan de que son portadores de la verdad absoluta. Su doctrina es la revelación y es religión, la de los otros es mera idolatría. Su dios fue un personaje histórico que en verdad vivió y resucitó, en cambio otros que vivieron o resucitaron según la tradición antigua como Krishna, Mitra, Osiris, Atis, etc, son ídolos o mitos, fábulas inventadas por paganos.
Lo que me repugna es que la religión se vuelve un vehículo de dominio usado por un grupo en el poder, una doctrina que enajena con discursos falaces para uniformar y regir sobre las costumbres y las creencias de los otros. Ellos tienen dogmas y no se permite dudar acerca de ellos. Satanizan al hereje. ‘Hereje’ es una bella palabra pues significa ‘El que decide’. O sea que prohíben el libre pensamiento.
¿Satanizas tú a los misioneros?
- Tomo posición. Quería darle voz a los que nunca se la dieron. No dejaron crónicas, ni testamentos, no conocemos su punto de vista. No digo que los pericués o los guaycuras fueran buenas personas. Fueron humanos, como nosotros, llenos de pasiones, odios, ignorancia, serenidad, quizá hacían sacrificios, etc. hay una hipótesis de que los guaycuras estaban en guerra contra los pericues cuando los españoles llegaron. Eran enemigos. Sin duda gente hostil, dura. Su vida no debió ser idílica al modo del buen salvaje rousseoneano. Las condiciones son rudas, esta es una península despiadada por su clima y su orografía. No hay seres humanos inocentes. No hay buenos ni malos, sólo una lucha por el poder, por aplastar al otro. Somos animales irracionales que a veces atisbamos una concienci