RAMÓN COTA MEZA. MILENIO DIARIO. DF. MEXICO.
Como ya es rutina, a cada evaluación externa de la educación sobreviene una avalancha de admoniciones sobre la baja calidad educativa y el obstáculo sindical para mejorarla. No se ve que esta letanía ensancha la separación entre la sociedad y el magisterio. Creer que la educación mejorará por la imposición de grandiosos esquemas externos al aula es una ilusión perniciosa. En la escuela no manda el gobierno, la OCDE, los expertos, ni siquiera el director del plantel: manda el maestro, si es que puede.
La pretensión de dictar máximas y criterios al maestro debería ser sustituida por una actitud solidaria y cooperativa a partir de lo que el magisterio puede hacer por sí mismo. El problema principal es la baja calificación de los maestros, pero evitemos generalizar. En cada escuela hay por lo menos un buen maestro. Cualquier egresado lo puede confirmar. Esos maestros son la clave para mejorar la capacidad de sus colegas mediante la generalización de su maestría.
Una manera de hacerlo es la siguiente: seleccionar los mejores maestros, videograbar sus clases y transmitirlas en todas las aulas con apoyo del maestro in situ. Se lograrían así dos objetivos simultáneos: mejorar la instrucción de los estudiantes y la capacitación posible de los maestros. Para los maestros es más fácil aceptar soluciones provenientes de su propio gremio que de burocracias y expertos distantes. Las herramientas tecnológicas multiplicarían este potencial.
Si los padres de familia tuvieran acceso a este material, conocerían directamente el contenido transmitido a sus hijos y hasta podrían ponerse al día ellos mismos. Esto ayudaría a invertir su relación con la escuela, que en muchos casos es tomada como depósito de los hijos. Este problema no es menor: los maestros son conscientes de ser tomados como guardias de los niños, así que descreen del interés social por mejorar su educación.
La pretensión de mejorar la educación mediante esquemas externos al aula proviene del gigantismo del sector educativo y del complejo de inferioridad engendrado por el encuadre del país en los países desarrollados. El gigantismo de la SEP hace creer en soluciones totales desde arriba. El comparatismo salvaje con países más desarrollados provoca ansiedad competitiva, la cual tiende a ignorar lo que la educación realmente existente puede hacer por sí misma.
El paradigma comparativo y competitivo de la educación vuelve inconformes a todos los países con la educación que imparten. Siempre habrá un renglón en que algunos países serán inferiores, sin considerar las razones de su imputada inferioridad. Maestros ingleses denunciaron este fraude hace más de veinte años. He escuchado a maestros de California decir lo mismo. Pero ellos están en lo suyo: mantienen una conspiración pedagógica para desbancar a los nuts, los ejecutivos “Gucci” y los militaristas.
La presión externa sobre la educación exacerba el desbalance entre el tiempo educativo y las expectativas de su rendimiento. Educar a una persona lleva más de veinte años, algo muy lejano a la exigencia de rendimiento económico inmediato. El tiempo educativo puede acortarse, el tiempo del rendimiento económico puede prolongarse. Es razonable buscar una sincronización entre ambos tiempos en las condiciones actuales, pero no se puede ir más allá.
El juicio de la educación por su rendimiento económico es una presión de la que hay que tomar distancia. No educamos para conseguir rentabilidad. Educamos para la libertad. Si eso nos hace rentables, qué bueno; si no, ya veremos, para eso somos libres. La misión de la educación es emancipar al individuo de cadenas impersonales y opresivas del pensamiento, el trabajo y las relaciones sociales. Pretender que la misión de la educación es ayudar a conseguir empleo es una consigna reduccionista, vulgar y mercachifle.
Los voceros del ataque contra la educación mexicana son producto de la educación que denigran. Todos ellos han sido becados por el gobierno para educarse en el extranjero. Es muy bueno que hayan aprendido a pensar y a expresarse, pero es muy malo que usen esas habilidades para vapulear al país que los ha ayudado a mejorar. Think about it.
Coda: hace más de veinte años Gabriel Zaid llamó a desaparecer la SEP. Nos hemos tardado en tomarlo en serio. La educación puede ser descentralizada por completo sin riesgo para la integridad nacional. Los gobiernos estatales pueden hacerse cargo de ella con menos ineficiencia que el gobierno federal. La SEP podría convertirse en agencia supervisora de contenidos, materiales, actualización y estímulos donde fueran necesarios.
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