lunes, 26 de abril de 2010

DEFENSOR DEL LECTOR...


La declaracionitis en Público

Defensor del lector

Juan Carlos Núñez Bustillo

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  • 2010-04-25•Al Frente
Lo que alguien dice puede ser, a veces, materia prima para elaborar una noticia. Depende de quién sea y qué diga. Si, por ejemplo, el presidente anuncia que el precio de la gasolina se va a duplicar y explica sus razones, ese dicho es evidentemente noticioso. Igual que cuando dos partidos políticos anuncian que apoyarán a un mismo candidato en las elecciones. Son noticias porque hacen referencia a hechos que tiene repercusiones en la vida de la gente. En ese sentido no sólo es normal, sino también es deseable, que los periódicos nos informen sobre ese tipo de declaraciones si además las contrastan y las completan con datos propios.
Cuando, en cambio, las declaraciones no tienen ninguna ancla en hechos trascendentes para los lectores, no deberían ser noticia porque no nos informan de nada relevante. Cuando un periódico publica esas “no-noticias” como si realmente lo fueran, se convierten en portavoz de los declaradores. Si además abundan, entonces el medio de comunicación padece de declaracionitis, una de las más graves “enfermedades” del periodismo mexicano.
En julio de 2000, el periodista británico Gideon Lichfield publicó en la revista Letras Libres un artículo que tituló: “La declarocracia en la prensa”. El texto comienza con una lista de 47 verbos que abundan en los medios mexicanos. “Esto, el catálogo inenarrable de sinónimos de ‘dijo’, garantiza que no falte en informe alguno del último discurso del licenciado Fulano de Tal, aunque se lo cite 20 veces, el oportuno verbo para enmarcar todas sus adorables frases. Humildemente, quisiera acuñar un nombre para estas palabras sacras: los dijónimos.
“Los dijónimos insuflan vida y emoción a lo que, de otra forma, son informes de noticias de abrumadora monotonía.
“Los dijónimos son síntoma del aspecto quizá más asombroso de la prensa mexicana: la idea de que las noticias no son lo que hay de nuevo, sino lo que haya dicho alguien importante, aunque esa persona o cualquier otra ya lo hubiera dicho, sin importar, realmente, si es verdad o no. Al abrir cualquier diario, muchos de los artículos son informes de un discurso o entrevista o, a veces, de varios discursos pronunciados en una misma ocasión. Contienen paráfrasis de lo dicho por el orador, o citas directas realizadas a través de una selección de dijónimos, sin contexto, o con poco”.
El periódico que padece de este mal, afirma Lichfield, “es un excelente registro de lo que dicen los poderosos, pero no sirve para entenderlo, que es el propósito del periodismo. Los periodistas mexicanos reconocen esta enfermedad que les aflige y tiene su nombre: declaracionitis”.
El periodista español Miguel Ángel Bastenier trata también el tema en su más reciente libro, titulado Cómo se escribe un periódico. Dice: “Hinchamos la información con todo lo que sus protagonistas dicen porque solemos no tener ni idea de lo que hacen. Y, estrechamente ligado a la declaracionitis, el oficialismo, panacea universal para llenar periódicos, cuando a los redactores se les exige un rendimiento de una o más páginas por día. Lo que dijo el que manda es lo único que cuenta”.
Bastenier cita ahí a Tomás Eloy Martínez, periodista y escritor argentino fallecido recientemente: “La reproducción de declaraciones tiene que ver con la pereza para investigar, con la red de compromisos que atan las manos y la libertad, o con la cada vez más estrecha relación entre los periodistas y sus fuentes, a las que se termina no queriendo lastimar u ofender”.
El análisis
Desde hace tiempo noto en Público un incremento de las “noticias de declaración”. Para intentar corroborar esta percepción, elaboré un pequeño análisis de las noticias que se publicaron en las secciones El Tema, Ciudad y Región, y Política durante dos semanas diferentes; la del 4 al 10 de enero, y la del 12 al 18 de abril.
En el análisis consideré como “noticias de declaración” aquellas que tenían como columna vertebral el dicho de alguna persona o institución y que, siguiendo a Lichfield, “contienen paráfrasis de lo dicho por el orador, o citas directas realizadas a través de una selección de dijónimos, sin contexto, o con poco”. No se consideraron columnas de opinión ni avisos. El análisis que hice no tiene validez estadística ni es un estudio “científico”, pero me parece que los resultados no estarían muy alejados de los que daría uno que sí lo fuera.
El promedio de declaraciones publicadas en las tres secciones fue de 42 por ciento. La sección El Tema es la que tiene un menor promedio de “notas de declaración” (34 por ciento). De hecho, en cinco de los catorce días no apareció ninguna. Sin embargo, el promedio aumentó porque en otros casos las declaraciones ocuparon más de la mitad del espacio y llegaron incluso hasta 80 por ciento.
En Ciudad y Región el promedio de “notas de declaración” fue de 37 por ciento. Un día sumó solamente doce, pero en dos ocasiones fueron declaraciones más de la mitad de los textos publicados y en cinco estuvieron muy cerca de ella.
Política es la sección del periódico en la que más declaraciones aparecieron. El promedio en el análisis fue de 54 por ciento, pero hubo un día en que llegó a 91 por ciento, y en seis ejemplares estuvo entre 60 y 70. Solamente en dos ocasiones el porcentaje de declaraciones bajó a menos de 30 por ciento. Si el análisis se hubiera hecho solamente sobre las noticias principales, el porcentaje de “notas de declaración” hubiera sido todavía mayor.
Público tiene claros síntomas de padecer declaracionitis. El mal de la declaración contraviene el sentido mismo del periodismo, porque en lugar de contarle a la gente lo que le pasa a la gente, le cuenta a la gente lo que opinan unos cuantos, especialmente los políticos. La agenda informativa, que debe establecerse en función del interés del lector, termina por definirse en función de las invitaciones de los declaradores. Las “noticias de declaración” suelen ser aburridísimas y ahuyentan a los lectores. Directivos, editores y reporteros deben tomar medidas para evitarlas.
Solidaridad
Un abrazo a Jade Ramírez, colega amenazada en Jalisco por su trabajo periodístico, y a las demás personas que han recibido advertencias por ejercer sus derechos.
defensor.gdl@milenio.com

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