sábado, 5 de septiembre de 2009

DE PEQUEÑECES, GENÉTICA Y DECÁLOGO DE CALDERÓN..







2009-09-05•Al Frente

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Más de uno en la clase política se indignó por la última frase en la columna de Ciro Gómez Leyva del jueves pasado en MILENIO, dedicada a quienes desde todos los ámbitos nos gobiernan: “…que nadie se ilusione de más:… son una generación no dotada genéticamente para la grandeza”.
Lapidaria —la genética no se altera— a la frase de Ciro la respaldan muchos años de historia, frustraciones, pobres, muertos y pillos.
En unas horas, por supuesto, la realidad le dio la razón al autor de La Historia en Breve; cuando comenzó el baile de las recién bautizadas Juanitas que, sin vergüenza, comenzaron a renunciar a sus escaños para completar la simulación largamente planeada. Es una buena muestra del Legislativo, esos son los partidos que tienen que concebir, discutir y aprobar las reformas de fondo que saquen a México del atasco en el que languidece. Gulp.
El cinismo y pequeñez de nuestro Legislativo, sin embargo, no exime al Presidente de tener ahora la mayor de las responsabilidades sobre lo que suceda en los próximos 18 meses respecto a su “decálogo”.
Las 10 propuestas son, no hay como eludirlo, una confesión de parte, que no demerita la propuesta. Tres años desperdiciados en la administración de nuestras miserias; en el fracaso de un gabinete de leales a costa de eficaces, en los miedos y el sometimiento voluntario a la sombra de su adversario de campaña.
Frente a quien le preguntó por qué hasta ahora el decálogo de buenas intenciones, el Presidente argumentó que habría que recordar el ambiente de diciembre de 2006 y los primeros meses de 2007 que, según él, hacían imposible las reformas que hoy imagina. Esa lógica implica varias cosas: La primera, que el Presidente piensa que el PRD de Encinas, el PT de Porfirio votarán, o dejarán que se vote, a favor de alguna de sus propuestas. Y que el PRI de Beltrones y Paredes y Rojas harán, a tres años de las elecciones, que pueden ganar lo que el PRI de… Beltrones, Paredes y Gamboa no hicieron en 2007, 2008 y 2009. Y que López Obrador y su gente no se instalarán en las calles.
Implica que a diferencia de lo que había dicho en campaña, el Presidente se dio cuenta, en enero de 2007, que el país no andaba tan mal y que con un poco de maquillaje se podía administrar y sobrevivir en nuestra mediocridad.
También frente a sus entrevistadores, el Presidente dijo que en esta ocasión apelaría a “los ciudadanos”, ésos que andan dispersos y sin representación formal, para que logren romper las inercias de los intereses creados, apoderados de representaciones formales. Una vez más, y recordando 2007. ¿No era esto más sencillo cuando ese grupo de votantes estaba cohesionado ante lo que veían como una agresión incivilizada de un grupo de rebeldes? ¿No es más complicado ahora que sus fieles, a juzgar por las elecciones de julio, son menos y el incipiente movimiento ciudadano también impugna al Ejecutivo?
Importa escuchar y analizar las explicaciones del Presidente, porque el miércoles se impuso a sí mismo una tarea para la que necesitará herramientas que no le conocemos, o porque no las tiene o no las ha querido usar en tres años. ¿Está dispuesto a sacrificar a los fieles inútiles? ¿Está dispuesto a trabajar, a escuchar a los que no comparten su estirpe, sus creencias, la fe ciega en su liderazgo?
Si en verdad quiere lograr aglutinar a los independientes ¿Está dispuesto a cambiar una política de comunicación social resuelta con el amateurismo vulgar del dinero y la mercadotecnia, por una de información, estrategia, consistencia e inteligencia? ¿A una operación política basada en el recelo?
Celebro que haya dicho que está dispuesto a asumir los costos que sean ¿Lo dejarán los que, por lo mismo, vean afectadas sus aspiraciones rumbo a 2012? ¿Está dispuesto, por las reformas, a ser el presidente panista que entregue la banda presidencial a un no panista?
Todas las señales están ahí para demostrarnos que lo único que cambió entre el martes y hoy es un discurso. Más tardó en vaciarse Palacio Nacional que la oposición en regatearle méritos al planteamiento calderonista. Por eso, insisto, todo depende de él. Por las buenas, señor Presidente, no todos entienden. No se puede quedar bien con todos. Alguien tiene que perder algo o mucho.
Central en ese esfuerzo será el secretario de Gobernación quien manda señales alentadoras. El viernes me dijo que asume su responsabilidad como coordinador del esfuerzo de negociación ante el Congreso y otras fuerzas; que entiende la urgencia y el poco tiempo que tiene para lograrlas y que en cada uno de los puntos anunciados, el gobierno tiene muy claros los detalles que les darán contenidos.
Central en ese esfuerzo, Josefina Vázquez Mota, dio señales preocupantes de que la operación en Los Pinos no ha cambiado. ¿Conocía los diez puntos planteados por el Presidente ayer? Le pregunté a la lideresa del PAN en la Cámara la mañana siguiente. “No”. Contestó.
De la más importante iniciativa presidencial de su sexenio, Calderón no había informado a su coordinadora parlamentaria. Gulp.
Por lo pronto, Ciro tiene razón. Es genético. Pero genética, querido Ciro, no es destino o eso espero.

masalla@gmail.com

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