martes, 27 de marzo de 2012

Preguntas y respuestas


FEDERICO REYES HEROLES
Por qué en una elección la decisión se va a la izquierda y en la siguiente a la derecha. Cuánto puede pesar un debate. Por qué en algunos casos los candidatos son un factor clave y en otras no. Qué tanto pesa el Gobierno saliente. Hasta dónde el azar juega un papel en los votantes. Y la imagen de los candidatos, qué tanto influye en el voto. Son los spots de las campañas un factótum o un simple ingrediente más. Qué tan racional o irracional es el voto. Con cuánta antelación decide el elector. Cuáles son las claves de su decisión. Indagar el sentido del voto es una labor apasionante, por lo menos para los politólogos y los aficionados, que son muchos. Si desde fuera el asunto provoca discusiones apasionadas, imaginemos el lío que se traen en los equipos de los candidatos.

Pero más allá del interés intelectual o de la simple curiosidad sabemos que el voto tiene cierta evolución. Tiende a ser cada vez más complejo, más elaborado. No es lo mismo una sociedad rural que una urbanizada. No es lo mismo una sociedad con crecimiento poblacional y muchos jóvenes que una estabilizada y con una creciente población adulta y avejentada. No es lo mismo una sociedad rica que una pobre, una ignorante que una educada. Una propensa al cambio o una conservadora, una nacionalista o una dividida. Una sociedad con un fuerte individualismo o una dominada por el corporativismo. En ese sentido las elecciones son mucho más que, simplemente, vencedores y vencidos. Son la radiografía de una sociedad. Indagar el por qué del sentido del voto, es lo que nos permite conocer las fortalezas y debilidades de una sociedad.

Algunas de las tendencias universales están más o menos claras. Los autores que han trabajado el tema conforman una larga lista. Por ejemplo, sabemos que durante el Siglo XIX en las democracias consolidadas el voto era básicamente ideológico. Uno nacía conservador o liberal, Tory o Whig por citar el caso británico, en casa se enseñaba un código de interpretación de la vida y éste prevalecía hasta la muerte. El elector se levantaba el día de la elección y salía a cumplir con su convicción. No se miraba demasiado a los candidatos o sus propuestas. Comunistas, socialistas, moderados, liberales o las derechas trabajaban para su ideal. Los socialdemócratas o las democracias cristianas conformaban bloques más o menos estables. Pero el asunto se empezó a volver más complejo.

Los procesos de urbanización de principios del Siglo XX y el crecimiento en la influencia de las comunicaciones cambiaron las coordenadas de la decisión del elector. En democracias tan antiguas como la estadounidense apareció una modalidad de voto cambiante: en una elección se votaba en un sentido y en la próxima en el otro. Lo mismo ocurre en una misma elección: el votante le da a un partido un voto para la Presidencia, a otro otra para el Senado y así, seleccionando con otros criterios. ¿Cuáles? Este grupo crece sin cesar. Sabemos que el peso de los candidatos, de su imagen y de sus pronunciamientos cada día pesa más.

Sabemos que a la disminución del voto ideológico corresponde un creciente interés por las plataformas y por las propuestas concretas. A mayor nivel educativo el voto tiende a volverse cada vez más sensible a temas y posturas sobre asuntos muy concretos. Una declaración homofóbica, racista, misógina por ejemplo puede costarle una elección a un candidato. ¿Es esto bueno o malo para las democracias? El mayor nivel de exigencia ciudadana siempre será positivo y obligará a los políticos a ser más profesionales. Pero hay algo más, este nuevo votante urbano, no ideológico, no corporativo, más informado, con mayor nivel educativo, tiende a ser menos extremista, pertenece a un mainstream, a una corriente central de valores que no apoya los radicalismos. Eso es una garantía de estabilidad de largo plazo.

En México tenemos una amplia población joven. Cada tres años, en cada elección federal, hay alrededor de tres millones de votantes de primera vez. El voto ideológico ha ido disminuyendo sensiblemente y cada día la población observa con más detalle qué proponen los candidatos. Los debates pesan y mucho. Sobra decir que el papel de los medios ha sido central en esto. El peso del PRI ha venido disminuyendo históricamente, pero en los últimos años ha cobrado nueva fuerza, nada indica que desaparezca. El PAN ha crecido hasta llegar a más o menos un tercio y la izquierda estuvo a punto de ganar la elección en el 2006. El interés por las propuestas concretas crece y el elector es cada vez más exigente. Eso es una buena noticia. En esta elección por primera vez una mujer tiene posibilidades reales de ganar. ¡Las novedades son muchas! Pero debemos tratar de que el debate tenga un rumbo.

Es por esto que un grupo de mexicanos formulamos una serie de preguntas. Queremos saber qué responden los aspirantes a cada una. No es más ni menos que eso: interés ciudadano, preguntas concretas que esperan respuestas concretas.

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