Héctor Santiesteban Oliva
Con la detención de la Maestra Elba Esther
Gordillo y su consiguiente auto de formal prisión se ha fijado una nueva
dirección en las relaciones del Estado mexicano con las políticas
administrativas de la educación.
Se trata de un manotazo sobre la mesa del
Presidente que a la antigua usanza mostraba así sus cartas y sus alcances. Sí.
Pero también se trata de una medida importante que no ha dejado indiferente a
nadie. Todos los sectores finalmente iban confluyendo no sólo en aceptarla,
sino en la aprobación plena o sesgada.
Incluso el sector más crítico con el sistema
tendría que estar de acuerdo en la puesta en cintura de un personaje del que se
sospechaba desde hacía mucho que hacía operaciones fraudulentas de miles de
millones de pesos.
Cabe preguntarse cómo es que no se había dado
antes; o si en cualquier momento puede llamarse a cuentas a los Secretarios de
Hacienda anteriores por una complicidad activa o por una inoperancia culposa.
Parece ser que la medida va encaminada a
empatarse con otras muy diversas que pretenden retrasar un nuevo rumbo a una
retrasada educación.
Si lo más importante de un país es su gente,
mal nos debemos sentir de ver que se vaya depauperando un amplísimo sector de
la gente en el rubro más delicado y distintivo: su formación, su educación y
sus valores.
Que la educación en México dejaba mucho qué
desear nos lo venían diciendo los informes de la OCDE y muchos otros. Nos lo
restregaban en la cara los niveles medios de educación y la poca preparación de
un amplio sector del alumnado y hasta del profesorado. Alumnos y profesores con
cultura escasa era ya cosa de todos los días.
Pero si a eso se aúna el delito y el acoso y
el robo ya la situación va para peor. Una cosa es la ignorancia a secas que
hasta resulta moralmente atenuante de la falta. Otra muy diferente es el dejar
ignorante a los demás y hacer negocio de ello.
Los habitantes de Baja California Sur no
tenemos que ir hasta la Cárcel Femenil de Tepepan para encontrarnos con un
ejemplo de lo que venimos hablando. Nuestra Máxima Casa de Estudios, la UABCS,
sigue siendo un ejemplo vitando del género.
En ella se han dado vuelo toda clase de
arribistas que con un poco de corrupción y un poco de descaro y un poco de
cinismo han ido viendo ensanchado su patrimonio, metiendo a la familia casi
entera a la institución, creando clientelismos, etc.
Digo que se han dado vuelo pero lo que parece
más cierto es que seguirán dándose vuelo. El portal de Transparencia de la
universidad es de lo más opaco que se pueda imaginar. Invito al lector a
visitarlo y a observar que los datos aportados allí en poco o en nada favorecen
la rendición de cuentas ni el entendimiento de los procesos; ni puede uno columbrar siquiera ya no digamos
los meandros y recovecos en los que se cobijan irregularidades, sino que uno de
plano ignora las principales vertientes de los dineros.
Pero definitivamente no es por ignorancia que
aquí campea la impunidad y el descaro. Después de sentencias firmes no se hace
nada. Después de denuncias y querellas, no se hace nada. Después de
razonamientos en artículos y mesas de discusión, no se hace nada.
Bien decía el dicho aquel: “Aquí no pasa nada,
y cuando pasa, no pasa nada”.
A ver si la nueva limpia en la educación alcanza a
llegar a estas lejanas tierras
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