Día con día
Héctor Aguilar Camín
Una de las ignominias a que nos somete la democracia tecnológica a quienes escribimos en los diarios es que los lectores pueden ir al sitio electrónico y dejar debajo de nuestro artículo sus opiniones. Esta no es la ignominia, esta es la ganancia democrática.
La ignominia es que los lectores pueden dejar sus mensajes sin poner sus nombres, usando un seudónimo, y hay algunos lectores que utilizan el anonimato para insultar y derogar, con la más absoluta impunidad y la más tradicional de las cobardías: tirar la piedra y esconder la mano.
En todo hay clases, también en esto. Hay quienes son obvios correos de call centers región IV que vengan agravios políticos de sus jefes y patronos. Hay prevaricadores compulsivos que gozan desahogando los vapores de su cerebro con insultos. Hay simples lectores incontinentes que expresan su disgusto con lo dicho por el autor de la más primitiva y ebria de las maneras.
Uno acaba digiriendo mal o bien todos los géneros anónimos de la rabia que suscitan sus opiniones firmadas, pero no puede dejar de pensar que hay algo profundamente podrido en la idea de plaza pública que tienen estos lectores.
No son la mayoría, pero tampoco son una minoría insignificante.
Alguien dirá que basta con ignorar esos mensajes. Y es verdad, pero aún así, hay de mensaje a mensajes. El que ha recibido un compañero de estas páginas rebasa todos los límites y me parece que basta para advertir a los editores de que deben revisar su política de publicación de mails anónimos.
Se trata de una amenaza de muerte. Dice así:
Maricón inmundo, cuando incordiabas a los socialistas, a cuantos no denunciaste? a cuantos no traicionaste? pero no te preocupes degenerado, las Fuerzas Revolucionarias del Pueblo Justo te tienen en la mira, cuando menos lo esperes, asi como vendiste a los revolucionarios, tus patrones dejaran de necesitarte y cuando ellos no te protegan, nosotros no nos apiadaremos. a cuantos maricones no los han degollado mientras les soplan en la nuca? ten miedo, va a ser quien menos te lo esperes, un rubio en alguna plaza de ibiza o algún mulato en cancun.
El mensaje puede leerse como su propia parodia o con el humor implícito de la reacción de mi amigo, un homosexual público, quien comenta: “Que yo sepa, no he denunciado ni vendido a nadie. No pienso ir a Ibiza ni a Cancún”.
El mensaje puede leerse como su propia parodia o con el humor implícito de la reacción de mi amigo, un homosexual público, quien comenta: “Que yo sepa, no he denunciado ni vendido a nadie. No pienso ir a Ibiza ni a Cancún”.
Pero el humor no ha sido nunca escudo contra locos ni contra criminales.
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