Alejandro Álvarez
La educación básica en el país pasa por un largo túnel
de mediocridad desde hace ya muchos años. La mejor prueba de ello son las
capacidades y conocimientos con los que egresan los niños de primaria y
secundaria. Sin generalizaciones absolutas, pero tampoco minimizando el hecho,
se puede afirmar que más de la mitad de los niños que salen del sexto grado de
primaria tienen deficiencias graves en la lectura y escritura. Descifran los símbolos
del alfabeto y los reproducen en un papel pero no saben leer ni escribir. Si
leen un texto no son capaces de explicar su contenido por escrito. Ya no hablemos
de su comprensión de los hechos históricos fundamentales del país. O de su
capacidad para resolver problemas matemáticos elementales como el cálculo de
superficies o volúmenes de cuerpos geométricos. Los niños con tales lagunas dan
un paso al vacío si continúan su paso en la educación de los siguientes
niveles. La calidad de la educación en
México se encuentra en la posición 100 de 144 países que fueron evaluadas en el Reporte Global de Competitividad en el 2012, del Foro Económico Mundial
(FEM). La posición 100 se obtiene al evaluar la
calidad del sistema educativo y el 124 si se trata de ciencias y
matemáticas, 71 si se mide la
disponibilidad de científicos e
ingenieros, 49 si se compara con la calidad de las instituciones de investigación y 42 en la colaboración de universidades con la industria.
¿De quién es la responsabilidad? Desde la trinchera
del radicalismo podemos señalar al gobierno como principal responsable. Pero no
se explicaría todo y se caería en el activismo político para “acabar con ese
gobierno”. Se podría culpar a los
sindicatos, que razones sobran para sospechar que de ahí no han salido cosas
buenas para la educación. Pero se desviaría la atención y recursos hacia la
limpieza de dirigentes, labor titánica y que compete sólo a los sindicalizados,
a menos que se crea que por ejemplo el encarcelamiento de la señora Elba Esther
Gordillo y sus socios vaya a tener un efecto positivo en el nivel educativo. Se
podría culpar a los padres de familia, por no dedicar el tiempo suficiente a la
atención en casa de los problemas educativos de los hijos. A ver cómo le hacen
para dejar de trabajar y dedicarse a llenar los huecos que les deja la escuela
a los hijos.
Nuestros
diputados que siguen pensando que resuelven todos los problemas del país con el
simple y sencillo levantar de sus deditos, ya resolvieron el caso y nos
sambuten por la tele la idea de que con la Reforma Educativa ya tenemos la
educación de calidad que demandábamos. Los profesores que se sienten amenazados
en sus privilegios o que se saben vulnerables ante la posibilidad de que sean
evaluados y eventualmente cesados, levantan el monigote de la “privatización de
la enseñanza” para oponerse a la reforma.
Cuando hay
profesores de algunos estados del país que encapuchados, armados con palos y piedras rompen cristales de palacios de
gobierno o congresos, incendian
edificios, cierran carreteras o ponen campamentos durante semanas, ninguna
reforma educativa tendrá resultados
favorables. Se necesita mucho más que leyes y spots oficiales para mejorar la
educación. Aquí en el estado un grupo de maestros mantiene en su poder el
edificio sindical desde hace varios años. Algún secretario de educación
denunció que quienes encabezaban ese movimiento ostentándose como dirigentes
sindicales serían sancionados por no asistir a su centro de trabajo a laborar,
porque cobrar si lo hacían religiosamente. La amenaza jamás se cumplió. Esas
personas (aviadores disfrazados de “sindicalistas democráticos”) jamás han sido
tocados ni con el pétalo de una rosa. Y
los representantes reconocidos oficialmente han doblado sus manitas con
docilidad dejando que su local sindical siga sin funcionar para lo cual no
tienen empacho en pagar renta de otro local, al fin y al cabo las cuotas de los
profesores hablan. Si no son capaces de resolver esas minucias ¿podrán resolver
el problema educativo del país? Sí, como no.
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