Día con día
Héctor Aguilar Camín
Ha perdido México en el Mundial en el partido donde siempre pierde, el cuarto, y frente al mismo equipo con el que perdió antes, Argentina.
Hemos vuelto, deprimidos y enervados, a lo obvio: el futbol no arreglará nuestras cosas. ¡Ay, pero hubiera sido un extraordinario momento del ánimo para nuestras desarregladas cosas haber ganado a la Argentina ayer!
Hasta aquí las quejas.
Como villamelón, sé que nunca hubo en la opinión pambolera tanto acuerdo en torno a dos o tres equivocaciones del técnico de la selección, Javier Aguirre.
El entrenador tenía en sus manos la administración de un bien público, de transitoria pero inusual resonancia simbólica en el ánimo de la nación.
Nunca hubo tanto acuerdo en tan pocas y tan persistentes equivocaciones del entrenador, este responsable del ánimo público y del sentimiento de los mexicanos durante estas semanas.
Exhibiendo su desconocimiento de las reglas que lo obligan, un legislador yucateco dijo a la prensa que el entrenador debía ir al Congreso a explicar sus decisiones.
El diputado fraseó torpemente una necesidad pública real de estos días: entender las decisiones del entrenador del equipo cuyos azares futbolísticos ocupan la atención del país y afectan el ánimo público.
El entrenador de la selección tomó una y otra vez decisiones que la absoluta mayoría de los aficionados al futbol consideraban equivocadas o incomprensibles.
En particular, la insistencia en alinear a un delantero, Guillermo Franco. Creo que la buena lógica democrática de decisiones impopulares es que quienes las toman las expliquen a la sociedad.
La idea de que el entrenador del equipo explique sus decisiones al Congreso es absurda. Pero es sano que las explique al público.
Creo que Javier Aguirre haría bien en “comparecer” ante los medios y explicar la razón técnica, futbolística, humana, deportiva, de las dos o tres decisiones impopulares que sostuvo con tan pobres resultados.
Es un asunto de esclarecimiento que va más allá del futbol, hasta el espacio de los usos y costumbres democráticas.
Los medios debieran emplazar a Aguirre y él acudir a ellos para explicar por qué tomó decisiones tan impopulares y, dados los resultados, tan erróneas.
El programa Tercer Grado sería un foro adecuado al efecto.
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